Voy de nuevo. Como todas, ya comienza a aburrirme la rutina de hacer ejercicios cada dos días. Tampoco tengo mucho qué contarte: que escribo poco, que casi no leo, que los días empiezan y se acaban sin saber cómo. El tiempo es extraño. Pasa una hora demasiado lento y una semana demasiado pronto. Llevo horas mirando el minutero, el minutero no avanza. En mi cabeza lleva diez minutos en 27. Cambió a 28. Pero sale el sol y desaparece sin que logre darme cuenta de si es miércoles. Empieza a atardecer pero hace un rato que terminé el café del desayuno. Ahorita me entra sueño y anochece y ahorita me despierto. 29. Ayer fue 31 de diciembre y hoy es abril.
Así me va la vida. Hago listas que no completo nunca. De trabajo, proyectos, prioridades. Tú verás, ahora sí, cuando despierte voy a hacer no sé qué, entonces mañana termino aquello y lo otro en noviembre. Descarté esto. Esto no lo haré nunca. Eso en agosto. Envejezco en la máquina. Me crece pelo, me aparecen canas.
Hoy desperté a las cinco de la mañana. Remoloneé en la cama hasta las 11. Me senté a terminar un reportaje. Almorcé dos panes, vi El Pequeño Hércules. Hice café dos veces, abrí Telegram y hablé por WhatsApp, subí par de estados. Volví a la máquina y rehíce lo que había avanzado en la mañana porque no me gustó, me frustré un poco, traté de mejorarlo, borré todo, me hice café. Empezó a caer la tarde, el cielo rojo entre los edificios. Sonó el teléfono. Empecé este texto. Mi reportaje está donde estaba anoche y donde estaba antenoche. Tengo que terminarlo para mañana y empezar otro. Termino este texto, me hago un café y empiezo a terminarlo antes de que me entre sueño y anochezca. El minutero está en 46.
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