José Ernesto González Carnota: 23 años y una recarga doble.
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Agarra el iPhone, marca #31# y luego un número, activa el altavoz y comienza a grabar una conversación:
– ¿Es Titico?
– Sí
– Ah, mi amor, mira, me dieron tu número para.. ay, yo te oigo mal, mira a ver qué estás haciendo ahí con el viento, que te oigo mal.
– Dime.
– Oye, que me dieron tu número para el tema de una carrera para el aeropuerto.
– ¿A qué hora?
– A ver, ellos vienen hoy a las siete de la noche. Te tengo dos carreras. Una de unas austriacas y otra de una italiana.
– ¿Es dejarlas ahí?
– Es recoger
– Ah ¿recoger? No, a esa hora no recojo extranjeros.
– Es recoger en el alquiler. Dejarlas en el aeropuerto.
– Ah, ¿es recoger en el alquiler? Sí, sí, ¿qué alquiler es?
– El alquiler del “palobombo” se llama. Eso queda en… ¿tienes en qué anotar ahí?
– No, ¿me lo puedes mandar en un mensaje?
– Sí, te voy a mandar un mensaje, pero mira, la austriaca tiene una manía de hacer un tic nervioso, así, con la cabeza, pa la izquierda, y tienes que tener tacto con ella porque se puede meter contra la ventanilla. Siéntala pal medio.
– Está bien.
– Y a la australiana le gustan los choferes. Si te toca el “marumbeibel” tienes que jugarla con eso porque te pueden meter una denuncia. Anota la dirección que te voy a dar: 84…
– No, mándamelo en un mensaje, que no tengo pa escribir aquí.
– Confírmame con “azul” pa mandártela en un mensaje. Dime “azul” ahí.
– ¿Eh?
– Confírmamelo con la palabra “azul” pa mandártelo en un mensaje.
– ¿La palabra “azul”?
– Pa yo anotarlo aquí, porque esto es azul. Dime ahí.
– (Titico le dice cuál es su número)
– Dime “azul” ahí.
– Azul.
– Ahí namá. Está bien, Titico, te mando un mensajito ahora, mi amor.
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Yo no le falto el respeto a nadie. A veces, también, llamo del fijo de mi casa. A veces “achicharro” a la gente: les digo que me repitan sus números, se los digo mal. Tenía un grupo en WhatsApp con mis socios de aquí y los que están en otros países y ahí los “quemaba”.
Carnota cambia la voz. Llama a una de las muchachas de ese grupo. Una amiga. No sabe quién le llama. Carnota le pide el número de teléfono. Carnota le dicta mal el número de teléfono. La muchacha va a colgar. Carnota le dice que es él. Envía ese audio a sus amigos. Ellos le dicen que empiece a llamar a personas y que luego ponga los audios en ese grupo.
Crea, entonces, “Las máquinas de Carnota”, pero la gente escribía y los audios se perdían. Le dicen que restrinja el grupo. Publica solo él. Igual la gente escribe ahí en la opción que tiene WhatsApp para contactar con los administradores de los grupos y me agradecen por hacerlos reír, me envían saludos, apoyo, desde Islas Canarias, Chile, Suiza, Santiago, Pinar del Río. Ya tiene más de 15 grupos de WhatsApp llenos (cada uno tiene un límite de 256 miembros).
Después creó un perfil en Instagram. Algunas de sus historias las ven más de mil doscientas personas. Llegó a los 3400 seguidores en menos de quince días. Hace poco creó un grupo y un canal en Telegram. Varias personas descargaron Telegram para seguirlo. Muchas no saben qué pueden hacer ahí.
Por Instagram le mandan saludos Yomil, JG, Alex Duvall, Qva Libre, Haila. Mandarle un saludo a Carnota es confirmarle con “azul”.
“Azul” fue su máquina más exitosa.
El audio inicia con: Última máquina antes de bañarme.
