«El mejor infarto de mi vida», una serie argentina para reír y apreciar el valor de las dificultades

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Los amantes de la comedia “made in Latinoamérica” deberían estar más atentos a los estrenos que muy esporádicamente nos traen las diferentes plataformas de streaming de alcance global. Desde hace algunos años disfrutamos de El encargado, deliciosa serie argentina estelarizada por Guillermo Francella y lanzada a nivel mundial mediante Star+ y Disney+. Tiempo después llegaron otros títulos como su “compatriota” División Palermo y la mexicana Ojitos de huevo, ambas distribuidas por Netflix.

El título más reciente en sumarse a la susodicha lista nació entre el Río de la Plata y España, como fruto de las vivencias personales de uno de los más simpáticos y brillantes escritores actuales de toda Sudamérica. El nombre del audiovisual en cuestión es El mejor infarto de mi vida, y se trata de una tragicomedia semiautobiográfica y con visos de humor negro, basada en el libro homónimo de Hernán Casciari, ilustre paisano de Borges, Maradona, Gardel y Perón (da igual si Eva y Domingo).

Originalmente pensada como un largometraje, la idea terminó convertida en una miniserie de seis partes, producida por Pampa Films, Tandem Films y Gloriamundi Producciones, y emitida digitalmente por la señal de Disney+. Estrenada el 24 de enero último, es protagonizada por Alan Sabbagh, Olivia Molina, Rogelio Gracia Bernada, Romina Peluffo y Brian Maya, quienes son acompañados en escena por otras figuras como Imanol Arias, Eleonora Wexler, Rita Cortese o Rafael Spregelburd.

Los episodios, guionizados por Lucas Figueroa, María Zanetti y Mariana Wainstein, y dirigidos por Pablo Bossi, son presentados con la frase “Los hechos y personajes retratados en esta serie son reales. Cualquier parecido con la ficción es pura coincidencia”. Por ahí empezamos a conocer del “viaje” de Ariel (Sabbagh), un poeta y escritor fantasma que vive una existencia llena de frustraciones cuando, para colmo de males, es abandonado por su mujer de toda la vida.

Tras la ruptura, el literato asume un nuevo trabajo y se traslada a Montevideo, Uruguay, con una compañera inesperada. Allí sucede el hecho que da nombre al show, justo después de que Ariel tenga sexo con la chica que recién acaba de conocer. El acontecimiento funcionará como “reseteo” en la vida de nuestro protagonista, quien comenzará una ruta de cambios que lo harán replantearse sus creencias y empezar a cuidar más de sí mismo, como única vía para mejorar su salud física y mental.

El relato, que rezuma “casciarismo” de arriba a abajo, es una pieza que se mueve entre lo cómico y lo reflexivo con bastante fluidez. El libreto de Figueroa busca evitar los facilismos y fluye en diferentes direcciones sin perder de vista el objetivo central, que no es otro que remover nuestras emociones y pensamientos de una forma sincera y orgánica.

Se agradece, y bastante, que en paralelo a lo que sucede con Ariel, excelsamente interpretado por Sabbagh, se hayan tomado el trabajo de darle un trasfondo interesante a personajes como el de Concha (Molina), Alejandra (Peluffo) y Javier (Gracia Bernada). Este trío acompaña al convaleciente y lo hace manteniendo su autenticidad y, a la vez, nuestro interés. Esto potencia la narración al aportarle ese tono coral que enriquece la historia y le permite ampliar su alcance más allá del contexto rioplatense.

El ritmo del relato es más lento de lo que cabría esperar, algo que sin dudas notarán quienes hayan consumido los textos de Hernán, un autor que entre sus muchas virtudes puede preciarse de tener una prosa sencilla y locuaz. Algo diferente pasa con el show, que, pese a estar dividido en segmentos de media hora, a ratos se torna un poco largo y ligeramente cansino.

A nivel de diálogo, El mejor infarto… mantiene el toque del escritor argentino, con esa suerte de sarcasmo bonachón que no busca darnos lecciones, sino incitarnos a ponernos en una posición diferente para mirar esas cuestiones que siempre hemos dado por sentadas. Los parlamentos no aspiran a competir con el existencialismo de Oliverio Girondo en El lado oscuro de corazón, pero igualmente están lejos de ser hojarasca destinada a llenar páginas del guion.

La obra, si bien tiene como guía al libro de Casciari, incorpora además otros elementos extra a su experiencia como infartado. El mensaje principal que pretende regalarnos, se desprende del valor de las acciones —aparentemente— más simples como factores determinantes en la superación personal.

Más allá del “¿puede un infarto salvarte la vida?”, uno diría que el objetivo del autor y sus “adaptadores” es demostrarnos el valor de las dificultades como posibles agentes catalizadores para el crecimiento personal.

Sin incitarnos a la carcajada sonora, El mejor infarto de mi vida promueve no pocas sonrisas y una especie de optimismo realista que busca sacar lo mejor de nosotros sin vendernos un fatuo eslogan de autoayuda.

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