Actriz de «El rostro de los días» y «Calendario» comparte su compleja experiencia laboral fuera de Cuba

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A veces la vida te lleva por caminos que nunca imaginaste. Y Liliana Sosa lo sabe mejor que muchos. La joven actriz cubana que a tantos hizo llorar con su papel de Lía en El rostro de los días —esa telenovela que nos tuvo pegados a la pantalla durante la pandemia— acaba de abrir su corazón en Instagram para contar algo que muchos inmigrantes viven pero pocos se atreven a compartir: la realidad de empezar de cero en otro país.

En dos videos publicados en su perfil, Sosa dio a conocer a sus seguidores lo que ha debido hacer en España tras tomar la difícil decisión de emigrar. Y no, no ha sido fácil.

«He tenido muchos más trabajos de los que me gustaría, teniendo en cuenta que ninguno de los que he tenido me gusta», confesó con una honestidad que desarma. En total han sido cuatro trabajos: dos como camarera, uno como agente inmobiliaria y otro de barista, que es en el que se mantiene ahora mismo.

El primero lo consiguió mediante una app de trabajo y le pagaban 5 euros la hora. Cinco euros. «No tenía idea acerca de ser camarera, pero ahí me enseñaron», contó. Luego la movieron hacia otro restaurante, un poco mejor, con horario fijo y un solo día libre a la semana. Sí, un solo día.

Más adelante se fue a un restaurante argentino donde le pagaban un poco más y tenía dos días libres a la semana. Pero fue ahí donde confesó que se cansó. «Me hartó la gente y la hostelería. Quería tener libres los fines de semana», explicó con esa franqueza que solo da la experiencia.

Entonces decidió cambiar de rumbo y se fue a una inmobiliaria para convertirse en comercial. Y aquí viene una de las frases más honestas —y divertidas— de toda su confesión: «La gente lo hace y yo los admiro y los aplaudo porque es lo más parecido a convertirse en testigo de Jehová, con el respeto de los testigos de Jehová».

Claramente, ese tampoco era su camino.

Finalmente, ahora se encuentra trabajando en un café de especialidad, el cual considera que es el mejor sitio donde ha estado, trabajando como barista (profesional especializado en el café de alta calidad, que trabaja creando nuevas y diferentes bebidas basadas en él). «Aprendes muchísimo, no vendes alcohol, no tratas con gente borracha, pesada, cierras temprano. Una maravilla», dijo. Y se nota en su voz que, al menos por ahora, ha encontrado un espacio donde respirar.

«Esta es mi historia laboral en España. Es un proceso largo, difícil, aprendes mucho, conoces gente maravillosa y gente a la que no quieres volver a ver en la vida. La pasas bien, la pasas mal, pero al final es lo que hay, lo que nos toca hacer», reflexionó.

Y luego vino la frase que resume todo: «si te sientas y piensas en cómo estabas cuando llegaste y en cómo estás ahora y ves una mejoría, entonces es motivo suficiente para estar felices y orgullosos y seguir pa’lante».

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Para quienes la recuerdan en Cuba, Liliana Sosa tuvo una corta pero fructífera carrera al participar en dos de las producciones más comentadas de los últimos años en la TV nacional. Con el personaje de Beatriz en la popular serie Calendario, se convirtió en una de las alumnas más aplicadas de aquel primer grupo en que dio clases la profesora Amalia.

Pero fue durante la pandemia, con su papel de Lía en El rostro de los días, que su nombre quedó grabado en la memoria de miles de cubanos. Aquel personaje —una joven que sufría abusos por parte de su padrastro— generó conversaciones, lágrimas y una conexión profunda con el público.

Ahora vive en España, país en el que ha podido estudiar gracias a una beca en la Central de Cine, academia orientada hacia la formación en interpretación para cine y televisión. Sigue preparándose, sigue luchando, sigue creyendo.

Lo que Liliana Sosa acaba de hacer con estos videos es algo valiente: mostrar la cara real de la inmigración, esa que no sale en las fotos bonitas de Instagram, esa que no se cuenta en las llamadas a la familia. La de levantarse cada día a hacer un trabajo que no te gusta para poder pagar el alquiler. La de aguantar gente pesada, horarios imposibles y salarios que apenas alcanzan. La de sentirte lejos de casa, de tu gente, de lo que eras.

Pero también mostró algo más: la capacidad de seguir adelante. De mirar atrás, ver el camino recorrido y decir «he mejorado». Y seguir pa’lante. Porque al final, como ella misma dijo, es lo que hay. Y lo que toca hacer.

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