– Oyeee, ay, ¿cómo tú estás? ¡Ay, qué mal se oyeee!
– ¿Quién habla ahí?
– Oyeeeee
– Tiene que ser allá, porque el mío no se oye mal.
– Yo no entiendo nada. Espérate, espérate. Déjame ver si.. espérate… oyeeee
– Dime, ¿quién es?
– A ver, yo voy a decir “azul” y tú me dices un color porque yo no te entiendo. Déjame decir un color a ver si tú me… Azuuuul.
– Azul.
– Espérate, espérate… Azuuul.
– Azul (risas)
– Ya, ya, ya ¿cómo tú estás?
– ¿Pero quién es?
– Azul
– Aaave María, ¿quién es?
– Oye es Rosi… ¡qué mal se oye!
– ¿Quién es?
-chucchuchc (Carnota simula el sonido de una interferencia o algo similar)… Azul
– Oye, ¿quién tú eres?
– Parece que él no oye… Azuuul.
– Oye, ¿que quién tu ereeeees?
-chucchuchc
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“Cuando descubren que eres Azuuul” Confírmame con Azuuul si te gusto?? #cubadeazul
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Facebook no me gusta mucho, pero Youtube yo creo que sí. Todavía falta. No se puede pisar un escalón en falso. Ahora me propusieron en el bar Encuentro que hiciera monólogos de 45 minutos. Yo no puedo. Yo no tengo escenario. No puedo hacer máquinas en vivo porque no sé quién me va a salir al otro lado de la línea.
Casi todos los jueves estoy en el bar Espacios a partir de las nueve o las diez de la noche. La primera vez cogí el micrófono, dije algunas frases, par de “confírmame con azul”, puse una máquina…
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Me gustaría salir a la calle con una peluca azul y un micrófono, vestido de personajes -la vieja Filipina, la vieja Carnota- para hacerle preguntas a la gente.
Tengo el personaje del Coronel que, en una máquina, llama a un restaurante para reservar, porque quería comida con grasa. Hago de niña pequeña, de mujeres: Susana y Rosita Ruz Ruz.
– Gracias por llamar al Hotel Meliá Internacional, buenas noches, le atiende Daylín.
– Sí, buenas noches, Daylín, mi amor, mira, yo soy una cliente de la habitación 304 y la llamo para reclamar unos objetos que se me quedaron en la habitación, ción, ción. Oigoo.
– 304. Esa habitación no existe acá, mi amor.
– 3004, perdón, algo así, es que no recuerdo, porque ayer con mi marido en la borrachera tumbamos el número de la habitación. No recuerdo qué número era.
– Un momento, por favor.
– Oigo.
– Espere.
– Sí, me espero, me espero, es que el silencio absoluto me molesta.
– ¿Me regala su nombre, por favor?
– Mi nombre es Susana Thompson Casamayor.
– La voy a pasar con atención al cliente y ellos le van a dar una respuesta.
– Atención al cliente, le atiende Milagros.
– Sí, buenas tardes, Milagros. A mí me hace falta ahora mismo un milagro para resolver el problema que yo tengo. Mira, a mí se me quedó ayer en mi habitación… ya yo estoy en La Habana… unos utensilios míos y de mi marido. Yo necesito saber si yo podría recuperar eso.
– ¿Qué fue lo que se le quedó y qué habitación era?
– 3004, 304, es que ayer con la borrachera yo no recuerdo bien el número de la habitación. Eran unas esposas, un látigo, un… me da pena decirlo… un consolador.
– Ay, no te preocupes, que nosotros estamos para eso aquí.
– Entonces… el consolador es rosado, largo, 22 centímetros. Necesito saber si lo puedo recuperar, porque eso me lo regaló mi tío Wilfre.
– Me puedes decir a nombre de quién estaba la habitación para yo poder ubicarla.
– Susana Thompson Casamayor.
– Susana…
– Thompson. Con “h” intermedia. Pákata.
– ¿Susana qué?
