Pese a que todavía no puedo separarme de la calculadora y los dedos para realizar las cuatro operaciones matemáticas básicas, hubo un tiempo en que todo parecía indicar que me dedicaría a las ciencias, quizás a las exactas. Por entonces mi padre se esforzaba en que pusiera atención en los estudios y se empeñaba en comprarme todo tipo de libros sobre el tema. Dos de ellos los encontró en una «polilla», de esos estantes particulares donde un señor afable vende todo tipo de volúmenes viejos y gastados pero que difícilmente encontremos en las más modernas librerías. Uno se llamaba Álgebra y otro Aritmética, ambos de un tal A. Baldor, y costaron al patrimonio familiar cerca de 80 pesos. Una ganga, según mi papá.
Lo que mi padre no sabía era que las matemáticas me importaban un comino y que, mientras me observaba orgulloso hojeando ambos libros, realmente me entretenía leyendo la introducción de cada capítulo, donde el autor hacía minuciosos resúmenes de la vida de grandes matemáticos, acompañados siempre de llamativas ilustraciones. Lo que yo no sabía (además de hacer cálculos medianamente complicados para mi edad) era que el tal A. Baldor, de nombre Aurelio, fue un cubano del siglo pasado y no un árabe barbudo, y que estos libros han sido el dolor de cabeza de varias generaciones de estudiantes en Latinoamérica.
Unos años después, cuando creí que jamás volvería a saber de ese par de inmensos volúmenes que guardo en algún rincón inhóspito de mi librero, me encargan un pequeño artículo sobre Aurelio Baldor. Como todo buen ciudadano contemporáneo indagué en Google sin esforzarme en hacer una búsqueda especializada o académica y lo primero que encontré fue una inmensidad de artículos (algunos en medios prestigiosos y otros tantos en bloguillos perdidos en Internet) explicando con exactitud una misma tesis: Baldor no es árabe, sino cubano.
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Aurelio Ángel Baldor de la Vega (1906-1978) nació en La Habana y se presume que tenía cierta ascendencia belga. Sea cierto o no, el caso es que cuentan que en su juventud tenía un tamaño digno de un guerrero nórdico (1.95 metros) y se destacó en deportes mientras fue alumno del Colegio de Belén. Pero Aurelio prefería ejercitar su cerebro antes que sus músculos y matriculó en la Universidad de La Habana. Contrario a cuanto pudiera imaginar, no estudió Matemática, sino Derecho.
Llegado a este temprano punto, he de recalcar lo difícil de seguirle la pista a este personaje. Sus datos biográficos generales están al alcance de todos, incluso, resumidos en pocos párrafos en la omnisapiente Wikipedia. Sin embargo, acceder a los pormenores de su vida cuesta algo más de trabajo, o al menos en lo referido a detalles fidedignos, basados en documentos y no en las declaraciones de su tercer hijo, Daniel Baldor. A diferencia de su padre, quien prefirió guardar silencio respecto a sus últimos años en Cuba, Daniel es el responsable de buena parte de la vida de Aurelio que hoy conocemos.
Al parecer, a Baldor le apasionaban más las ciencias exactas que las jurídicas y poco se sabe de su vida como abogado. Cuentan que pasaba horas frente a problemas matemáticos y complicados cálculos en su estudio, acompañado siempre de cigarrillos y café. Los rumores, o las declaraciones de conocidos suyos y de Daniel, nos dicen que esa pasión por los números lo llevó a repasar a algunos estudiantes, por lo cual fue alcanzando fama de buen profesor. Su improvisado alumnado aumentó de a poco y, un buen día, el abogado se decidió a abrir una academia, la cual llevaría su apellido y sería dirigida por él.
El Colegio Baldor fue una institución educativa privada ubicada en Línea y 13, en el Vedado. Fundada a inicios de la década del 40, en poco tiempo se hizo de una matrícula de 3500 alumnos y un parque de 32 autobuses escolares. Sin embargo, este centro alcanzaría fama internacional cuando su director publicara una serie de libros matemáticos iniciada con el volumen Álgebra. Posteriormente se publicaría Aritmética y después Geometría plana y del espacio y Trigonometría, aunque sobre este último algunas fuentes afirman que fue escrito realmente por su primo, José Antonio Baldor. A quien guste de las trilogías, pues aquí le va una, aunque, por mi parte, me quedo con El Señor de los Anillos.
