El chama que pesquisa por esta zona, ayer llamó por teléfono a la misma hora en que Marino Luzardo empieza a disparar el previously de las carteleras de cada canal, justo antes de colocar videos de gente pidiéndole a otras gentes que se queden en casa, porque la batalla la ganamos todos de esa forma y hay que seguir las medidas que establece el gobierno y ya después habrá tiempo de ir de fiesta o abrazarnos y besarnos todos (nunca antes se mencionaron tanto “besos” y “abrazos” en la historia de la televisión cubana reciente; al menos no desde que Maradona dejó de mandarles besos a todos en su programa en Telesur). También pone videos de Rebeca Martínez haciendo ejercicios en su sala y dice Marino algo así como que cree que no podría seguir esa rutina como mismo la sigue ella. Todos los días se repite ese bucle vulgar con alguna alteración de la sintaxis, pero, básicamente, Rebeca es elastigirl y Luzardo un simple mortal. Todos los días, excepto el domingo de Talla Joven, momento en que los muchachos de este u otro centro laboral demuestran sus potencialidades en karaokes que son los mismos karaokes de hace mil años: tengo en la vida por quién vivir, amo y me ama; no hay nadie como ella, tan dulce, tan bella; ¿dónde se me ha escondido el sol que mi jardín olvidó? y todas esas exageraciones del súper amor y otras majaderías similares.
El problema es que el chama que pesquisa interrumpió mi partido entre Yankees y Mets. Yo jugaba con los Yankees. Había mejorado los atributos de medio equipo, porque este, como muchos juegos, va de no deprimirse. Estaba dando no hit no run con James Paxton, que lanzaba su primer partido luego de varios meses lesionado. Cuando sonó el teléfono, me fijé y no había dado bases por bolas, ni la defensa había cometido errores. Era un juego perfecto. Paxton eliminando a Amed Rosario con tres strikes seguidos sin que Rosario moviese el bate. Paxton dominando en rolling por segunda a Robinson Canó. Paxton ponchando tres veces a Pete Alonso, el jonronero del futuro, que, como todos los jonroneros del pasado, se poncha con lanzamientos que rompen hacia la esquina de afuera. Antes de que sonara el teléfono, LeMahieu la había botado por el right, un batazo casi idéntico al que dio en el último juego de la Serie de Campeonato del año pasado contra Houston, minutos antes de que Altuve le decidiera el partido a Chapman, dicen, con trampa. Entonces, Paxton ganaba 1-0 en la baja de la octava cuando llamó el socio:
—Buenos días ¿es la casa de Marivel? (Saco out a Brandon Nimmo en fly corto a tercera. Fácil).
—Sí.
—¿Hay alguien con síntomas? (Jeff McNeil se poncha sin tirarle).
—No.
—¿Ya cogieron el pollo? (Pete Alonso la eleva por el left field. Con el primer “way back” del narrador ya sé que se jodió Paxton. Cayó a 425 pies del home).
(Pienso durante unos diez o doce segundos en el pollo y en las colas para comprar el pollo y en la imagen del tipo que reparte el pollo por aquí, que sustituyó a otro que explotó, según me dijeron, porque estaba trabajando sin torpedo, que es un papel que tienen que llenar).
—No (Si no me hubiera quedado pensando en si cogimos o no el pollo, hubiera tenido tiempo de valorar la posibilidad de tirarle el sinker en zona baja, para buscar que roleteara por el cuadro, pero le solté la recta. En el octavo, la recta de Paxton camina a 87 millas por hora. Rodolfo García diría que estaba “durísimo”, pero para Pete Alonso es una ganga).
—Okey. Gracias.
Colgó.
El batazo de Alonso se fue de foul. Luego lo ponché con un cambio en la zona alta.
Como parece que tiene tiempo, cuando el socio vuelva a llamar la próxima vez le haré la historia del águila calva que se encaramó encima de Paxton (por aquella época pertenecía a los Mariners) antes del comienzo de un partido frente a los Twins y de cómo eso puede haberle dado buena suerte en su carrera (unos meses más tarde sería cambiado a los Yankees y ahí finalizaría la mejor temporada de su vida), porque la buena suerte a veces está en esas pequeñas hipótesis imbéciles y no en rotar el codo correctamente después del windup, ni en la escrupulosidad de los rompimientos sobre las esquinas.
PD: Si quieres leer las entradas anteriores, puedes hacerlo aquí.
0 Comentarios