Los días así, que llueve, me dan nostalgia como a todo el mundo. Pongo una musiquita reflexiva y me siento a ver la lluvia en la ventana. Las figuritas que hace en los cristales, cómo remueve el polvo.
Estaba escribiendo toda esta mierda cuando me preguntaron el día de la semana y no supe responder. Resulta que era viernes. Que además era Primero de Mayo. Me deprimí. Este coronavirus gusano no nos deja ir a la Plaza. Este día de cualquier otro año yo hubiera madrugado en Malecón y Paseo, tan contento, entre la rumba y el sudor de todos, caminando despacio en el tumulto hasta llegar a ese sitio sagrado que es la estatua a nuestro José Martí, y allí agitaría mi banderita bien duro, con una hermosa sonrisa, para que me vieran nuestros Ulises Guilarte y nuestras Lázara Mercedes, que me devolverían el saludo agitando también sus banderitas, bueno, no a mí, nos lo devolverían a todos, a este pueblo combativo que no ha derramado sudor ni sangre porque de eso se encargaron antes José Maceo y Calixto García, Ciro Redondo y Gerardo Abreu Fontán, entre otros tantos mártires que ofrendaron sus preciadas vidas en pos de esta libertad que gozamos todos los que marchamos en esta Plaza, frente a nuestro Apóstol, detrás la certera vigilancia de nuestro Che Guevara y nuestro Camilo Cienfuegos, que nos guían hacia un mejor futuro. Este día de cualquier otro año hubiera apreciado el desfile desde el palco de prensa, una tarima cerca de la calle, y desde allí contaría la alegría de los niños y jóvenes que despertaron temprano este día para venir aquí a mostrar su apoyo al proceso revolucionario; contaría los tambores, las cornetas y demás iniciativas que tuvieron los colectivos y los sindicatos: carteles, fotos, las caras pintadas, pancartas, monumentos en papier maché, despliegues de cultura, y luego eso saldría en el periódico y yo estaría orgulloso de mi nombre. Pero nada. Este Primero de Mayo lo único que hay es cuarentena, banderas en las ventanas, #MiCasaEsMiPlaza, una nostalgia. La Plaza vacía debe estar triste. Nos extrañan nuestros Ulises Guilarte y nuestras Lázara Mercedes. Pero sabemos que la nueva trinchera de combate es la casa de cada uno, quedarse aquí comiendo y engordando, viendo televisión, salvarnos del virus para el año próximo poder estar ahí en primera fila, con las caras pintadas y las pancartas y las banderitas, desde antes que el sol salga, para celebrar nuestra libertad y nuestros derechos, todas esas cosas que solo son posibles en una nación como esta, socialista, fidelista, martiana, leninista, marxista, chavista y bolivariana, porque Estados Unidos no respeta los derechos de su pueblo, los tiene como esclavos, como máquinas laborales, pasando hambre y frío, cobrando poco, muriendo de tristeza como morían nuestros antecesores en los campos de concentración de Weyler, en el régimen de Machado, en la dictadura de Batista. Por suerte ya pasaron esos tiempos y podemos quedarnos en la casa, sin preocupaciones, con la confianza absoluta en que nuestro gobierno resolverá todas las dificultades económicas, políticas y sociales, en que nuestros aguerridos médicos sabrán enfrentar el coronavirus en Cuba y en otras tierras hermanas, fieles al legado del Comandante, que fue un hombre abnegado, humilde, audaz, valiente, reflexivo, y muchas cosas más.
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