Hector Echemendía tiene 82 años y hace más de seis décadas que actuó por primera vez. Oriundo de Camagüey, cuando ya tenía una amplia trayectoria en las tablas, la radio y el cine, llegó a la televisión.
“El personaje de Andrés Iznaga fue mi primera incursión en la TV”, reconoció en una entrevista para la Radio Cubana.
Desde Cubalite hemos querido reseñar su historia a partir de este primer personaje en la serie Hermanos y su más reciente aparición en las pantallas, con la telenovela Vuelve a mirar (2021). Pero hay más…
Hermanos
Este audiovisual, aparecido en el espacio Aventuras a finales de los ochenta, estuvo dirigido por Eduardo Macías y tuvo música de Noel Nicola. Su historia se centraba en la pugna por la propiedad de unas tierras. Don Esteban Manrique, interpretado por Rogelio Blaín, era un hacendado que quería apoderarse de un terreno para ampliar su ingenio, La Paloma. En las inmedicaciones de este se encontraba la finca de los Iznaga, quienes se oponían a aquella operación.
Héctor tuvo un rol en esta serie y su interpretación no fue una más. Dio vida a Andrés Iznaga, personaje que, al recibir un disparo, emitía el célebre grito por el que se conocía a las aventuras: “Lorencitoooo”. “Para mi sorpresa, aparecí en los créditos como actuación especial. Otra sorpresa fue ver a mi personaje en fragmentos de escenas en la presentación”, dijo en la entrevista antes citada.
Andrés Iznaga era padre de dos hijos: Tomás (Rolando Brito) y Lorencito (Rini Cruz). El primero de ellos se fue de casa y luego regresó. Juntos desenmascaraban las acciones de Don Esteban (entre ellas, el asesinato de Benito, uno de los campesinos de la zona) y se negaban a vender.
Vuelve a mirar
La telenovela que se transmite actualmente por el canal Cubavisión, dirigida por Ernesto Fiallo y con música de Raúl Paz, presenta diferentes situaciones que viven y sufren los adultos mayores. Más de treinta años después de Hermanos, Echemendía interpreta a Felito, y su historia es la de un padre de dos mujeres -Consuelo (Beatriz Viñas) y Soledad (Yerlín Pérez)- con muchas diferencias entre ellas. Este hombre vive en la casa de la familia con Soledad, quien no se ocupa de él, pero se rehúsa a abandonar el domicilio para quedárselo cuando el padre ya no esté. En cambio, Consuelo no vive bajo el mismo techo, pero se desvive por cuidarlo.
A diferencia de otros ancianos que aparecen en el audiovisual, los cuales disfrutan a plenitud de su vida, asisten a la cátedra del adulto mayor, e incluso comparten con sus parejas, Felito está solo. El personaje depende de sus hijas para su alimentación o asistencia hospitalaria. No obstante, todavía el audiovisual está empezando y quizá su historia cambie.
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La de Héctor Echemendía no es la historia de un actor que soñó con esta profesión desde pequeño. “Mi primera inclinación vocacional fue ser locutor. Esta surgió mientras vivía en la parte de atrás de la casa (enorme por cierto) que ocupaba la emisora CMJW en la Avenida de los Mártires. Fue aquí que por primera vez hablé a través de un micrófono; fueron pequeñas intervenciones, pues en esa época era muy vigilado el intrusismo profesional en esta rama”, confesaba en entrevista para el tercer tomo de Rostros que se escuchan, publicado por la editorial Letras Cubanas.
Con solo 17 años y un título de Operador de Equipos de Plantas Comerciales de Radio comenzó su trayectoria laboral, en 1955. Cinco años más tarde surgieron los grupos de teatros de aficionados, a los que asistía como acompañante, pues “veía la actuación como algo muy distante y extremadamente complicado”.
Su primer papel llegó en el contexto del Primer Festival Nacional de Aficionados, con la obra Monte Adentro, donde daba vida a un sargento del Ejército Rebelde.
Entonces, Héctor, que hasta el momento solo había avanzado hasta segundo año de Bachillerato y terminado un curso de taquigrafía, empezó a estudiar aviación y a alternarla con el teatro. Guiñol, Conjunto Dramático de Camagüey, Cadena Agramonte, Cabildo Teatral Santiago… en todos dejó su huella.
El brigadista (1977), Una mujer, un hombre, una ciudad (1978), La bella del Alhambra (1989), Kleines Tropicana (1997) y Amor vertical (1997) fueron algunos de los filmes donde trabajó.
En la televisión, además de las ya mencionadas, estuvo en Cuando el agua regresa a la tierra (1989, dirigido por Mirta González, donde interpretaba a Onésimo); Pasión y Prejuicio (1991, bajo las órdenes de Eduardo Macías, con el personaje de Ramón), y muchas otras, entre las que figuran Las huérfanas de la Obrapía, Entre mamparas, El eco de las piedras, Amigas, Violetas de agua, Si me pudieras querer, Tierra brava.
Premios y reconocimientos acumula varios, desde el Caricato hasta Distinción por la Cultura Nacional, además del más importante: la admiración de un público que, cuando pasa mucho tiempo sin verlo en pantalla, se pregunta qué habrá sido de él.
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