Cada año que comienza, más allá de los buenos deseos para los siguientes doce meses, trae con él ciertas situaciones que nos ponen, como raza, al borde de un ataque de nervios. A fines de 2019, al otro lado del planeta surgió una amenaza enorme en forma de virus.
El coronavirus de 2019, nombrado provisionalmente como 2019-nCoV o Coronavirus de Wuhan, hizo acto de presencia en la ciudad china que lleva ese mismo nombre, localizada en la provincia de Hubei, en las últimas horas del pasado año. Las alarmas comenzaron a dispararse después de que un ciudadano japonés regresó a su país desde esa localización y presentó síntomas similares a los provocados por la neumonía, tales como tos, fiebre y dolor de garganta.
Si, por un lado, el paciente nipón se mejoró rápido y fue dado de alta el 15 de enero, cinco jornadas después de su ingreso hospitalario, este caso reportado puso en “pie de guerra” a las naciones del área, empezando por el Gigante Asiático.
Cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS) hablan de 27 casos de neumonía “desconocida” hasta el 31 de diciembre pasado. Ya para el 7 de enero se había diagnosticado como coronavirus la enfermedad de la que se reportaban 41 enfermos a la altura del día 12.
La situación fue empeorando hasta el presente y ya en China los casos superan la cantidad de 1700 y los fallecidos se cuentan en más de medio centenar. Además, la expansión del 2019-nCoV no sólo ha afectado a países vecinos como Japón, Corea del Sur o Tailandia, sino que ha “aterrizado” en Estados Unidos y Francia, por solo citar dos ejemplos.
Cierto es que la OMS ha decidido no declarar la emergencia internacional, algo que sí hizo en 2009 (gripe A), 2014 (polio y ébola —África occidental—), 2016 (zika) y en julio de 2019 (ébola —RD del Congo—). No obstante, es inevitable comparar este panorama con el de la epidemia del síndrome respiratorio agudo grave (SARS, por sus siglas en inglés), que entre 2002 y 2003 llegó a varios continentes y provocó la muerte a más de 800 personas, la mayoría de ellas oriundas de Asia.
Especialistas apuntan que la sintomatología de este “primo malvado” de la gripe común comienza por un cuadro regular que incluye tos seca y fiebre, pero que luego puede implicar problemas respiratorios severos y desencadenar una neumonía de gran peligro para la vida. De cualquier manera, las posibilidades de fallecimiento son del 3% aproximadamente, número mucho menos alarmantes que los del SARS (10-18%) y el síndrome respiratorio del Oriente Medio (MERS, 35 %).
Después de establecer al mercado de pescado y mariscos de Wuhan como la posible fuente del brote (se dice que en ese sitio hay gran insalubridad y una buena cantidad de comercios ilegales), las autoridades sanitarias aseguran que el contagio no ocurre por vía aérea, sino a través de la saliva que expulsan al toser los enfermos. Este factor hace que la crisis sea menos difícil de contener mediante la cuarentena, pero no resta tensión alguna al estado que se vive en diferentes latitudes.
Huanggang, Chibi y Ezhou, urbes cercanas a Wuhan, han sido “cerradas”, y también se estima en 80 millones la cantidad de máscaras vendidas online a lo largo de la semana que recién concluyó.
La seriedad con que China se ha tomado el tema es tan grande que, incluso, se encuentran construyendo hospitales “relámpago”. El primero de ellos, con capacidad para 1000 camas, debe estar listo para finales de enero, mientras que otro, de 1300 espacios, se supone operativo a mediados de febrero. Ahora mismo, ingenieros y constructores de todo el país se encuentran trabajando sin descanso con el objetivo de completar ambos centros, a priori vitales para la resolución del problema.
Ante la ausencia de un tratamiento efectivo para eliminar al 2019-nCoV, la OMS ha difundido una serie de medidas que buscan minimizar el riesgo de contaminación. Entre las precauciones esenciales se pide:
- Evitar el contacto físico desprotegido con gente que presente infecciones respiratorias agudas (IRA), así como con animales de granja o salvajes.
- Lavarse las manos con asiduidad, sobre todo después de estar cerca de personas enfermas.
- Aquellos que presenten síntomas de IRA, deben mantener distancia con sus congéneres, cubrir su nariz y boca con pañuelos o ropa, así como lavar sus manos con algún desinfectante después de estornudar y/o toser.
- En el caso de las instituciones hospitalarias, se recomienda reforzar los protocolos preventivos para el control de infecciones, fundamentalmente en la zona de urgencias.
- A los viajeros que presenten síntomas durante o después de la travesía, se les pide buscar atención médica inmediata, y dar parte de su trayecto.
- Velar por la correcta cocción de alimentos como la carne y los huevos.
De momento, se estima que el virus se mantenga estable y que, por tanto, no ocurran mutaciones que compliquen la enrevesada situación que se vive hoy en las tierras orientales y un poco más allá de ellas. Sea como sea, es altamente recomendable mantenerse informado y alerta sobre los próximos acontecimientos.
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