Esto suena a guion de Hollywood. Pero pasó de verdad.
Resulta que Michael Jordan, el tipo que voló por encima de todos en la NBA durante los 90 y para muchos el mejor de todos los tiempos, tenía un ritual antes de cada partido en casa. Y no, no era meditar ni escuchar música motivacional. Era fumarse un tabaco cubano. De los buenos. De los que vienen directo de la Isla, sin escalas.
Y detrás de ese humo denso que lo acompañaba en el tráfico hacia el United Center, donde jugaba los partidos de local con su equipo Chicago Bulls, había un personaje que suena a novela: Scott Anthony OG, un contrabandista de puros que abastecía a lo más selecto de dicha ciudad (recuerden que desde 1962 la importación de puros cubanos está prohibida en Estados Unidos).
El hombre que le llevaba Cuba hasta Michael Jordan
De acuerdo con el portal Basketball Network, Scott Anthony no era un tipo cualquiera. Este señor se dedicaba a conseguir los mejores puros cubanos para quien estuviera dispuesto a pagar. Jueces, médicos, empresarios, deportistas… Si tenías el dinero, Scott tenía el puro.
Pero su cliente estrella, el que más disfrutaba de su mercancía, era nada menos que el número 23 de los Bulls. Según cuenta el propio Scott en el podcast The Burn Down, pasó muchas tardes fumando con Jordan en su mansión de Highland Park. Fumadas tranquilas, conversaciones largas, humo cubano flotando en el aire.
«A Michael le encantaba el doble corona», reveló Scott. «Le conseguía Hoyo de Monterrey, Partagás… y también puros especiales, hechos a mano, sin molde».
Y aquí viene lo bueno: Scott tenía contacto con una torcedora que hacía tabacos personalizados para Jordan. Piezas únicas. Enormes. Porque las manos de Michael miden casi 25 centímetros. Un puro normal en sus manos parecía un palillo.
El tabaco que duraba todo el camino al estadio
Jordan no fumaba por fumar. Para él, eso era parte de un ritual. Empezó en 1993, y desde entonces, cada partido en casa comenzaba igual: encendía un puro cubano en el auto, camino al United Center.
El tráfico de Chicago es infernal. Cualquiera que haya estado ahí lo sabe. Pero para Michael, ese viaje de una hora u hora y cuarto no era una tortura. Era su momento zen. Su forma de desconectar antes de entrar a la cancha y destrozar a quien se le pusiera enfrente.
«Era lo más relajante», confesó Jordan en una entrevista con Cigar Afficionado en 2005. «Me tomaba mi tiempo. Nunca tuve prisa. Phil [Jackson] me decía: ‘Vale, tuviste un viaje largo’. Pero yo necesitaba esa sensación de éxito y relajación».
Y claro, para un viaje así, necesitaba un puro grande. El doble corona Hoyo de Monterrey era su favorito. Mide entre 19 y 21 centímetros, y dura exactamente lo que duraba su trayecto. Perfecto.
La torcedora de Fidel Castro
Pero aquí la historia se pone aún más interesante.
Scott Anthony no era de los que vendían cualquier cosa. Él quería lo mejor para sus clientes, especialmente para la estrella del baloncesto. Así que contrató a alguien muy especial: una mujer que había sido torcedora privada de Fidel Castro.
Según Scott, esta señora trabajaba bajo condiciones extremas de seguridad. «La encerraban en una habitación porque la CIA intentó envenenar a Fidel con puros», explicó. «Entraban desnudas».
El nivel de precisión de esta mujer era brutal. Cada puro que salía de sus manos era una obra de arte. Y Michael Jordan, que sabía de calidad, fumaba eso. Nada de imitaciones. Nada de puros baratos. Solo lo mejor de Cuba.
El humo que acompañó seis anillos
Ahora piensa en esto: cada vez que Jordan entraba al United Center para un partido en casa, ya venía con el cuerpo relajado, la mente clara, y el sabor del tabaco cubano en la boca.
No es casualidad que en Chicago fuera prácticamente invencible. Seis anillos. Seis finales. Y detrás de cada una de esas noches épicas, había un puro cubano de contrabando.
Poca gente lo sabía. Hasta ahora.
Porque Scott Anthony decidió contar la historia. Y con ella, nos dejó ver un pedacito de la vida privada de la mayor leyenda del baloncesto. Un Michael Jordan que no solo dominaba en la cancha, sino que también sabía disfrutar de los placeres prohibidos de la vida.
Y la próxima vez que veas una vieja foto de Michael Jordan con un puro en la boca, ya sabrás de dónde venía ese humo. Y quién lo hizo posible.
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