
Entre los seguidores de los cubanos en el sistema de Ligas Menores, quizás no se hable tanto de la desconcertante situación por la que atraviesa Malcom Núñez, talentoso inicialista y antesalista que continúa brillando en AAA, mientras los Piratas de Pittsburgh luchan desesperadamente por encontrar producción ofensiva en las Grandes Ligas.
La situación de dicho club es, por decir poco, desesperante. Antes de los duelos de este domingo, los Piratas ocupaban el penúltimo lugar en bateo colectivo de toda la MLB, con un promedio de apenas .225, superando únicamente a los Medias Blancas de Chicago (.221). Esta crisis ofensiva hace aún más inexplicable que la organización no haya promovido a un jugador que está demostrando ser una opción llamativa.
Núñez ha sido una revelación en Triple-A durante la presente campaña. Sus estadísticas hablan por sí solas: ostenta el segundo mejor promedio de bateo del equipo con .327, se ubica segundo en dobles y, entre los jugadores con más de 100 turnos al bate, es quien menos se poncha con apenas 16 outs por la vía de los tres strikes. Estos números no solo son impresionantes en el contexto de su equipo, sino que resultan extraordinarios para cualquier nivel de las ligas menores.
Sin embargo, no todo es perfecto en el perfil ofensivo del cubano. Su porcentaje de embasado (OBP) de .357, aunque respetable, resulta limitado en relación con su promedio de bateo, lo que indica que aún necesita pulir su disciplina en el home plate para obtener más bases por bolas. Esta deficiencia podría ser uno de los factores que mantienen a los directivos de Pittsburgh cautelosos respecto a su promoción.
Por otro lado, la temporada de Núñez no ha estado exenta de contratiempos. Una lesión lo mantuvo fuera de acción durante aproximadamente un mes, entre mayo y junio, interrumpiendo su ritmo justo cuando comenzaba a establecerse como una fuerza ofensiva consistente. Después del 9 de mayo fue colocado en la lista de lesionados, reapareciendo el 10 de junio en la Florida Complex League antes de ser ascendido a Clase A como parte de su proceso de rehabilitación.
Su regreso a Triple-A hace cuatro días ha sido prometedor. En sus primeros dos encuentros de vuelta, ha conectado tres imparables en seis turnos oficiales, ha remolcado tres anotaciones y ha negociado un boleto, señales alentadoras de que parece haber superado los problemas físicos que lo aquejaron.
No obstante, pese a todo lo anterior, probablemente el mayor obstáculo para el ascenso de Núñez sea su desempeño defensivo. Durante esta temporada, mientras ha custodiado la antesala, ha cometido cinco errores en 53 lances, registrando un bajo promedio de .906. Aunque como guardián de la primera base no ha pifiado, ha sido utilizado considerablemente menos en esa posición.
En las Grandes Ligas, la tolerancia hacia las deficiencias defensivas es mínima. El reciente ejemplo de Rafael Devers ilustra perfectamente esta realidad. El dominicano, uno de los mejores bateadores de los Medias Rojas de Boston, se enfrentó a la gerencia a inicios de temporada cuando el equipo trajo a Alex Bregman para jugar tercera base, debido a las limitaciones defensivas de Devers. Esta situación eventualmente llevó al cambio del quisqueyano a los Gigantes de San Francisco hace pocas jornadas.
Es posible que la franquicia de Pittsburgh esté adoptando un enfoque más conservador, esperando que el habanero acumule más tiempo de juego y demuestre mayor consistencia antes de enviarlo al nivel máximo. Esta estrategia, aunque frustrante para los fanáticos que ven las luchas ofensivas del equipo grande, podría ser la más prudente desde una perspectiva de desarrollo de talento.
Los Piratas podrían estar considerando factores que van más allá de los números actuales: la adaptación al pitcheo de élite, la presión mediática, y la capacidad de mantener la producción durante períodos prolongados son elementos que no siempre se reflejan en las estadísticas de ligas menores.
Según los patrones típicos de la MLB, lo más probable es que Núñez haga su debut en septiembre, cuando los equipos expanden sus rosters de cara al tramo final de la fase regular. Esta práctica permite a las organizaciones evaluar a sus prospectos en el nivel máximo sin comprometer completamente sus planes para la temporada actual.
Para entonces, el cubano habrá tenido tiempo adicional para refinar su juego defensivo y demostrar que su producción ofensiva es sostenible. Si continúa con números similares a los actuales y mejora su disciplina en el plato, será difícil para Pittsburgh justificar mantenerlo en la granja mientras el equipo grande continúa batallando por generar carreras.
El caso de Malcom Núñez representa uno de esos dilemas que hacen fascinante al béisbol: el equilibrio entre el potencial individual y las necesidades organizacionales, entre el desarrollo paciente y la urgencia competitiva. Solo el tiempo dirá si la paciencia de Pittsburgh será recompensada o si se convertirá en una oportunidad perdida.
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