Para varias generaciones de cubanos resulta casi imposible pensar en el programa Palmas y Cañas sin asociarlo con un hombre que, durante casi cuatro décadas, fue el conductor principal del espacio más longevo de la televisión cubana.
La figura del locutor y presentador Fernando Guardado Carballo llegó a convertirse prácticamente en un elemento identitario del show, también conocido como «la hora de la campiña», en donde estuvo los domingos desde su primera aparición allí en 1975 hasta su retiro en 2014.
Él nació en Unión de Reyes, Matanzas, el 23 de julio de 1947. Su formación profesional transcurrió en el Instituto Superior Pedagógico «Enrique José Varona», de donde salió con los títulos de historiador y geógrafo.
Luego de obtener su diploma universitario, se desempeñó como profesor en la Escuela Superior de Perfeccionamiento Atlético, conocida como ESPA, sitio en donde tuvo como alumnos a grandes como Alberto Juantorena, quien llegaría a ser doble monarca olímpico en el atletismo de Montreal 1976.
Fernando contrajo matrimonio y se trasladó a vivir a la actual Artemisa, provincia en donde se inició como redactor radial. Eventualmente, un día en que un compañero locutor tuvo una indisposición debido a problemas estomacales, él asumió el reto de colocarse detrás del micrófono y así, por pura casualidad, comenzó un nuevo camino como profesional.
Gracias a la calidad que demostró en ese nuevo puesto, y a pesar de sus negativas iniciales, se trasladó a La Habana. Si bien no contaba con un título que lo acreditara para desempeñar ese rol, en la gran urbe cumplió esa función en las emisoras CMBF Radio Musical Nacional y en Radio Progreso.
Tiempo después fue examinado y obtuvo su acreditación, tras lo cual participó en la naciente Radio Cadena Habana. Por ese tiempo fue contactado con la intención de que sustituyera a José Antonio Cepero Brito como conductor del programa Detrás de la fachada, trabajo que declinó por considerar que no tenía el nivel necesario para suceder a tan célebre figura.
Sin embargo, en lugar de cerrarle puertas, aquella negativa se las abrió, y vinieron propuestas de otros espacios como Qué dice aquí, Casos y cosas de casa, Escriba y Lea, Ballet Visión y la Revista de la Mañana.
A mediados de los 70, le llegó la oportunidad de su vida, al ser elegido como sucesor del gran Ramón Veloz para conducir Palmas y Cañas, programa en el que sentó cátedra hasta la segunda década del siglo XXI.
Entre otros roles, en 1983 estuvo como enviado especial en Angola, lo cual le valió tiempo después la Orden Majadahonda, galardón que entrega la Unión de Escritores y Artistas de Cuba a personas destacadas por su labor internacionalista.
A lo largo de su carrera compartió escena con leyendas de la televisión y la radio, como fueron Germán Pinelli, Cepero Brito y Dinorah del Real. Además, aunque nunca llegó a coincidir con ella, se convirtió en un gran amigo de Consuelo Vidal, presentadora de Detrás de la fachada.
Durante muchos años, Guardado fue profesor y evaluador de varias graduaciones de locutores de todo el país. En sus seis décadas como profesional ha recibido reconocimientos como el de Artista de Mérito del ICRT y el sello conmemorativo por el 65 aniversario de la Televisión Cubana.
Tras su retiro, además de aparecer como maestro de ceremonia en algunos actos, en tiempos recientes, este querido expresentador ha trabajado como anfitrión del restaurante Habana Blues, sitio ubicado en la calle H entre 17 y 19, en el Vedado capitalino, donde ha sido compañero de otras figuras de la cultura cubana, quienes amenizan la estancia de los clientes.
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Parece que con la emoción de rendir merecido homenaje a Guardado, se les olvidó que en esa cuenta de 40 años de trabajo en el programa, no contaron que quien sucedió a Ramón Veloz en la conducción fue Agustín Riquefuentes, la figura más importante pasó por ese programa y uno de los locutores más completos de la historia de la locución cubana.