
Más de una década ha pasado desde que Fernando Guardado Carballo se despidió de las cámaras de televisión tras casi cuarenta años como el rostro más reconocible de Palmas y cañas, el programa más longevo de la televisión cubana. Hoy, el querido presentador ha encontrado nuevos caminos que lo mantienen activo y conectado con la gente, aunque lejos de los reflectores que lo consagraron como una leyenda de la televisión nacional.
En una reciente aparición en el canal de YouTube «El Arte y sus protagonistas», bajo la conducción de Lázaro López (Pocholo), Guardado reveló detalles sobre su vida actual que bien pudieran sorprender a muchos de sus seguidores. El veterano comunicador contó que en su hogar tiene una farmacia de medicina verde, «donde ayudamos a toda una serie de personas a resolver problemas».
Igualmente dijo que se desempeña como anfitrión del restaurante capitalino Habana Blues, ubicado en la calle H, entre 17 y 19, en el corazón del Vedado habanero. «Soy fundador de ese restaurante», declaró.
En este espacio gastronómico, Guardado ha encontrado otra forma de conectar con las personas, compartiendo con otras figuras de la cultura cubana que amenizan la estancia de los clientes.
Para entender la dimensión del cambio en la vida de Fernando Guardado, es necesario recordar la magnitud de su carrera televisiva. Durante casi cuatro décadas, desde 1975 hasta su retiro en 2014, se convirtió en el elemento identitario de un espacio también conocido como «la hora de la campiña», el programa dominical que marcó la infancia y juventud de varias generaciones de cubanos.
Nacido en Unión de Reyes, Matanzas, el 23 de julio de 1947, la llegada de Guardado a la televisión fue casi fortuita. Formado como historiador y geógrafo en el Instituto Superior Pedagógico «Enrique José Varona», comenzó su carrera profesional como profesor en la Escuela Superior de Perfeccionamiento Atlético (ESPA), donde tuvo entre sus alumnos a figuras como Alberto Juantorena, futuro doble campeón olímpico en Montreal 1976.
El destino cambió el rumbo de Guardado cuando, tras contraer matrimonio, se trasladó a la actual provincia de Artemisa y comenzó a trabajar como redactor radial. Fue allí donde la casualidad jugó un papel determinante: un día, ante la indisposición de un compañero locutor por problemas estomacales, él asumió el micrófono y descubrió su verdadera vocación.
La calidad demostrada en esa oportunidad inesperada lo llevó a La Habana, donde, a pesar de no contar inicialmente con la acreditación formal, trabajó en emisoras como CMBF Radio Musical Nacional y Radio Progreso. Posteriormente obtuvo su certificación oficial y participó en la naciente Radio Cadena Habana.
Su humildad y profesionalismo se evidenciaron cuando declinó la propuesta de sustituir al legendario José Antonio Cepero Brito en Detrás de la fachada, considerando que no tenía el nivel necesario para suceder a tan célebre figura. Paradójicamente, esta negativa le abrió las puertas a otros espacios como Qué dice aquí, Casos y cosas de casa, Escriba y Lea y la Revista de la Mañana.
A mediados de los años 70 llegó la oportunidad que definiría su carrera: ser elegido como sucesor del gran Ramón Veloz para conducir Palmas y cañas. Durante las siguientes décadas, Guardado no solo mantuvo el programa, sino que también lo convirtió en una institución cultural, sentando cátedra hasta bien entrada la segunda década del siglo XXI.
Su compromiso social también se manifestó en 1983, cuando actuó como enviado especial en Angola, labor que le valió la Orden Majadahonda, galardón otorgado por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba a personas destacadas por su labor internacionalista.
A lo largo de su extensa carrera, Fernando compartió escenario con leyendas como Germán Pinelli, Cepero Brito y Dinorah del Real, y desarrolló una gran amistad con Consuelo Vidal, presentadora de Detrás de la fachada, aunque nunca coincidieron profesionalmente.
Su compromiso con la formación de nuevos talentos lo llevó a fungir durante años como profesor y evaluador de graduaciones de locutores de todo el país. En reconocimiento a sus seis décadas como profesional, recibió distinciones como Artista de Mérito del ICRT y el sello conmemorativo por el 65 aniversario de la Televisión Cubana.
Tras su retiro oficial en 2014, no desapareció completamente del panorama cultural. Ha participado como maestro de ceremonia en diversos eventos, manteniendo viva esa conexión especial con el público que lo caracterizó durante toda su carrera televisiva.
Hoy, entre la medicina natural y la gastronomía, este matancero demuestra que la reinvención es posible a cualquier edad. Su trabajo en Habana Blues y su farmacia de medicina verde representan simplemente la continuidad de su esencia: servir a los demás, ahora desde sitios diferentes, pero con la misma pasión que lo convirtió en una de las figuras más queridas de la televisión cubana.
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