A bordo del naufragio: Tres películas cubanas de la última década

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Fotograma de «Los lobos del este». Foto tomada de OnCuba.

Dijo Gerardo Chijona hace algún tiempo, en una entrevista, que hay películas cubanas “donde el entorno es tan fuerte que ahoga a la historia o a los personajes”. En realidad, se podría decir que a veces el entorno es tan fuerte que ahoga, incluso, al director. El ochenta por ciento de la producción cinematográfica de este siglo parece haber sido filmada con la única justificación de que el espectador se ría por el tiempo que dure el largometraje. Lo mejor que se puede decir de una película cubana, a día de hoy, es que es simpática. O correcta.

Como hay que remontarse a los noventa para ver a un Fernando Pérez en forma, y como la mayor parte de los intentos por hacer cine de autor terminan en un coctel de influencias mal digeridas, valdría la pena preguntarse: ¿alguien tiene algo que decir? Aquí van algunos títulos de películas de ficción y no ficción cuyos directores, aunque a bordo del naufragio, todavía están a salvo de ahogarse.

Los lobos del este (2017). Dir: Carlos Machado Quintela

Carlos Machado Quintela ya tenía películas que como La piscina (2012) y La obra del siglo (2015), que merecían estar en esta lista. También firmó la webserie El Sucesor, que no podemos dejar de ver como un paso atrás en su trayectoria. Esperando su recuperación, nos gustaría recomendar Los lobos del este, una película realizada en Japón, con equipo y actores japoneses, y hablada en japonés que se trata, sin embargo, de uno de los mejores filmes facturados por un cubano en los últimos años.

La trama se articula en torno a Akira (interpretado por el célebre Fuji Tatsuya), un anciano obsesionado con encontrar y cazar el último de los lobos de los bosques de Yoshino. En el ocaso de su vida, sus colegas consideran que Akira no debe seguir al frente de la asociación de cazadores, cargo que en cierto modo da sentido a su existencia. La película se fragua en ese territorio en el que el viejo se resiste y busca a toda costa cazar al último de los lobos.

Como ya nos tiene acostumbrados Quintela, este es un cine que funciona con tensiones de bajo perfil, con corrientes subterráneas de sentido que pocas veces se vuelven visibles. Los lobos transcurre bajo la impresión de que no está ocurriendo demasiado, y en realidad está pasando de todo. Cargada de sutilezas, con buenas interpretaciones, correctamente filmada, Los lobos del este es una película universal que puede funcionar para casi cualquier público.

Los perros de Amundsen (2017). Dir: Rafael Ramírez

Rafael Ramírez es otro que se niega a mostrar Latinoamérica y Cuba únicamente desde los presupuestos de “lo real maravilloso” y el “realismo mágico”, sobre todo cuando funcionan como reducciones que nos podían haber dejado sin la obra de directores de la talla de Alejandro Jodorowsky o escritores como Mario Levrero y Juan José Saer. A Ramírez le sobra algo que muchos otros realizadores cubanos echan en falta: lecturas.

Desde Tractatus y Filmar Pedro Páramo, pasando por Alona y Diario de la niebla, la obra de este director se aleja de cualquier reproducción mimética de la realidad y profundiza en los límites entre realidad y ficción para entregarnos piezas de difícil clasificación. Quizás la más lograda de todas sea Los perros de Amundsen (2017), un documental que cuenta la historia de un inspector de accidentes industriales que compone poemas siguiendo un método de su invención.

Con un sólido recorrido en Festivales internacionales, lo de menos en este largometraje es la historia. La historia se diluye sin que nos demos cuenta para que Ramírez dé rienda suelta a sus obsesiones y combine efectivamente un set de imágenes impactantes con los poemas de José Luis Serrano, y H.P Lovecraft. Que es un poco denso, han dicho algunos. Lo es. ¿Pero no estamos todos un poco necesitados de densidad después de haber visto Los buenos demonios, de Chijona?

El proyecto (2016). Dir: Alejandro Alonso.

Alejandro Alonso comenzó a rodar un documental en un antiguo preuniversitario en el campo. Sin embargo, luego de tres días de filmación, se le negó el permiso para continuar. Entonces hizo, de esa negativa, otro documental. Uno que, me gustaría especular, es mucho mejor que el que había ideado: El proyecto.

Las razones que pudieran justificar esto tienen que ver, en parte, con cómo ha funcionado hasta ahora la obra de este joven realizador. Se trata, a todas luces, de trabajos en donde hay un énfasis en lo procesual, donde el interés por un tema o un espacio es apenas el principio, el punto de partida para ir descubriendo un camino sobre la marcha. El relato, si es que podemos definirlo de esa manera, de El Proyecto, está determinado por el devenir cotidiano de quienes residen en esos preuniversitarios, después de que fueran deshabilitados, sin embargo, como dice su autor, “una parte de la historia es abordada desde la ficción”.

Más que en mostrar los hechos, el cine de no ficción que le interesa a Alonso está más cerca de mostrar una verdad poética, develando el fin de la utopía y el fracaso del hombre nuevo. Es por ello que El Proyecto es una película tan personal, y que lo que podía haber sido un documental más sobre becas y becados sea este producto estilizado, extraño y bello sobre lo efímero y lo perdurable de cualquier edificación humana. Igualmente recomendables son obras como Metatrón y Home (2019), que este año resultó ganadora del Premio Especial del Jurado en la Muestra de Cine Joven del ICAIC.

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Daniel Fonseca

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