Nada es más vulgar que el presunto patriotismo. Sobresale, en varias circunstancias, de forma impertinente y ambigua. Antes de llegar a Lima, lo patriótico volvió a ser lo de siempre: el compromiso y todo lo que pende de ello. El compromiso ha sido siempre la rama más radical y, a la vez, redundante de cualquier nacionalismo: todo patriotismo implica, a priori, una sucesión de compromisos. Recordar esto previo a cada comienzo es entonces, por lógica, una alusión a nada o un intento casi irreversible por mantener el discurso de la consagración. Algún día, espero, alguien entienda al discurso de la dedicación como nocivo porque es también, de cierta forma, el discurso de la súplica.
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Googleo ‘Higinio Vélez + compromiso’ y selecciono los resultados del último mes. Aparece una nota publicada el 15 de julio de 2019 en La Demajagua, el periódico provincial de Granma, con un titular apocalíptico: “La tarea de ustedes es titánica”. La información va sobre un encuentro entre el directivo y los peloteros de Granma que jugarán en la venidera Serie Nacional. Quinto párrafo: “Ya saben lo que es ganar. Es un compromiso con las autoridades y con sus compañeros”.
No sé por qué no paro de imaginarme a los peloteros mirando hacia cualquier lugar, deseando que una llamada telefónica interrumpa a Vélez y se dirija, por ejemplo, a comprobar el estado de la arcilla en el Mártires de Barbados. Séptimo párrafo, y juro que no miento: “sugirió buscar dos mangueras (de 50 metros de largo y una pulgada de diámetro) para regar el terreno”. Nunca, supongo, un pelotero granmense fue tan feliz como cuando Higinio finalizó su arenga y pasó a recomendaciones logísticas o, más bien, a cuestiones ‘extrabeisboleras’.
He ahí un criterio pertinente para examinar el discurso del compromiso: la debilidad del orador por la divagación, por lo ‘extra-‘. Sabe que en lo externo hay una salida válida y que, de esbozarla con originalidad, lo ‘extra-‘ podría convertirse en lo único. Sabe que la iniciativa del compromiso puede esperar; a fin de cuentas, las dinámicas del compromiso son las mismas que las de la espera.
Cuando Vélez deja atrás su objetivo inicial —insistir en que hay que asumir responsabilidades con el pueblo, claro está— no parece ser el Vélez real, y eso es lo más preocupante: que se aparte de palabras vacías y, al moverse hacia situaciones de la vida práctica, se nos vuelva un dirigente ficticio. En ese mismo momento surge la desconfianza: muchos nos hemos acostumbrado a predisponernos ante tantos planteamientos realistas que, con el tiempo, llegamos a considerarlos ficticios. Esta actitud nuestra quizás tenga que ver con las expectativas: estamos tan preparados para esperar por el discurso del compromiso que cualquier elemento que escape de ahí nos podría parecer imaginario.
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Nada cambiará con el desastre de Lima. Nadie lo duda, ni siquiera Higinio, quien, en la nota de La Demajagua, todavía tuvo tiempo y espacio para regalar una última perla, después de decirle a los peloteros de Granma: “saben lo que hay que hacer y, lo más importante, todos los problemas tienen solución”. En esa frase —casi muda, digamos— está la versión de Vélez menos pragmática y, tal vez, la más sincera: hay siempre una honestidad exclusiva en el silencio.
Ñooo t la comistes Aynel jajajaa q manera de hablar boberías el Higinio «Darth Vader» Velez… compadre y q tengamos q leerlo todavía a pesar del desastre en q se ha sumido el beisbol en cuba y del cuál el es parte. saludos y espero q este artículo esté replicado en Beisbol Cubano: en tres y dos