Revisen, durante unos minutos, la sección de “Vida y estilo” en el portal de noticias de Yahoo.
“Contra los rumores: Kate Middleton y Meghan Markle, juntas en la final femenina de Wimbledon”.
“Keira Knightley quiere envejecer con dignidad (y el pelo gris)”.
“La esposa de Ed Sheeran teme que se convierta en un ermitaño”.
“Las claves para conquistar a Irina Shayk”.
“Miley Cyrus no era capaz de seguir siendo Hannah Montana tras perder la virginidad”.
“Las uñas de Rosalía vuelven a ser protagonistas en su último concierto en Madrid”.
De todo eso va Dark. Falso. De todo eso, exactamente, no va Dark. La serie alemana tiene que ver con las disposiciones del tiempo: ¿qué hago yo en “Vida y estilo” de Yahoo?, ¿habrá forma alguna de abrir luego la sección deportiva sin que recuerde que antes leí un titular del tipo “Dime de quién te rodeas y te diré cómo te sientes?” Dark es, si se quiere, una teoría que no niega la existencia de esa última posibilidad.
Las series dependen de esos pequeños pretextos. Desde Hitchcock, por ejemplo, las muertes son siempre irrisorios pretextos circunstanciales. El resto es emplazamiento del clímax. No nos engañemos: la muerte nunca es el fin. Cuando en Dark comienzan a aparecer niños muertos, en realidad no está sucediendo absolutamente nada (como tampoco sucede nada cuando descubren que les han mutilado los ojos). Muerte, mutilación: lo mismo. “Nuestro pensamiento está caracterizado por el dualismo: entrada y salida, negro y blanco, bien y mal. Todo se presenta como pares opuestos, pero eso está mal”, dice uno de los personajes. Es esa la cuestión que trasciende a lo demás. Esa, y también que la muerte es el más perfecto estímulo para un espectador entusiasta (dícese del curioso ser que paga suscripciones mensuales en más de dos plataformas de streaming, evalúa las series en iMDB y recita tres de cada cuatro extractos de las reseñas que aparecen en Film Affinity).
No quiero insistir tanto en aspectos del ocio humano moderno, pero, por si no has visto la serie, vamos con Film Affinity: “Tras la desaparición de un joven, cuatro familias desesperadas tratan de entender lo ocurrido a medida que van desvelando un retorcido misterio que abarca tres décadas… Saga familiar con un giro sobrenatural, Dark se sitúa en un pueblo alemán, donde dos misteriosas desapariciones dejan al descubierto las dobles vidas y las relaciones resquebrajadas entre estas cuatro familias”. Obvien la oración -a lo Succession– de las familias… Céntrense en las tres décadas. “¿Has oído hablar del ciclo de 33 años? Nuestros calendarios están mal. Un año no tiene 365 días. Siempre estamos un poco desincronizados, por así decirlo. Pero cada 33 años, todo vuelve a ser como era. Las estrellas, los planetas y el universo entero vuelven a la misma posición. El ciclo lunar-solar. A mi abuelo, esas cosas lo obsesionaban: el Big Bang y el Big Crunch. El eterno retorno de Nietzsche”, dice otro de los personajes. No traigo más spoilers… por ahora.
A Dark la vendieron en 2017 como la Stranger Things alemana. Hay algunas complicidades entre ambas. Llamémosle complicidades a crossovers, quizás, involuntarios. Pese a ello, Dark no es nada sin los tiempos; en Stranger Things, en cambio, se preocupan más por el espacio. Si te gusta una, no tiene por qué interesarte la otra, pero la mercadotecnia es, sabemos, un experimento de asociaciones que pretenden facilitarnos algunos significados. Esto fue un paréntesis. O no. Dark contiene también, hasta cierto punto, esa noción asociativa, básica del marketing. No hay nada con más vínculos que las implicaciones de una brecha temporal: si viajas 33 años hacia atrás y acabas con un presunto asesino, puede que, entonces, no muera alguien en el futuro. La muerte, ya lo hemos dicho, es un pretexto estropeado, pero sirve para solidarizar y, a través de esa solidaridad, empezamos a preocuparnos por el resto del orden de cosas.
Yo, por ejemplo, me solidarizo con todo el iluso que leyó “Las claves para conquistar a Irina Shayk”.
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