El béisbol tiene, de alguna manera, una fundamentación frágil: todo podríamos reducirlo a las ubicaciones. Mirémoslo, por un momento, de la siguiente forma: nueve innings donde dos equipos pugnan por ver quién reubica mejor cada desplazamiento. Todavía no logramos entenderlo, pero el béisbol es un deporte demasiado geográfico.
Hay, en YouTube, un video de la slider de Aroldis Chapman. Aparece el Chapman de los pantalones holgados, el Chapman imberbe de los Reds. La slider que cae cerca de la rodilla de los derechos es una noción exacta de lo geográfico. Desde el box, es quizás la slider una forma válida para entender las reubicaciones: la recta se descontamina después de par de gestos y termina cayendo, como si fuera lógico, en un lugar mitad sospecha, mitad confirmación.
Ben Clemens, de FanGraphs, lo explica de otra forma: “los lanzadores quieren que los bateadores hagan swing a las sliders que no están en la zona de strike, y también quieren que estos tomen envíos que pudieran ser strikes. Esas dos cosas son bastante inequívocas. Llamemos a la suma de estos dos eventos, swings fuera de la zona y swings dentro de la zona, ‘porcentaje incorrecto’. Es el porcentaje de sliders donde el lanzador engaña al bateador y obtiene el resultado deseado, un strike increíblemente probable”. Chapman fue el mejor en esto en 2018. Reacomodó su taza de envíos secundarios. Disminuyó la velocidad de la recta. Acondicionó una sinker rápida. Comenzó a disponerlo todo, de nuevo: dejó de depender casi exclusivamente de las rectas. Aprovechó los años y los diálogos que le traducían a Larry Rothschild.
Clemens insiste, además, en la diferencia que consigue el pitcher cubano entre la cantidad de swings en la zona de strike y en zona mala. Los bateadores rivales, en la pasada campaña, intentaron conectarle al 42% de las sliders en zona y al 37% de las que caían afuera. Resumen: se pasaron el año completo haciendo swings al aire mientras intentaban pronosticar un desplazamiento casi imposible.
En 2015, cuando el holguinero se convirtió en el lanzador que en menos innings (292 entradas) consiguió 500 ponches en la historia de las Grandes Ligas, ejecutaba su slider el 14,6 por ciento de las veces. Si estaba encima del conteo contra zurdos tenía más posibilidades de soltarla. Le conectaban para .105 cuando enviaba este tipo de lanzamientos hacia el home plate. Eran años joviales y la slider importaba menos: el público se volvía más público después del sonido de una recta en la mascota del cátcher.
Después recuperó un viejo cambio de velocidad. En una temporada lanzó 70 y solo uno fue puesto en juego. Aquel batazo fue out. Pese a ello, las diferencias entre su taza de rectas y las del resto de lanzamientos no disminuye siempre cada año. A veces aumenta: en 2018, por ejemplo, ponchó a 23 rivales con la slider, uno más que en 2017 (lanzó 55 sliders menos en 2018). Hay en ello un mensaje lapidario: Chapman redefine el alcance geográfico de sus picheos, como si esa práctica se convirtiese en un instinto de conservación. De eso van los desplazamientos y las trascendencias: de separarse de algo para permanecer.
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