Bejucal, además de haber disfrutado del ferrocarril primero que los pueblos de España, es cuna de ilustres personalidades como Arturo Comas Pons. Puede que jamás hayas escuchado o leído sobre él, pero te adelantamos que descubrirás la impresionante historia que protagonizó.
En diferentes síntesis biográficas se lo define como agrónomo, periodista, poeta, ingeniero e investigador, entre otras facetas. En Cubalite nos centraremos en uno de sus experimentos, y quizás el más increíble: la invención de un velocípedo aéreo.
Este genio, nacido en el pueblo de Bejucal, el 5 de junio de 1865, estuvo desde joven vinculado a la lucha por la independencia de Cuba y compartía el dolor de los que sufrían por verla convertida sometida a España. Para apoyar la causa, en momentos en los que los conocimientos sobre aviación eran escasos, Arturo Comas diseña y construye una máquina voladora que, según The Cuban History, estaba preparada para lanzar bombas a las tropas españolas desde el aire.
No fueron pocos los obstáculos que tuvo que superar este señor para que su invento fuera viable. La versión en miniatura, que fue probada en las canteras de Bejucal y superó expectativas, estaba construida con güines, papel, cedro y la cuerda de un reloj.
Lamentablemente, la idea de Comas Pons de emplear su invento en la guerra no fructificó. En un primer momento, envió una carta a José Martí. En la misiva, fechada en Bejucal el 23 de mayo de 1893, y dirigida a José Martí, Arturo propone utilizar el velocípedo aéreo como arma de guerra.
«Muy señor mío: Con motivo de haber ideado un aparato que bien pudiera llamarse velocípedo aéreo y que en miniatura me ha dado brillantes resultados; creo de mi deber dedicarlo, antes que a nadie, a mi patria, por lo que me dirijo a usted para ver si tiene a bien ayudarme, para que en mayor escala pueda hacerlo aplicable a las armas de la guerra. Las ventajas que puede proporcionarnos el velocípedo aéreo no creo se oculten a su perspicacia, toda vez que con media docena de ellos se puede arrojar, en medio de la noche, una lluvia de bombas sobre una población o campamento militar con el beneficio del terror que ocasionaría una cosa oculta y desconocida».
La respuesta -de parte de Félix Iznaga, a nombre de la Junta Revolucionaria- llegó seis meses después. Se le informó sobre la imposibilidad de aceptar su oferta, debido a que los pocos recursos que poseían debían dedicarse a la compra de fusiles y balas.
Para 1895, Comas, desde el exilio en Estados Unidos, trata otra vez, sin resultados, de convencer sobre la utilización de su invento.
Con el paso del tiempo, las constantes negativas y el contexto en que se encontraba, desiste de su idea. En el siglo XIX proponía usar dos elementos: el aluminio, un metal de costosa producción que comenzaba a perfeccionarse en esa época, y la energía eléctrica –en 2019 los aviones eléctricos son, aun, experimentales–.
La capacidad creadora e innovadora de Arturo lo llevaron a involucrase en otros proyectos hasta que falleciera en 1948. Trabajó en el diseño y construcción de un pluviómetro, en la instalación de un observatorio astronómico y estudió diferentes tipos abono.
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