Como pedagogo, Aurelio Baldor sentía cierto apego a la corriente conductista. Su lógica era aquella de que «el hábito hace al monje», por lo cual llenó sus libros de ejercicios muy bien intencionados para fijar el conocimiento adquirido en cada una de las materias. También es reconocido el entusiasmo de Baldor por estudiar la historia de la matemática, lo que le llevó a introducir al inicio de cada capítulo un resumen de la biografía de algún matemático famoso. Así supe de Hypatia de Alejandría, de Nieper, de Fibonacci, de Pascal y muchos más que siempre me resultaron más atractivos que los complicados cálculos que les continuaban.
La fama y el capital de Aurelio Baldor fue en aumento durante la siguiente década, al menos hasta el 1ro de enero de 1959. De las posturas políticas del matemático no se sabe mucho, aunque se especula que no estaban nada emparentadas con el entonces rumor de que en Cuba había triunfado una revolución comunista. En este punto las cosas se complican un poco, pues solo se conoce que Baldor abandonó el país junto a su esposa Moraima, sus siete hijos y la nana de estos en 1960, y tanto su colegio como su casa en las playas de Tarará le fueron expropiadas por el nuevo gobierno. Para explicar las zonas oscuras de esta historia solo contamos con el testimonio que Daniel repitiera tantas veces a diferentes medios de prensa.
Según el tercer hijo de Aurelio, el propio Raúl Castro se había empecinado en apresar a su padre, aunque los motivos precisos siguen siendo un misterio. El arresto nunca sucedió, al parecer, gracias a la intervención de Camilo Cienfuegos, habanero de nacimiento y admirador de la obra pedagógica del matemático cubano. Para cuando Camilo murió, la familia Baldor volvió a sentirse desprotegida y terminó por emigrar a México, donde estuvo por poco tiempo antes de llegar a Estados Unidos.
Una vez en Norteamérica, Baldor estuvo dando tumbos desde New Orleans hasta New York, pero, finalmente, su adicción a las ciudades «New» terminó en New Jersey. Allí consiguió instalarse y lograr la plaza de jefe de la cátedra de Matemáticas en la Steven´s Academy, de Hoboken. Poco después se retiró y murió de un enfisema pulmonar en Miami, donde viven actualmente sus descendientes. Eso sí, jamás habló de aquellos convulsos meses antes de abandonar su tierra.
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Lo anterior podría definirse como un resumen (para algunos casos, ampliado) de toda la información que nos ofrece Google sobre Aurelio Baldor. De una u otra forma, en casi todos los sitios se habla de lo mismo respecto a su vida, quizás con uno o dos cambios que sujetan ciertos datos biográficos al insondable terreno de la especulación. Pese a esto, la figura de Baldor resulta exquisita para los curiosos, y no por las repetidas elipsis de su historia, sino por todo lo que ha desencadenado tanta desinformación sobre su persona.
Comencemos por lo que algunos llaman «El misterio» o «La confusión» de Baldor, que nada tiene de misterio ni de confusión a no ser el conformismo de quienes hemos tenido en las manos el ya mencionado Álgebra. De alguna manera, casi todo el mundo cree que Baldor fue un matemático árabe de cara alargada, con la barba frondosa y perfilada, y ataviado con un excéntrico turbante rojo.
El error se debe a la portada del libro Álgebra, ilustrada por el dibujante cubano D. J. Terminel, donde aparece la figura del matemático persa Al-Juarismi en un primer plano, y de fondo, una recreación de la antigua Bagdad. Esta carátula se debe a un acuerdo al que llegó Baldor (gran admirador de Al-Juarismi) con la editorial mexicana Publicaciones Cultural, la cual poseyó los derechos de su obra hasta fundirse en el actual Grupo Editorial Patria, también de México. Pero ¿quién fue ese matemático que todos creen Aurelio Baldor?
