Blusa naranja, short blanco, corto; muslos como columnas salomónicas. Aretes de plumas negras, carmelitas. Una ceja como el arco del triunfo. Uñas azules, venas como avenidas en las manos. Un reloj de hombre en la diestra. Tatuaje en el hombro izquierdo. Botas altas, blancas.
Así luce Lía Rodríguez, sentada en un banco en el patio de su casa.
“Voy a ser breve”, dijo al inicio de la conversación, pero no cumplió.
—Desde chiquita yo era muy intranquila…
Ahora, todavía, su pierna derecha ondula sobre la rodilla izquierda, deja escapar la ansiedad…
—Mi mamá no podía conmigo, y con cuatro años me llevó a la escuela de gimnasia. Y allí estuve un tiempo sin hacer nada, es que era muy chiquita. Me tenían de “mantequilla”.
La carrera de Lía como bailarina comenzó con un ula-ula rojo, una rutina aprendida desde el banquillo de suplentes de una academia municipal de gimnasia rítmica. Ahí estuvo algún tiempo, jugando con la cinta y la pelota, aunque las manitas nunca le alcanzaron para sostener las masas. Luego se fue…
—No recuerdo cómo mi mamá se enteró de las pruebas de ballet. Una mañana me vistió graciosa, y fuimos a hacer los exámenes de actitud para entrar a la escuela.
Lía: cinco años, un leotardo.
—En el 99 una amiga a quien no le iba bien en el ballet me pidió que la acompañara a las pruebas de la ENA. Al final yo también me presenté. Y me aprobaron. Allí estuve hasta mi graduación, en 2005.
Lía en la ENA: organizadora de excursiones, animadora de fiestas. Trasnochó, participó en competencias clandestinas de alcoholemia; alguna vez comió hasta cuatro pizzas en un día, al siguiente hizo la dieta del agua. Pero, sobre todo, se hizo rigurosamente bailarina.
—Cuando me gradué, entré a Danza Contemporánea de Cuba, la compañía a la que siempre quise ir. Porque Danza… es otra escuela donde te preparan para enfrentarlo todo.
Mientras, Lía comienza a colaborar en Sara’o, un proyecto reciente en aquel momento. Era ella y algunos amigos coreografiando arte dancístico sobre música house. Eso, para divertirse, para explorar estilos.
—Siempre me gustó renovarme, ponerme retos. Por eso lo he bailado casi todo. He agregado a la danza más artística un carácter comercial y eso, de alguna forma, marca mi estilo.
En 2010 sale de Danza Contemporánea y comienza una colaboración con el coreógrafo Roclan en los shows de PMM. Y allí estuvo, hasta sentirse estancada, esa vez en sí misma, incluso en Cuba. Entonces se fue a Inglaterra durante un año, para conocer, para reconocerse. En Londres aprendió capoeira, bailó danza clásica, hizo teatro y deporte, trabajó en un bar…
—Y así estuve. Un día vine a Cuba de visita y conocí a mi esposo. Y luego no quise irme más.
A su lado, Camilo ríe. Sabe las palabras exactas que ella dirá a continuación…
—Nosotros nos casamos debajo del agua.
Más o menos así es el video de la boda:
Bajo el mar, unas 15 personas con equipos de buceo. Hay algunas sillas, una mesa. Está el novio y la novia; a ella la entrega su padre (él posiblemente llora, pero no se ve entre tanta agua). Caminan —quizá durante 10 minutos— hasta el juez: “pueden besarse”, en lenguaje pez. Luego se quitan el respirador y se besan.
Ese fue el primer material que la pareja subió a su canal de Youtube, Lía Rodríguez: THE CUBAN INSIDER.
—Vimos la respuesta de la gente y se nos ocurrió subir videos nuestros divirtiéndonos. Pero eso luego evolucionó y, por supuesto, se relacionó con lo que soy y lo que me apasiona: bailar.
Hace tres meses Lía y Camilo suben semanalmente cápsulas de videos en los que coreografían canciones trending, preferentemente, y algunos clásicos.
Hasta la fecha han subido 57 videos coreografiando canciones como Esto está rico, de Marc Anthony, Will Smith y Bad Bunny; Si no vuelves, de Gente de Zona; Me voy, de Cimafunk… Al día de hoy suman más de 13 mil suscriptores.
Lía crea la coreografía, seleccionan los bailarines, concibe el vestuario; Camilo busca las locaciones, filma, edita. Los dos suben el video desde una mesa en el portal del Hotel Presidente.
—Nosotros ensayamos aquí, en el patio de la casa; a veces nos prestan algún local por un par de horas, y así… Generalmente ensayamos en el suelo. Y es malo, sabes, el cuerpo se resiente…
Lía, con el codo del brazo derecho raspado.
Y un short blanco y unos aretes de plumas y un reloj de hombre… Cosas por el estilo.
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