Ejercicio casero: Día 36

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Foto tomada de Masterhacks Blog.

Por estos días me escribió R, un amigo que vive en Estados Unidos. Dice que lleva un tiempo en la deep web buscando manuales para hackear carros eléctricos Tesla. R trabaja como jardinero. Aquí era estudiante de informática y comprador de pruebas intrasemestrales, pero allá no ha tenido suerte. No gana mal encorvado frente a los portales de las casas de algunos yumas estirados de Tallahassee, aunque nunca le he preguntado cuánto gana. Sí le he preguntado por otras estupideces: por qué cuando fundaron Tallahassee no pusieron también la “h” doble.

Pero el tema no es ese. El tema es que R, me parece, está perdiendo su tiempo con los apéndices glamurosos de Elon Musk. Le digo que hay cosas más importantes para hackear. Por ejemplo, un sitio para descargar libros. Un sitio con millones de visitas y descargas anuales: www.ebiblioteca.org. Me dice que no le ve utilidad a eso. Le digo que tampoco es útil molestar a Musk, porque a Musk seguramente le jodería más una referencia falsa en su página en Wikipedia.

Pero ese tampoco es el punto. Si él logra hackear www.ebiblioteca.org, podríamos sustituir algunos libros por otros. Descargar uno, editarlo y luego subirlo con algunos cambios. Se me ocurre que en el inicio de Underworld, de Don DeLillo, el que da el jonrón y define el partido entre Dodgers y Giants sea Orestes Miñoso, un cubano que no estuvo en ninguno de esos equipos, pero fue el único en la historia de la MLB en jugar en cinco décadas distintas (40, 50, 60, 70 y 80) y, además, era el ídolo de mi bisabuelo. Y yo a mi bisabuelo nunca le había hecho un homenaje. Ni un dibujo cuando tenía siete años. De hecho, ni lo conocí. Pero sería una delicadeza que el argentino, la mexicana, el hondureño, la española que descargue Underworld conozca a Miñoso, el primer negro latinoamericano en llegar a las Mayores, dos años después de que Jackie Robinson… (no voy a decir “rompiera la barrera de la segregación racial en las Grandes Ligas” porque no me da la gana) debutara con los Dodgers.

También podríamos sustituir toda la obra de García Márquez por algunos trabajos de clase de la asignatura de Periodismo Narrativo (no recuerdo si verdaderamente se llamaba así). De los que no puedes soportar porque sabían utilizar el EndNote, el Mendeley y todas las normas de estilo y colocaban, en medio de un párrafo donde escribían sobre la madre que lloraba porque su hijo se había ido en el 94, una cita bibliográfica del tipo “García Márquez, G: 1985, 26”, como si García Márquez, Dios-De-Todos-Los-Estudiantes-De-Primer-Año-Que-Ahora-Están-En-Quinto-Pero-Se-Sienten-Como-Si-Acabasen-De-Forrar-Las-Libretas-De-Hace-Cuatro-Cursos, hubiera augurado el llanto de esa señora y, sobre todo, esa premonición del colombiano le aportase cierta cientificidad y, además, un tono más austero a los sollozos.

PD: Si quieres leer las entradas anteriores, puedes hacerlo aquí.

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