«El Eternauta», una aventura atemporal que coloca a Latinoamérica en el centro de atención

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*Este relato puede contener adelantos de la trama.

Desde que Netflix anunció en 2020 que había adquirido los derechos para hacer una serie de acción real inspirada en la novela gráfica El Eternauta, los conocedores de esta mítica historieta argentina vivimos alrededor de un lustro esperando la llegada del viajero conocido como Juan Salvo.

Luego de ver el tráiler y la campaña de márketing, todo muy sobrio y desprovisto de fanfarria extra, finalmente el pasado 30 de abril aterrizó en la plataforma de streaming la primera temporada de esta producción, dirigida por Bruno Stagnaro y supervisada por los descendientes de Héctor Germán Oesterheld, creador junto al dibujante Francisco Solano López, del célebre cómic publicado entre 1957 y 1959 en el suplemento semanal Hora Cero.

Los seis capítulos iniciales, escritos por Stagnaro en colaboración con su hermano Gabriel, además de Ariel Staltari y María Alicia Garcías, nos llevan al Buenos Aires de la actualidad durante una noche en que Juan Salvo, un veterano de Las Malvinas interpretado por Ricardo Darín, se reúne con varios amigos para jugar al Truco, un juego de cartas muy popular en su país. El primer giro llega cuando un apagón los obliga a suspender la velada y, acto seguido, empeora, luego de que empiece a caer una nieve tóxica que se revela capaz de matar humanos y animales al menor contacto.

Una vez asimilada esta nueva y desagradable realidad, Juan y el resto de supervivientes irán tirando de su inventiva para salir adelante e intentar armar una especie de resistencia con aquellos que no han caído en las primeras horas del letal ataque. Por otra parte, el bueno de Salvo asumirá la misión muy personal de encontrar a su hija Clara (Mora Fisz), perdida en medio del caos que reina en la urbe bonaerense.

El elenco principal incluye además a Carla Peterson (Elena), César Troncoso (Alfredo “Tano” Favalli), Andrea Pietra (Ana), Marcelo Subiotto (Lucas), (Clara), Ariel Staltari (Omar), Orianna Cárdenas (Inga) y Paloma Alba (Pecas), estos tres últimos en roles exclusivos creados para esta adaptación.

Stagnaro toma la historia coral de Oesterheld y le añade más trasfondo a sus personajes, sobre todo a los femeninos, que originalmente tenían una relevancia prácticamente nula. De esta forma se actualiza el relato anterior a esta suerte de versión 2.0 y, en el proceso, surge una trama que consigue mezclar magistralmente la ciencia ficción y el terror con un sólido subtexto social y filosófico, que se alinea perfectamente con las intenciones del material original.

La etiqueta Made in Argentina, reflejada en su delicioso acento y esa jerga característica de la nación sudamericana, pone en valor la marca de identidad rioplatense y, a la vez, consigue distanciarse exitosamente de los manidos esquemas hollywoodenses que tanto suelen lastrar a otras producciones de nuestra área geográfica.

Desde el minuto inicial queda claro que esta aventura ubicada en suelo latinoamericano viene despojada de sensacionalismos baratos y, en cambio, aspira a mostrarnos a gente real en medio de un contexto extremo. Fiel al espíritu de la obra precedente, el show no está diseñado para ofrecernos grandes despliegues de efectos especiales generados por computadora, y tampoco se nos presenta en un tono épico o grandilocuente.

Es en la visión sencilla del argumento en donde yace su mayor fortaleza. A diferencia de otras obras, aquí la invasión alienígena al estilo La guerra de los mundos, sirve como mera apoyatura para regalarnos una mirada al pasado más o menos reciente de un país que ha salido vivo —y fortalecido— de fenómenos tan trascendentales como dictaduras militares, crisis económicas y mundiales de fútbol (el llavero con la foto de los campeones de 2022 pudiera ser visto como un curioso guiño a la capacidad de resiliencia de este pueblo).

Aún cuando tiene puntos en común con otras propuestas del género postapocalíptico, tales como The Walking Dead, Falling Skies, See o The Last of Us, la propuesta argentina no va de lobos solitarios capaces de salvar al mundo por sí solos, sino de gente “normal” que se junta con el objetivo de arrimar el hombro y hacer frente a la amenaza, más con sacrificio y estoicismo que con sus extraordinarias habilidades para desvivir enemigos.

El show funciona como testimonio en nombre de Oesterheld, sus cuatro hijas (dos de ellas embarazadas) y todos aquellos que, directa o indirectamente sufrieron las consecuencias del llamado Proceso de Reorganización Nacional, nombre eufemístico que recibió la dictadura militar que, entre 1976 y 1983, promovió sistemáticamente el secuestro, la tortura y la desaparición de decenas de miles de argentinos.

Si algo se le agradece a los guionistas es que no intentaron “masticarnos” todo lo que están viviendo Salvo y compañía. Aquí son los hechos, y no las voces en off o los largos monólogos explicativos, los que nos van mostrando las circunstancias de este mundo roto, cuyos habitantes parecen empeñados en no dejarse vencer por la desesperanza.

En paralelo a lo argumental, hay que romper tantas lanzas como sea posible en favor de Gastón Girod, responsable de la cinematografía dedicada a retratar una ciudad rodeada por la nieve y el miedo. Su empleo atrevido pero pragmático de los planos, además de la emocional paleta de colores de la que hace uso, crean un universo creíble en donde el desasosiego y la opresión coexisten con una suerte de cierta vitalidad que le aporta aún más matices a la puesta en escena.

Aún con los señalamientos que hablan de una progresión dramática que bien pudo haber tenido un par de marchas más, en orden de adaptar más sucesos de esta saga atemporal diseñada por Oesterheld, lo cierto es que hay pocos peros que ponerle a El Eternauta. Con un reparto brillante, encabezado magistralmente por Darín —a quien deberían nombrar de una vez como Patrimonio Vivo del Cine Mundial—, y una trama que nos vincula irremediablemente a estos personajes, el trabajo de Stagnaro et al es digno merecedor de aplausos.

Aclamada por el público general (las estadísticas de audiencia la colocan actualmente entre las tres de las más vistas dentro de Netflix) y también por los expertos, ya ha sido confirmada una segunda entrega en donde la historia debe expandirse aún más y nos permitirá recibir gustosamente las nuevas sorpresas y giros que hace más de 65 años, y para toda la eternidad, ideó el bueno de Héctor Germán Oesterheld.

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