No soy un gran consumidor de novelas visuales, lo cual es raro porque me gustan muchísimos los videojuegos con una fuerte carga textual. No tengo un problema con el género, aunque reconozco que sus dinámicas no son mis preferidas. Creo que está relacionado con las expectativas o incluso con el estado en que uno esté. Si quiero descargar mi ansiedad o desestresarme, siempre voy a elegir un roguelike o un matamarcianos. Y cuando quiero explorar un universo, casi siempre elijo viejos conocidos. No obstante, hay dos o tres títulos a los que les di una oportunidad y no me fallaron.
Las novelas visuales son ficciones interactivas, como mismo lo son las aventuras de texto. A veces el entorno cambia, pero siempre es en la prosa donde radica el alma del videojuego. Excepto en las novelas visuales porno, un filón de la industria que produce ganancias decentes a determinados creadores a través de Patreon, aunque a veces también podemos encontrarlas en Steam.
Far from Noise (2017, George Batchelor) se desarrolla al borde de un acantilado, donde un carro está a punto de caer, pero no lo hace por algún tipo de milagro. El atardecer es hermoso. La persona dentro del vehículo no logra salir porque, cuando lo intenta, pierde el equilibrio y amenaza con caer. A partir de ahí, se desarrolla una conversación entre dos personajes acerca de la vida, en su máxima acepción. En un primer momento podría parecer aburrido, pero su creador logra equilibrar la belleza de la puesta de sol, el cambio de coloración del paisaje a partir de la luz solar, y una suave melodía de fondo. Tres horas dura la magia de la escena, y si bien la conversación es el centro, el efecto que logró sobre mí fue gracias a la suma de todos los elementos de la escena, y no a uno en particular. Quizás Far from Noise fue la primera ocasión en que una novela visual me atrapó por completo sin sentir que no estaba aprovechando mi tiempo de ocio.
Butterfly Soup (2017, Brianna Lei) me sorprendió por su capacidad para hacerme sentir empatía por un grupo de adolescentes e interesarme por una historia que mientras más avanzaba, más lejos sentía de mi. Todo gira alrededor de cuatro chicas queer asiáticoamericanas que se enfrentan a su primer año de secundaria. El eje es la relación romántica entre dos de ellas, cómo descubren su sexualidad, su no heterosexualidad, y cómo lidian con esta en un ambiente tan hostil y homofóbico como la adolescencia, aunque este tema lo tocan muy por encima, y se centran más en el autodescubrimiento, quizás con la idea de mantener un tono optimista y evitar el bullying, al menos narrativamente. En este caso, la genialidad está en su tono intimista, y en la transparencia de su autora, que se basó en su adolescencia para crear la obra. En todo momento destila una sensación de veracidad que nos hace sentir en ese espacio físico (el de las chicas). Por otra parte, que las cuatro protagonistas tengan intereses tan distantes y a su vez mantengan una relación tan estrecha, me hizo entender cuán semejante era mi círculo de amigos. En Butterfly Soup podemos tomar decisiones, sin que estas influyan en la trama; el objetivo de su autora era contarnos una historia lineal y sencilla, y lo logra con mucha facilidad. La obra fue bastante aclamada en su momento, al punto de ser considerada una de las mejores novelas visuales del año.
Del lado del porno voy a referirme a par de títulos presentes en Steam. A Mutiny!! (2017, Lupiesoft) llegué por Gamasutra y una serie de artículos que se referían a la limpieza que hizo la plataforma de Valve de obras con contenido pornográfico, y cómo este título sobrevivió. Mutiny!! tiene contenido sexual, pero su erotismo narrativo supera por mucho las imágenes. La historia va de una chica que termina al mando de un barco, en un universo mágico, lleno de chicas monstruos. Su relación con ellas casi siempre discurre en las noches, y termina con algún encuentro sexual o erótico. Sin embargo, durante el día, la historia transcurre con naturalidad, tiene diferentes arcos narrativos, y nos presenta un mundo lleno de fantasía y momentos de tensión o pequeños puzles que pudieran parecer no muy cercanos al porno. En resumen, una buena historia cargada de sexo, algo que pudiera espantar a los mismos puritanos que aplauden Game of Throne.
La otra novela visual es Ladykiller in a Bind (2016, Christine Love) (a esta no recuerdo cómo llegué, pero sí que estuvo en varias listas de juegos destacados del año). Una obra llena de giros dramáticos y absurdos que terminan casi siempre en algún incidente sexual más cercano a la comedia. El jugador maneja a una chica de 18 años que toma el lugar de su hermano gemelo en un crucero con compañeros de aula. A partir de esa alocada idea, donde las mujeres creen que se sienten atraídas por un joven, y estos por alguien de su propio sexo, terminamos en situaciones que nos dejan dudando mucho de todos los patrones heteronormativos que consideramos normales. No obstante, la autora se vio en la necesidad de publicar un parche para cambiar una escena de humillación sexual no consensuada que sufre la protagonista.
A todos no nos gustan los mismos géneros. Pero eso no implica que a veces, mediante la exploración, encontremos obras que, sin cambiar nuestra opinión sobre sus formas de contar, nos transmiten ideas interesantes. Está claro que las novelas visuales no pretender innovar en cuanto a mecánicas, y solo buscan enganchar al jugador a través de historias (y alguna que otra escena sexual o erótica) o planteamientos a priori interesantes. Entender qué vamos a encontrar nos puede ayudar mucho a no esperar peras del olmo. Y de nuevo, algunas pueden sorprendernos.
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