– Thompson. Casa..mayor
-Ahora mismo yo voy a buscar. Dame un chancecito. No cuelgues.
– Voy a llamarla en cinco minuticos. Un besito.
El hijo de Roxana Thompson Casamayor, la periodista, escuchó ese audio. Luego supe que a su madre le encantó.
Poco tiempo después, el hijo de Robertico, el comediante, le enseña a su padre algo de lo que había hecho. Robertico se pone en contacto conmigo. Me dice que vaya a verlo al Café 3D. Me da varios consejos: no meterme con la política, mucho tacto con la homofobia, el racismo. Me hizo una entrevista en video sin que se me viera la cara, para dejar a la gente enganchada con el morbo.
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Un día llamo a un teléfono. Pedí hablar con Laura o con Iván. Me sale un señor que luego me pone con Laura. La saludé como Rosy o Susana. Me dijo: Azuuuuuuul.
En otra ocasión, una persona se pasó como cuatro o cinco días diciéndome que llamara a un número. Llamé a las cuatro de la mañana. Me salió una mujer. Empezó a sofocarme. Me dijo que me buscó en ETECSA y que me conocía porque yo era amigo de su hija. Luego me enteré de que la mujer me estaba corriendo una máquina a mí.
Al principio yo marcaba #31# y, al azar, lo que salga. Ahora hay personas que me sugieren máquinas, me dan el número y me cuentan algo y ahí aprovecho. Hasta ahora, por suerte, nunca me he quedado en blanco en medio de una llamada.
De vez en cuando publico monólogos en el grupo. Monólgos breves sobre las cosas modernas de ahora. Hago una escaleta. Eso lleva un nivel de preparación. Hay gente que me escribe y me pregunta si yo estudié actuación.
El otro día estoy en la casa de un socio y habían dos muchachas. Mi amigo le dijo a una: “date un beso en el izquierdo ahí, mi negra”. “¿Tú también estás enganchado con eso?”, le dijo ella. “Claro, si tengo a este tipo al lado todo el tiempo, hablando basura, él es Azuuuuul”. “Ay, espérate para hacer un audio para mi novio”. El tipo estaba durmiendo y ella hizo que se levantara para decirle que estaba conversando con Azul.
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Al inicio lo de las redes lo estaba haciendo todo yo, pero eso era tremendo estrés. Tenía unos socios que me estaban ayudando con Instagram y con Whatsapp. Hubo un día que me levanté vuelto loco, pensando de qué hablo, que tenía que subir a los grupos un Top Ten que había hecho. Ese día vomité. La presión.
Estoy tratando de sacar una máquina diaria, aunque hay veces que tiro una vieja porque la gente del grupo 12 de WhatsApp, por ejemplo, no ha visto las mismas que la gente del grupo 1. Trato de poner el mismo contenido en todos los grupos. Y hay muchas personas que están en todos los grupos. Por si las moscas, dicen. Algunas me reclaman que subí un sticker en un grupo y en otro no. Le pido a la gente que ya está en uno de mis grupos, que no se meta en los nuevos, para que otras personas puedan llegar a mis contenidos. También mientras más grupos haga, más megas gasto. Pákata.
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El otro día hice una llamada por WhatsApp para correr una máquina en Bruselas, Bélgica. Larguísima. Era de una puta que llamaba a distancia. Ufff.
Hace poco me sugirieron que hiciera una: llamas al Acuario y preguntas por un delfín que se llama Arena y tiene Sida.
Si me sale una chusma, me pongo chusma, si me sale alguien de más nivel, le tiro algunas palabritas técnicas, para que vea que yo soy “una profesional”.
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Hace tiempo terminó los estudios. Sus padres se fueron a vivir a Chicago. Carnota trabajó durante un año en Espacios. Hizo varias cosas al margen.
El otro día me escribió mi mamá y me dijo que me había mandado unos zapatos y otras cosas. Y yo:
-Todo está bien, mami, pero recárgame.
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