El chico y el caballo son uno solo. Pegados el uno al otro vuelan, más que corren, por la pista del Oriental Park de Marianao y deslumbran, durante el proceso, a la afición que acude allí a ver las trepidantes carreras de caballos. Avelino Gómez es un adolescente que no ha cumplido los 15 años cuando debuta en el máximo circuito hípico de la Isla, pero parece que lleva toda la vida en eso.
Para el nacido en 1928 cerca de La Habana, todo había comenzado de pequeño en casa, cuando alguien de su familia le vio montar y notó en él las maneras de un grande. Luego vino la exhibición del Oriental y poco después hubo otra memorable en el Hipódromo Las Américas de Ciudad de México, sitio en donde conquistó a la afición gracias a su superioridad sobre la montura.
En tierra de los aztecas, Avelino se siente cómodo. El clima, la gente y las victorias le hacen quedarse durante el tiempo suficiente para alcanzar la madurez como hombre y como jockey. Por el camino, asiste también a varias competencias en la capital cubana y en Vancouver, Canadá, pero luego de un tiempo en ese ciclo, la necesidad de un reto mucho mayor lo llevan a poner su mira en otro sitio.
El sueño de muchos jinetes profesionales es competir en Estados Unidos y ganar la Triple Corona de ese país, circuito en el que compiten caballos de tres años en distancias que van desde 1.6 hasta 3 kilómetros. Ganar en la misma temporada el Derby de Kentucky, el Preakness Stakes de Baltimore y el Belmont Stakes de New York era para Gómez —y otros tantos— una suerte de Santo Grial de las cabalgatas.
Ascot Park de Akron, Ohio. Avelino comienza a llamar la atención en todo el norte de América luego de vencer en seis carreras realizadas en esa plaza a bordo de grandes ejemplares como Ridan, Crimson Satan, Never Bend y Affectionately. Las estadísticas indican que uno de cada tres animales que él guía termina cruzando la meta por delante de los demás. Pero justo cuando el primer gran derby empieza a verse en el horizonte, le llega una citación que cambiará definitivamente el curso de los acontecimientos.
Es 1951 y hay guerra en Corea. Un documento oficial le notifica al Sr. Avelino Gómez que debe presentarse en la oficina de reclutamiento para enrolarse cuanto antes en el Ejército. Una decisión debe ser tomada: ¿decir un posible adiós a las pistas o marcharse para siempre de los Estados Unidos? La respuesta es una sola: Canadá.
Hasta la nación más septentrional del continente americano va a parar, convertido ahora en un prófugo del Servicio Militar yanqui. Llega forzado por las circunstancias, y aunque no tiene la más mínima idea, eventualmente los terrenos de la pista de carreras Woodbine de Toronto, Ontario, llegarán a ser sus dominios.
Para ahorrar dinero, se aloja en un motel barato cercano a la instalación. Mientras sus colegas jockeys “aterrizan” en Cadillacs, él prefiere caminar hasta allí. No le interesan demasiado las fiestas, la bebida ni las mujeres. “Ya habrá tiempo para eso”, supone, mientras se dedica a perfeccionar su técnica y conocer a fondo el carácter de las diferentes razas equinas.
A partir de 1952 gana cientos de carreras por año, pero es en 1966 cuando completa el más exitoso de todos. Durante esos doce meses obtiene 318 triunfos, marca que le convierte en el primer jinete de Canadá en superar la barrera de los 300 y a la vez le coloca como el más ganador de la temporada entre todos los norteños. Para rematar, logra un porcentaje de victorias de 32%, marca que sigue vigente como la mejor de la historia para cualquier campeón de Norteamérica.
A lo largo de su brillante recorrido por los hipódromos gritó exactamente 4081 alirones y mantuvo un porcentaje ganador del 24%, marca que le llevó a ser apodado como “El Perfecto”. Fue el jockey “canadiense” más dominante en siete ocasiones (1956-1960, 1964 y 1966) y su nombre se convirtió en sinónimo del Queen’s Plate, trofeo que ganó en cuatro ocasiones (1957, 1960, 1966 y 1969), por lo cual todavía comparte un puesto de honor con Sandy Hawley y Robin Platts como los jockeys más laureados de esa competición, conocida por ser la justa de purasangres más antigua y prestigiosa de esa región del continente.
