Actor, bailarín, cantante, músico … de Julio Camejo puede decirse que es un artista todoterreno: ha participado en disímiles obras de teatro, telenovelas, reality shows y parece no existir género que se le resista. Quizás no lo sepas, pero aunque su rostro sea más que reconocido en TV Azteca y otros medios mexicanos, él es cubano.
Nació en La Habana, en la década del 70, con el nombre de Julio Antonio Sánchez González, hijo de dos bailarines, Antonio y Gladys. Sin embargo, su vínculo con México empezó desde muy joven. La primera vez que estuvo allí, tenía apenas dos años. Llegó a ese territorio debido a que sus padres tenían un contrato de trabajo que duró un lustro.
Luego regresaron a la isla y el niño comenzó su formación artística. En entrevista con la periodista Mara Patricia Castañeda, reconoció: “al arte se llega por oficio o por vocación. Yo llegué por la vocación. Siempre quise ser artista, no sabía el concepto de la palabra artista como tal, pero me gustaba ser como Michael Jackson y, cuando los niños iban a jugar béisbol, yo me quedaba en el taller de poesía”.
En ello también influyó su crecimiento en un ambiente cultural, rodeado de instrumentos musicales y del montaje de obras, además de la presencia de personalidades como Silvio y Pablo, quienes visitaban su casa.
“Yo no tuve infancia”, ha dicho en varias ocasiones, pues desde muy pequeño entrenaba durante más de 12 horas diarias. Estudió en la Escuela Vocacional de Arte y luego asistió a la Escuela Nacional de Arte, donde se matriculó en la especialidad de danza. Allí recibió enseñanzas sobre acrobacias y ballet. En este último se especializó, asistió a competencias y ganó premios nacionales e internacionales, según contó.
La carrera como bailarín debió dejarla a un lado a causa de una lesión en el talón de Aquiles, durante una representación de la obra Don Quijote. Apenas tenía 19 años y, a solo dos de haberse graduado, se acabó su sueño. Vivía en Italia y allí le dieron una subvención.
Nuevamente, hay en su historia otro vínculo con la nación azteca. Gracias a una publicidad que decía “ven a conocer Cancún por 300 dólares”, llegó a esa zona turística.
“Comenzó mi vida en México como un bailarín que no podía bailar, una baterista que no tenía bombo y empezó de cero”, confesó. Su primer trabajo fue de ayudante de albañilería. Más adelante, en hoteles de Cancún, limpió piscinas y lavó toallas. Como hablaba varios idiomas -ruso, italiano, francés…-, podía relacionarse fácilmente con clientes de diferentes nacionalidades, quienes señalaban su nombre entre lo más destacado del hotel, por lo cual fue empleado del mes y pronto le ofrecieron un puesto de animador.
Su llegó a ser tan destacado que terminó como gerente corporativo de Allegro Resort, en una época que define como de “demasiada diversión” y “vida loca”: organizaba los shows de los hoteles desde fuera, pero añoraba estar dentro.
En un viaje en avión, mientras leía un periódico, vio el anuncio de “último día de audición para Fama”, y fue directo a intentar pasar las pruebas. Al final del casting no lo llamaron y, cuando reclamó, alegaron que no lo habían hecho, debido a que no les había agradado su forma de vestir (andaba con ropa para ir a la playa). Pese a ello se ganó un papel, renunció a los hoteles y empezó una nueva etapa a fines de la década del 90.
Luego de participar en la versión mexicana de la comedia musical Fama (1997), llegó a ser bailarín de la cantante Thalía, a quien muchos nombran como su descubridora. Su espíritu artístico parecía haber vuelto o, mejor dicho, no había muerto. Regresó a la escuela e ingresó en el Centro de Educación Artística de Televisa y también estuvo en algunas academias en Nueva York.
En teatro ha participado en obras como Solo y desnudo, con la cual recibió el Premio Nacional de las Artes a la Mejor Actuación; Fuera de lugar (2017); Perfume de Gardenia (2011), donde tuvo el rol de Leonardo Solís; y ¿Por qué será que las queremos tanto? (2018).
Hizo de Televisa su casa, pues ha actuado en una veintena de novelas: Primer amor a mil por hora (2000); Clase 406 (2002); Rebelde, aquel fenómeno que muchos adoramos en 2004; Amar sin límites (2006); Tormenta en el paraíso (2007), entre otras.
Por otro lado, se le ha visto en realities como Bailando por la boda de mis sueños (2006) y Big Brother (2004).
El propio actor reconoce que en su trayectoria ha habido muchos momentos difíciles: una lesión, negativas de papeles, acoso, malentendidos… y hasta filtraciones de fotos íntimas. No obstante, siempre ha sabido reponerse.
El 2018 lo identifica como su buen año: “terminar una cosa y empezar otra”. Una obra de teatro, una telenovela (La taxista) y un reality, Reto 4 elementos. Sobre su participación en este último, ha declarado que con cuarenta y tantos años, intentar algo diferente era estimulante. En su momento, mencionó que si ganaba iba a donar todo a un hospital público para pacientes de cáncer.
En el ámbito musical también incursionó. R bot es un grupo que formó con actores secundarios de telenovelas. Estos hacían remixes de temas de pop, llevados a cumbia norteña. “No puedo decir que he pegado como cantante porque sería una mentira, pero he formado parte de proyectos que me han dado satisfacción”, entre estos, Mexicano yo soy, tema que representó a la selección de fútbol de ese país en Sudáfrica 2010; De rodillas te pido, junto a la actriz Mariana Seoane, y A mover el atún, de crítica social.
“Mi corazón late por México, pero mi sangre es cubana”, explica Julio, quien no puede ocultar la “sandunga” que lleva dentro. Reconoce que antes se criticaba al actor que quería cantar, o al cantante que quería bailar, y era difícil comprender al polifacético.
En este 2022 también ha dado de qué hablar. Llegó al reality MasterChef Celebrity México y su expulsión generó más de una polémica. Además, estuvo en el programa de telerrealidad, Inseparables: amor al límite, junto a su pareja, Isabela Gutman, modelo brasileña y madre de sus dos hijos, Sofía y Gael.
Excelente página, aprendí cosas que no sabía de la Vida de Artistas Cubanos