Esta historia, como la mayoría, empieza con un sueño. Oriundo del reparto santiaguero que lleva ese mismo nombre, tanto Francisco Martínez García como su padre ven en la pelota una manera de vivir sus vidas. El progenitor, que nunca ha jugado béisbol, nota en el niño un talento que despierta, y a los seis años lo lleva a probarse en un terreno de la ciudad.
Al principio, los entrenadores se niegan a darle una oportunidad al muchacho, al que ven demasiado pequeño como para tomárselo en serio. Pero el padre insiste: “Dénle un chance. Él sólo tiene seis años, pero ya sabe agarrar el bate y hacer swing”. Los profesores aceptan, y lo ponen en el cajón, a ver de lo que es capaz. Él responde conectando par de líneas sólidas, incluida una que va directo a estrellarse contra la anatomía de un coach. Ha pasado la prueba con éxito, y desde ese día sólo hablará el idioma de las bolas y los strikes.
Quince años después, Francisco Martínez ha crecido, y espera su momento para dar el salto a la élite beisbolera mundial. Después de varias temporadas en Cuba, ahora vive en Costa Rica, en donde entrena con la intención de firmar con algún conjunto profesional de las Grandes Ligas.
¿Quién era tu ídolo de pequeño?
Siempre fue Antonio Pacheco, sobre todo por su carácter y su capacidad de liderazgo. Su forma respetuosa de expresarse hacia sus compañeros y hacia los árbitros era un elemento que me llamaba la atención, y por eso lo admiré tanto dentro como fuera del terreno.
¿Cómo fue tu carrera en Cuba?
Debuté con 19 años en 2017, en el Campeonato Nacional sub-23. Esa vez también intervine en mi primera Serie Nacional, y al año siguiente también estuve en ambos eventos. Ya para 2019 sólo participé en el de mi categoría, pues me marché en julio, antes de que comenzara el élite.
¿Qué te llevo a tomar la decisión de irte del país?
Lo primero que me convenció fue la posibilidad de probarme como atleta en un nivel mayor. Luego hubo cosas que pasaron mientras yo estaba en Cuba, que me decepcionaron, y eso también hizo que me sintiera incómodo jugando allá. En resumen, sentí que era el momento indicado, pues contaba con las condiciones físicas y mentales para enfrentarme a un reto nuevo y llegar lo más alto que pueda.
Nunca quise abandonar a mi equipo durante un torneo, a pesar de que tuve la oportunidad de hacerlo en 2018 durante un evento que se realizó en México. En cambio, preferí marcharme hacia Guyana, y de ahí viajar a Costa Rica, que es donde me encuentro ahora.
¿Cómo te ha ayudado tu estancia en tierra tica?
Llegué aquí y enseguida me puse a entrenar. En pocos meses pude estar en buena forma para presentarme a mi primer showcase, algo que sucedió en noviembre pasado.
He mejorado mucho mi fuerza al bate, en parte gracias a que he ganado hasta diez kilogramos de masa muscular. Además, como tuve la oportunidad de sumar bastantes experiencias en Cuba, he podido aplicar eso en los entrenamientos y ajustarme bien para mejorar mis condiciones.
Lo más difícil de todo es el bateo, una parte del juego en la que hay que estar ajustando elementos diariamente en todas las fases del entrenamiento. Por eso sigo esforzándome en ese sentido de cara a los próximos tryouts, sean cuando sean.
Además de la parte deportiva, tengo que decir que aquí en Costa Rica me he sentido muy cómodo, gracias al trato que nos han dado tanto a mí como a mi compañero Brander Guevara, lanzador.
¿Cómo ha sido vivir tanto tiempo lejos de tu familia?
Esa es posiblemente la cosa en que uno más piensa cuando toma una decisión así. Es muy duro irte y no contar con la presencia física de tu gente, ni tener a tu alrededor las cosas con las que creciste. Desde que me fui, el 7 de julio de 2019, he pasado noches enteras sin poder dormir de la nostalgia. Sin embargo, después de un tiempo pude adaptarme a esa situación y entender que, para luchar por los sueños, uno a veces debe hacer ciertos sacrificios.
¿Cómo evalúas tus posibilidades de llegar a la pelota profesional?
De momento considero que tengo buenas chances, sobre todo en base a la opinión de mis entrenadores y de mi agente, quienes concuerdan en que puede estar cerca mi primer contrato. La evaluación que han hecho ellos indica que cuento con las cinco herramientas (poder, tacto, velocidad, desplazamiento a la defensa y la fuerza en el brazo) necesarias para llamar la atención de los cazatalentos de las Mayores.
De hecho, antes de que comenzara la crisis por la pandemia, mi agente había tenido conversaciones con varias franquicias y estábamos muy cerca de lograr algo concreto, pero entonces todo se frenó y ahora mismo el futuro es bastante incierto.
Sinceramente, no tengo preferencia por ningún equipo de Grandes Ligas, y por eso digo que estaría feliz si cualquiera de los 30 clubes integrantes del mejor béisbol del mundo me diera la posibilidad de llegar allá arriba y lograr buenos resultados.
¿En qué peloteros te fijas más para aprender?
Hay dos que admiro mucho y siempre sigo: uno es Bryce Harper, quien antes estuvo con los Nationals y ahora juega con los Phillies; el otro es Christian Yelich, ex de Miami Marlins y actual estrella de los Milwaukee Brewers. Ambos tienen un estilo con el que me identifico, y de alguna forma intento ver sus movimientos para incorporarlos a mi propio estilo.
¿Cuál es tu opinión de la pelota en Cuba?
Creo que lo fundamental es que la pelota en Cuba no va a estar muerta nunca, porque nuestro país es una cantera enorme de jugadores talentosos. Hay un montón de muchachos jóvenes como yo que podrían brillar en cualquier béisbol del mundo.
Si pudiera cambiar alguna cosa de las que hacen allá, es el hecho de que los torneos juveniles y sub-23 sean más largos, porque, como todos saben, es el juego constante lo que te desarrolla y hacerte un pelotero maduro. Ese factor es importante para todos los deportistas, y más aún para los jóvenes que todavía están en formación.
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