Además de ser tetracampeón en la principal carrera de la Triple Corona canadiense, Gómez sumó otros cinco galardones en las restantes dos integrantes de esa tríada, pues comandó en par de oportunidades la Prince of Wales Stakes (1959 y 1964) y en tres la Breeders’ Stakes (1959, 1966 y 1967).
De entre todos los magníficos caballos que montó, Gómez reconoció en Victoria Park a su mejor compañero. Junto a él ganó la Queen’s… del ’60 y así lo convirtió en el primer animal criado en Canadá en ganar una carrera perteneciente a cualquiera de las Triples Coronas americanas.
Su personalidad, extravagante y carismática, lo convirtió en un favorito del público y logró que trascendiera no solamente como un gran atleta, sino como un gran animador de las carreras en general.
Entre las anécdotas más notables que protagonizó, destaca una sucedida en el Blue Bonnets de Montreal, a principios de los 60. En aquella ocasión, estaba presente en la lista de partida Al Coy, cuyos choques con Gómez dentro y fuera de la pista eran bastante frecuentes. Durante la carrera, el cubano cayó de su caballo y se quedó inmóvil en el suelo. Al ver aquello, Coy se acercó preocupado, pero Avelino, sospechando que este había tenido que ver con su caída, esperó hasta que llegara y se levantó súbitamente para darle un puñetazo.
En otra ocasión, específicamente durante el Greenwood de 1960, Avelino iba de líder en el tramo definitivo cuando cayó del caballo. Inmediatamente se puso de pie y saludó al público, que lo recibió con aplausos. Sin embargo, en medio de la algarabía, una persona comenzó a abuchearlo y a continuación se sumaron todos los demás de la audiencia. Al ver este cambio de humor tan repentino, el jinete dijo: “tal vez me inclino por un bis”.
Según cuenta su propio hermano, Mickey Gómez, Avelino era un hombre muy temerario, tanto, que en la Queens Plate de 1960 decidió correr aun sabiendo que un tipo lo había amenazado con dispararle cuando pasara por la curva de la casa club. Su osadía esa vez fue tanta, que incluso se detuvo en ese punto para ver si realmente el hombre haría lo prometido. Posteriormente, al ser reprendido por Mickey, respondió: “si voy a morir, esta es la mejor manera”.
En 1971 decidió retirarse y asumir el rol de criador de caballos, pero al año siguiente regresó a las carreras. Lo mismo pasó en 1974 y entonces sólo duró dos años alejado de las monturas.
La muerte le llegó demasiado temprano a Avelino Gómez. Sólo tenía 52 años cuando fue víctima de un accidente entre tres caballos mientras competía en la Woodbine Oaks del ’80. Como tributo a la excelsa carrera, una estatua en bronce de tamaño natural fue colocada a la entrada de ese legendario recinto ecuestre.
Entre los honores que recibió en vida se cuentan la exaltación al Salón de la Fama de las Carreras de Caballos de Canadá en 1977 y el Premio Soberano de 1978 por su constitución a ese deporte. Póstumamente, fue incluido en el Museo Nacional de Carreras y el Salón de la Fama de los Estados Unidos en (1982), el Salón de la Fama del Deporte de Canadá (1990) y el Salón de la Fama del Deporte de Ontario en 1997.
Desde 1984, anualmente se otorga el “Premio Conmemorativo Avelino Gómez”, galardón que reconoce a personas nacidas, criadas o con al menos cinco años compitiendo en Canadá, que hayan hecho un aporte notable a las carreras de caballos purasangre.
El famoso empresario y entusiasta del deporte, Conn Smythe, dijo sobre él:
“Gómez era un soldado. Si estuvieras en una guerra, en el ejército, la marina o la fuerza aérea, sabrás lo que estoy diciendo. Nunca pidió una pulgada y nunca se echó atrás de nadie ni de nada”.
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