
Hay historias que parecen pasar de puntillas, como si el ruido de Hollywood no las dejara brillar del todo. Pero a veces vale la pena detenerse, mirar atrás y recordar a esos cubanos que, sin aspavientos ni portadas, lograron colarse en el corazón del cine y la televisión estadounidense. Tony Bolaño es uno de esos nombres. Puede que no suene de inmediato a estrella, pero basta escarbar un poco para descubrir una carrera importante.
Tony nació en Cuba un 29 de mayo de 1945. Como tantos otros, la vida lo llevó lejos de la isla, pero nunca perdió ese aire de “cubano de pura cepa” que, dicen, no se borra ni con los años ni con los kilómetros. Su historia en el entretenimiento comenzó en los años ochenta, en una época en la que el sueño americano era, para muchos, solo eso: un sueño. Sin embargo, Bolaño se las arregló para abrirse paso en un mundo donde los cubanos apenas asomaban la cabeza.
Su debut en la gran pantalla fue en Invasión USA (1985), compartiendo set con el mismísimo Chuck Norris. Imagínate el cuadro: un compatriota nuestro, en medio de explosiones y persecuciones, codeándose con una leyenda del cine de acción. No está nada mal para empezar, ¿no?
Y la cosa no quedó ahí. Tony fue sumando apariciones en producciones que, vistas hoy, forman parte del ADN de la cultura pop estadounidense. Apareció en algunas menores como Band of the Hand y Cat Chaser, pero, por otro lado se coló, en Bad Boys, esa exitosa cinta noventera que contó con las figuras de Will Smith y Martin Lawrence. No era el protagonista, pero ahí estaba, firme, aportando su granito de cubanía .
La televisión tampoco le fue ajena. En 1988 se le vio en Miami Vice, ese serial que marcó época y que, para muchos, fue la puerta de entrada al Miami de neón y ritmos caribeños. Unos años después, en 1991, Tony apareció en Baywatch, la mítica serie playera que hizo soñar a medio planeta con las playas de California (y, seamos honestos, con sus salvavidas). También tuvo un papel en Walker, Texas Ranger, reencontrándose con Chuck Norris.
Pero quizá uno de sus momentos más altos fue compartir créditos con nombres como Sean Connery, Lawrence Fishburne, Ed Harris y una jovencísima Scarlett Johansson en Just Cause. No todos pueden presumir de haber estado en pantalla con semejante elenco, y Tony lo logró, sin hacer mucho ruido, pero dejando huella.
La última película que lo acercó al gran público fue 2 Fast 2 Furious, la segunda entrega de la saga Rápido y Furioso. Allí defendió el rol de un jardinero, un personaje pequeño pero simbólico: fue su última aparición en el mainstream del entretenimiento estadounidense. No ganó premios, no salió en las portadas, pero su presencia es de esas que te hace pensar en los caminos improbables de la vida.
Tony falleció el 13 de enero de 2013, en Dallas, Estados Unidos, a los 67 años. Le sobreviven cuatro hijos y ocho nietos, quienes seguramente guardan anécdotas y recuerdos de un hombre que, sin buscar la fama, terminó siendo parte de la historia del cine y la televisión. Un cubano que, desde su rincón, dejó claro que a veces los papeles pequeños cuentan grandes historias. Así, sin más.
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