Después de caer goleados por los anfitriones, nadie apostaba un duro por Perú. Y por el canto de ese mismo duro, están hoy en semifinales. Uruguay no tuvo el control del partido, pero anotó dos goles, anulados por el asistente y luego ratificado por el VAR a causa de posición antirreglamentaria. Justicas pero justas. Al final, el resultado gafas no se movió del luminoso.
Uruguay tuvo muchas ocasiones, más de una a un metro de distancia de la portería, pero ni Cavani, ni Godín estaban en su noche. Suarez luchó, creó peligro y nada más. El mediocampo uruguayo se tragó al peruano, por eso los andinos saltaban líneas y buscaban con balonazos, o incursiones por la banda, la meta de Muslera. Tuvieron lo suyo, alguna oportunidad, pero la defensa celeste siempre estuvo en su sitio. Sin espacios para errores. En pocas palabras, Uruguay jugó con la garra de siempre, neutralizó al rival, pero solo con garra no se le gana a nadie.
Con esto de penales directo sin pasar por la prórroga, el equipo inferior apuesta por el cerrojo. Y luego se tira la moneda al aire, o los penales, que es casi igual. Perú no se escondió, pero tampoco arriesgó demasiado. Si anotaban, perfecto, pero la prioridad era evitar el gol.
Y por tercera vez, tras empate a cero, los penales. Esta vez fue Suárez a quien le tocó colocarse el antifaz de villano. Una pedrada al estómago de Gallese fue suficiente para despedirse de la Copa América. El portero peruano apenas tenía aire para celebrar la atajada. La cara de Luisito regurgitaba pucheros. El resto fueron cobros impecables.
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