Al-Juarismi vivió entre los siglos VIII y IX d.C en la ciudad de Bagdad, donde escribió libros de cálculo basados en el método de completar y balancear las operaciones matemáticas. Su papel en la historia de esta ciencia es mundialmente reconocido, al punto de derivar de su nombre en latín (Algoritmi) el término algoritmo. También gracias a él los europeos conocieron de la existencia de los números indo-arábigos, pues por aquellos años la aritmética se hacía en el viejo continente con el complicado sistema de números romanos. Solo imaginen hacer una operación matemática con uves, ces, íes y equis, y valorarán que tanto le debemos. Por último, Al-Juarismi fue uno de los sabios que crearon el punto decimal y plantearon el valor desconocido de las ecuaciones, la temida X. Para decirlo de otra forma: sin sus aportaciones, Einstein jamás se hubiera planteado que E=m x c2.
Con anterioridad les había dicho que muchos dominan la obra de Aurelio Baldor, tal vez más personas de lo que cualquiera de nosotros imaginamos. Diversas encuestas sitúan a su libro Álgebra junto a El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha como los dos textos más conocidos en las escuelas latinoamericanas. Esto se debe a que, desde sus publicaciones en 1941, Álgebra y Aritmética son libros fundamentales en la inmensa mayoría de las secundarias y bachilleratos de Hispanoamérica. De hecho, en Perú existe un prestigioso centro de segunda enseñanza con el nombre del matemático cubano.
Otros datos curiosos adornan la obra de Aurelio Baldor. Por ejemplo, el famoso trending en redes sociales que fue la última edición de Álgebra por parte del Grupo Editorial Patria, donde rediseñaron el rostro de Al-Juarismi de tal manera que parece un hipster contemporáneo. Ello fue caldo de cultivo para miles de comentarios picantes y divertidos memes que por un tiempo saturaron Internet.
Con una búsqueda no tan minuciosa podemos encontrar el precio de este texto en Amazon (cercano a los 40 USD) y las críticas de los compradores, todas entre 4.5 y 5 puntos. Indagando un poco más encontraremos una curiosa página en Facebook llamada «Yo odio a Baldor y sé que tú también«, donde casi 20 mil usuarios comparten contenido sobre lo obstinantes que fueron sus vidas de estudiantes leyendo a Baldor. Por último, en una búsqueda «nivel paparazzi» sobre el matemático cubano, podremos dar con un extraño perfil publicado en la Inciclopedia.
Cuanto se dice de Aurelio Baldor en la Inciclopedia, y ese sitio en sí, merecen punto y aparte. Este sitio es una parodia de la Wikipedia, algo parecida a la ya censurada Frikipedia aunque más surrealista y mordaz en los contenidos. En su portada un cartel advierte a los sensibles y fieles seguidores de lo socialmente correcto que no continúen la lectura, y bien harían estos personajes en obedecer. Lo que sigue es una sarta de disparates entre ofensivos y cómicos, como si fuesen escritos por los creadores de South Park, American Dad y Family Guy juntos.
A Aurelio Baldor lo presentan como Osama Bin Baldor, un terrorista talibán amigo de Bin Laden que le vendió su alma al diablo a cambio de vivir muchos años y publicar un par de best seller llamados Mierdálgebra y Aritmierda, motivos de rupturas familiares a causa de las malas notas en matemáticas de los niños latinoamericanos. Por último, lo responsabilizan de atentados terroristas a las Torres Gemelas y de estudiar matemáticamente la trayectoria de proyectiles para la Yihad… Sin palabras.
Pese a aquellos 80 pesos mal gastados y las horas resolviendo ecuaciones a las que me obligó mi padre, he de reconocer que en el fondo (muy en el fondo) agradezco la encomienda de este trabajo. Después de regocijarme en Google e ir de La Habana a Bagdad, y de ahí a colegios latinoamericanos y psicodélicos sitios en Internet, puedo dormir tranquilo sabiendo que Aurelio Baldor es un orgullo de nuestro país y no un barbudo e intimidante árabe del siglo IX.
honor a quien honor merece!!!! Baldor ha sido estudiado por generaciones de latinoamericanos y ni se menciona en ningún artículo en nuestro país…Baldor es tan cubano como universal… gracias Cubalite por no dejar que lo olvidemos.
Excelente reseña. Gracias, he aprendido mucho