En Latinoamérica, donde existen países productores de gran cantidad de telenovelas como México, Colombia o Brasil, resulta bastante curioso que la persona considerada como la madre del género en la región sea la cubana Delia Fiallo, habanera nacida el 4 de julio de 1924, y cuya muerte se produjo el 29 de junio de 2021, en Miami, pocos días antes de cumplir 97 años.
Su juventud la pasó en la capital cubana, donde estudió Filosofía y Letras, especialidad en la que incluso terminó un doctorado. Comenzó a escribir radionovelas en 1949, pese a que al inicio no le agradó del todo esa idea, por considerar menores ese tipo de dramatizados, narró a El País. Un año antes había sido galardonada con el Premio Internacional de Cuentos «Hernández Catá», uno de los más importantes que se entregaban en su país natal, por lo que cualquiera podría augurarle una exitosa carrera en el mundo de la literatura, pero finalmente terminó alejándose de ese ámbito.
En una entrevista de 2018, contó a la agencia francesa AFP cómo fueron sus inicios. “Cuando descubrí lo que era contar una historia, llegar al corazón de la gente, de mucha gente, me enamoré de este género que llega a millones de personas en todas partes del mundo”.
Tras su éxito en la radio pasó a la televisión. Escribió para un programa llamado Miércoles de amor Palmolive, patrocinado por esa marca de productos de aseo. En aquella época, triunfaban en Estados Unidos las llamadas soap operas (el origen de su nombre se debe a que, en un inicio, estas fueron financiadas por empresas dedicadas a la fabricación de jabones), producciones seriadas con una trama generalmente bastante extensa.
Una productora le propuso hacer el libreto para llevar adelante una obra con esas características en Cuba. Fue entonces cuando Fiallo escribió la que ella misma definió como «la primera historia de continuidad de toda Latinoamérica», cuyo título fue Hasta que la muerte nos separe. Esta se transmitió durante 1957 y enganchó a buena parte de la audiencia durante un horario estelar.
Salió del país en diciembre de 1966 y se estableció en Miami. Allí empezó a crear guiones para la televisora Venevisión, una cadena venezolana. Al principio dudó. Pensó que nunca podría idear una historia destinada al público de ese país, pero volvió sobre los clásicos de la literatura de esa tierra sudamericana, se sentó a escuchar a la gente en los parques, preguntó sobre la jerga de aquella nación y confeccionó su propio «diccionario de giros idiomáticos», según confesó al medio francés.
En ese canal estrenó Lucecita, centrada en la historia de amor entre una campesina y un citadino. Fue emitida en el horario de las 6:30 de la tarde, de lunes a viernes, y su éxito fue tal que posteriormente sería versionada en países como Argentina, Colombia, Perú, Costa Rica y España. En este último fue transmitida radialmente por la cadena SER en 1974 y se dice que allí llegó a ser «el último de los grandes seriales radiofónicos de masas, ya que entrado 1975 las radionovelas comenzaron a decaer en audiencias en favor de la emergente televisión».
Más adelante, Delia arribó a la productora Televisa y se afianzó en la cima del género, al que aportó durante toda su carrera grandes títulos como Esmeralda (1970), Leonela (1983), Topacio (1984) y otros hasta llegar a más de 40.
La clave de su éxito se halló, dijo, en toda la preocupación y el amor que puso en sus personajes, los cuales quiso que fueran seres humanos imperfectos, pero que llegasen a ser queridos y odiados por el público, quien aprendía a odiarlos y amarlos.
Entre 1985 y 1986 apareció en la cadena Radio Caracas Televisión la última de sus telenovelas originales: Cristal. Esta obra estuvo ambientada en el mundo de la alta costura, rodeado por las típicas diferencias de clases, engaños y demás componentes necesarios para crear un culebrón trascendente. Según El País, llegó a tener picos de audiencia de 18 millones de televidentes en España, lo cual la convirtió en la más vista en la historia de ese territorio ibérico.
Otra pieza de gran relevancia dentro de su currículo es Kassandra, que llevó a las pantallas en 1992 tras adaptarla a partir de Peregrina, original suya de 1973. De acuerdo con Los Ángeles Times, esta es una de las 5 más reconocidas e influyentes del género, así como la telenovela hispana más famosa en Europa y Asia. Llegó a figurar en el Libro Guinness de los Récords, luego de aparecer en programaciones de televisoras de más de 128 naciones.
El prestigioso diario español refirió un pasaje que habla de la envergadura de dicha obra. En una etapa de los conflictos bélicos ocurridos en Yugoslavia durante los años noventa, un diario serbio publicó: «la depresión económica, el hambre, las próximas elecciones, todo se olvida a las nueve de la noche cuando se emite Kassandra en un Belgrado de calles desiertas con sus viviendas a media luz, por las que se expande el suave castellano de Venezuela».
Otra web aseguró que algunas personas tomaron el canal donde era transmitida en Bosnia para cancelar la emisión en esa región. Aquello provocó el malestar de muchísimos televidentes e incluso se comentó que el gobierno pidió al embajador venezolano que enviara los episodios que se habían perdido durante la revuelta.
Ese propio sitio refiere que varias mujeres búlgaras, al llegar a Yugoslavia, procedentes de su país natal, aprovecharon que habían visto una mayor cantidad de capítulos para contarles a los serbios y bosnios los fragmentos que estos no habían podido ver. El tema es que llegaron a lucrar con ello y sacaron dinero de los adelantos de la trama.
En lo adelante, como mismo había hecho con Kassandra, siguió creando versiones de obras previas creadas por ella, mientras que otros también retomaron trabajos suyos. Cuidado con el ángel (2008), telenovela que catapultó a la fama al cubano William Levy, es una adaptación de Una muchacha llamada Milagros, escrita por Delia en 1973.
Durante su trabajo llegó a recibir alrededor de 25 millones de dólares por sus guiones, según contó a El País la periodista Beatriz Parga, amiga personal de Fiallo.
En sus últimos años sostuvo que la novela tradicional había muerto. Explicó en la citada entrevista con la AFP que los «refritos» constantes, las malas versiones y las narconovelas habían contribuido en ese sentido. Además, añadió que «con esa cosa de ver en una noche 10 capítulos, 5, 20, se perdió también ese encanto que tenía el suspenso».
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