Durante 1999, 2001 y 2003, niños y, probablemente, algunos no tan niños, nos acostumbramos a ver una serie en la televisión nacional que giraba en torno al personaje de una mujer muy carismática. Este espacio, que alcanzó muchos premios y fue catalogado en varias ocasiones como el mejor programa infantil, no es otro que La sombrilla amarilla.
Si algo se ha vuelto trascendente en esta obra escrita por Ivette Vian y dirigida por Mariela López, ha sido su figura principal: Marcolina. A este personaje le dio vida la actriz camagüeyana Norma Reina Morales, quien ya tenía una amplia trayectoria artística.
En su provincia natal, se acercó al teatro de forma aficionada y completó su formación en la Escuela Provincial de Arte de Camagüey y luego en la Escuela Nacional de Arte. Realizó sus primeras locuciones, animaciones y radionovelas en Radio Cadena Agramonte.
Al trasladarse a la capital, condujo espacios habituales en Radio Progreso y Radio Ciudad de La Habana. Trabajó, además, en teatros y cabarets. Tuvo apariciones en realizaciones como El eco de las piedras, Doble juego y Entre ciclones.
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A partir de 1999, ella comenzó a pasar a la memoria popular por inmortalizar a Marcolina. Este programa “pertenece al patrimonio inmaterial de la nación y ha perdurado en la memoria afectiva de varias generaciones de cubanos”, según las palabras de Mayito Romeu, autor del tema de presentación y de la banda sonora de un audiovisual donde la música fue más que importante.
Norma dejó de ser Norma para convertirse en Marcolina, en cuya casa había «un lugar para cosa y cada cosa en su lugar». En una entrevista, comentó satisfecha: “dichosamente he cambiado el nombre, ya me llamo Marcolina”.
La artista y el personaje comparten mucho: el gusto por el color amarillo, el amor por los niños y la familia. Un poco de todo lo anterior se mezcló en su decisión de marchar hacia Estados Unidos en 2011. Allí, rodeada de hija y nieto, en un lugar donde pocas personas la identifican, puede ejercer de madre y abuela, dedicarse al hogar. Ha vuelto en ocasiones a Cuba, donde ha participado en proyectos a los que ha sido invitada.
Entre las muchas enseñanzas que hoy se pueden reseñar de este programa está la parte culinaria. Aunque a Norma no le guste la cocina y prefiera los restaurantes, reconoció que “Marcolina era toda una experta en la cocina y en remedios caseros. Muchos niños aprendieron a tomar yogurt de soya con miel y platanito”.
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