Yamel Guevara Tamayo fue uno de los lanzadores de la selección nacional juvenil que venció por el título a Estados Unidos en el Campeonato Panamericano de la categoría en Camagüey 2001. Ese equipo juvenil ha sido uno de los mejores que ha tenido Cuba en la historia. La mayoría de sus integrantes ya no viven en la Isla y dos de sus miembros, Yuliesky Gurriel y Kendry Morales, pudieron jugar en las Grandes Ligas. Volviendo a Yamel, nacido el 9 de mayo de 1983 en Buenavista, y conocido por casi todos los seguidores de Industriales como el Indio de Playa, fue uno de los abridores de ese memorable team.
Desde que debutó en la Serie Nacional enseñó la credencial que traía de los juveniles. Un pitcher espigado, con velocidad que caminaba sobre las 92 millas, controlado, ponchador, efectivo en sus comandos, y, fundamentalmente, un lanzador bien joven al que poco le batearon en sus tres temporadas en la pelota cubana. Como él afirma, ganó 17 partidos consecutivos en la Serie Nacional desde que debutó. Su nombre comenzó a desplazar o a acompañar a otros que eran casi leyendas en los Azules de la capital.
Como novato en el 2002, con 18 años, se enfrentó en un partido decisivo al mejor lanzador de Cuba en ese momento, según su criterio, el pinareño José Ariel Contreras. “Él fue mi inspiración, al igual que El Duque Hernández, para abandonar el país. Extraclase, humilde, sencillo y un maestro es Contreras”, asegura Yamel, quien despuntaba como un lanzador que podía trabajar en Grandes Ligas, pero, como también ocurrió con el veloz espirituano Maels Rodríguez, nunca lanzó oficialmente ni en las Mayores ni en las Menores.
Su labor en el beisbol estadounidense llegó en 2008, cuatro años después de dejar Cuba, cuando su brazo, que no le daba más que dolores de cabeza, al parecer le brindó una tregua y pudo jugar en la Atlantic League con los Barnstormers de Lancaster. Allí laboró en 23 choques, 19 como relevista, logró un triunfo, par de reveses, su efectividad fue de 5.81, alcanzó un WHIP de 1.70, aunque ponchó a 55 bateadores en 48 entradas.
Hace años dejó el béisbol organizado y luego dirigió en Miami una empresa de seguridad en centros nocturnos creada por él. Sobre su vínculo inicial con la pelota y el posterior ingreso a Industriales, declaró a Cubalite que “hasta los 11 años estuve en la Pre Eide en natación, pero llegué a la pelota por la siguiente causa. Tenía un primo que se llamaba Yasser Roca, quien integró el equipo Cuba de béisbol, categoría 11-12 años, y luego murió a mi lado de un ataque de asma. Le prometí a Dios en el hospital que si él fallecía yo iba a empezar a jugar pelota, y lo hice. No me fue difícil, pues yo entrenaba con mi primo, que era mayor que yo tres años».
“Con 13 entré a la EIDE Mártires de Barbados y estuve hasta el último corte para ir a los Juegos Escolares. Después tuve que salir de allí por una enfermedad producida por el crecimiento y tenía que estar un año y medio sin practicar ejercicios. No jugué más béisbol hasta los 16, cuando regresé a la EIDE y logré conformar el elenco a los Escolares, evento al que fui como el segundo pitcher de La Habana, detrás de Kendrys Morales. Me invitaron a la preselección del equipo Cuba de esa categoría y fui eliminado en el antepenúltimo corte».
“En los juveniles, primer año, era el tercer lanzador de la capital y ya tiraba entre 90 y 91 millas. En el último año era el pitcher más duro entre los juveniles cubanos, alcanzaba las 94 mph. Eso me ayudó a integrar el equipo Cuba al Campeonato Panamericano de la categoría en 2001, en el que quedamos campeones y yo era el quinto pitcher, detrás de Ifreidi Coss, Kendrys, Juan Carlos Linares y Deinys Suárez. Además, estaban Zaidel Beltrán y Yousel Aguilar. Yo era el más alto con 1.87 metros, pero bien delgado”.
Yamel, uno de los lanzadores más recordados en la primera era de Anglada como mentor de Industriales, sobre aquel torneo comentó: “eso fue lo más grande que me había pasado hasta ese momento, fue algo increíble cuando le ganamos a los favoritos estadounidenses en la lucha por la medalla de oro en Cuba, con un terreno repleto y jugar de noche por primera vez, eso fue hermoso. También el presidente cubano, Fidel Castro, fue y nos dio la mano a todos los integrantes antes del partido. En aquel momento, con solo 17 años, ver a Fidel y darle la mano era un sueño».
“Recuerdo que llegué a la casa y le dije a mi abuela, quien sí vivió el triunfo de la Revolución, que le había dado la mano a Fidel; me miró a los ojos y me felicitó. Después le decía a la gente que su nieto había saludado a Fidel, pero no decía que su nieto era campeón panamericano juvenil»-sonríe. «Eso a mí me llenó de satisfacción y alegría, ver a mi abuela feliz. Ese resultado en Camagüey me abrió las puertas a no jugar la Serie Provincial e ir directo a la preselección de Industriales».
Su irrupción en el principal elenco capitalino fue meteórica y lo recuerda de la siguiente manera. “Si no hacía el equipo Industriales en 2002, tenía que pasar a Metropolitanos, con el que tendría más oportunidades de llegar a la Serie Nacional y ser abridor. En los Azules sí me era más difícil, porque todavía estaban estelares como Lázaro Valle, de la Torre, Jorge Luis Machado, Luis Alberto González, Juan Pablo Echeverría y otros que tenían más de cinco temporadas. Sin embargo, gracias a Dios conformé los Leones de la Capital como el último pitcher, el 12, recuerdo que me mencionaron al final».
“El excelente rendimiento que alcancé fue gracias a la oportunidad que me dio el manager Rey Vicente Anglada, pues otros lanzadores no lo hicieron bien y yo me gané el puesto a través de la temporada. Aparte, mi destacada actuación resultó, en gran medida, a la preparación realizada, a que tienes que tener talento y ser inteligente, aparte de tener un buen receptor y que tu equipo juegue bien y produzca más carreras que el contrario”.
Ese primer año subió al montículo en 21 choques (seis en funciones de abridor), con cuatro triunfos, ningún revés y una apertura en la postemporada. En sus dos últimas campañas sus guarismos se mantuvieron acompañados de la excelencia, al agenciarse 14 sonrisas, sucumbir cuatro veces y ser, a pesar de la juventud, uno los pítchers más confiable de Rey.
“Con los Azules las cosas me salieron muy bien y pude ser campeón en muy poco tiempo, todo un sueño que tenía desde niño. Además, en mi segundo año, durante la fase regular, terminé invicto y gané diez juegos. A Industriales nunca lo olvidaré, porque con ese equipo debuté como el último y terminé siendo el segundo lanzador”, aseguró el Indio de Playa, un espléndido serpentinero en su época, que en la pelota cubana actual bien pudiera ser un Dios.
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