Esta reseña contiene spoilers
La Operación Paperclip (conocida en español como Sujetapapeles) fue un plan secreto llevado a cabo por la CIA y el Ejército estadounidense con el objetivo de “liberar” a científicos nazis y llevárselos a Norteamérica para emplear sus talentos en campos como la química, la medicina, la aeronáutica, la electrónica y la inteligencia militar. En fin, que en Washington vieron venir la Guerra Fría y tiraron de aquella mano de obra casi gratuita con tal de pelearle a sus “amigos” soviéticos en la batalla por ver quién tenía más grande el… arsenal.
A partir de este hecho histórico real, el guionista David Weil (Invasion, The Twilight Zone) se inventó Hunters (2020-2023), un relato de ficción histórica en donde un grupo de judíos y personajes necesitados de venganza, se unen para combatir a los nazis que intentan derrocar al gobierno estadounidense e instaurar el IV Reich en todo el mundo.
El argumento es bastante sencillo: estamos en 1977, cuando una noche, el joven judío Jonah Heidelbaum (Logan Lerman) presencia el asesinato de su abuela Ruth en casa. Tras el momento traumático, él empieza a cazar al criminal y por el camino descubrirá que la señora no era la anciana dulce que él pensaba, sino una cazadora de nazis que fue eliminada por los mismos enemigos que juró destruir.
Tras dar varios tumbos, el bueno de Jonah, que resulta ser un genio de las matemáticas y la criptografía, se unirá al grupo de “justicieros” encabezado por Meyer Offerman (Al Pacino), e integrado además por la hermana Harriet (Kate Mulvany), una monja experta en armas; el actor Lonny Flash (Josh Radnor); Joe Mizushima (Louis Ozawa), el veterano de Vietnam; el matrimonio de Murray (Saul Rubinek) y Mindy Markowitz (Carol Kane), especializados en electrónica y telecomunicaciones; y la falsificadora Roxy Jones (Tiffany Boone).
Junto a sus nuevos colegas, el chico comenzará a buscar al victimario de su parienta y a otros nazis que viven ocultos en diferentes lugares del país y tienen como objetivo conseguir lo que Hitler y compañía no lograron durante la Segunda Guerra Mundial.
Paralelamente a las aventuras de los cazadores, tenemos a la agente del FBI, Millie Morris (Jerrika Hinton), negra y lesbiana, que es discriminada en su oficina y empieza a seguir la pista de varias muertes raras que la guían hasta Offerman y sus asociados, quienes eventualmente darán con Chava Apfelbaum (Jennifer Jason Leigh), hermana perdida de Ruth y una “borra-esvásticas” incansable.
Por otra parte, los malotes tienen de su lado al Subsecretario de Estado, Biff Simpson (Dylan Baker), y al asesino y Travis Leigh (Greg Austin), a las órdenes nada menos que de “La Coronel” Eva Braun (Lena Olin) y su esposo, el señor Hitler (Udo Kier), quienes, desde las sombras, intentan reconstruir su imperio y arrasar con todo lo que les huela a “impureza” racial.
Uno de los factores que más atraen de esta propuesta, cuyo argumento es bastante jugoso a priori, es el excelente elenco que forman figuras muy conocidas de la pantalla. El caché que dan Pacino, Lerman, Olin, Kier, Radnor o Jason Leigh no es poca cosa y lo cierto es que solo por ellos vale la pena darle una oportunidad a este show.
Otro de los puntos a favor es su brevedad, pues tiene solo dos temporadas y un total de 18 episodios (diez en la primera y ocho en la segunda), lo cual lo convierte en un producto ideal para ver rápidamente un fin de semana o de forma espaciada durante pocos días. No obstante, si me apuraran, creo que con una docena de capítulos estaríamos más que satisfechos.
La acción tampoco está mal, aunque lo cierto es que a ratos se hace necesaria otra marcha en la narrativa. Sí, vértigo hay y la tensión sobra, pero en ocasiones se perciben demasiadas distracciones, flashbacks y otros elementos que, lejos de aportar más profundidad, a veces nos sacan del hilo conductor que seguíamos y hacen que nos sintamos tentados a darle 2X a la reproducción con tal de quitarnos un poco de “baba”.
No obstante, Weil se las arregla para mantenernos interesados en lo que sucede la mayor parte del tiempo, con giros de guion interesantes, muchos cliffhangers y escenas en donde el gore y la violencia son explotados con mucho sentido.
Visto por encima, es inevitable encontrar algunos puntos en común entre esta historia y el exitoso filme Inglorius Basterds de Quentin Tarantino, en donde un comando ejecutaba la misión de matar al mismísimo Hitler y sus principales colaboradores. Sin embargo, una vez que echamos un vistazo profundo, nos damos cuenta de que, más allá de matar fascistas y pasarse la veracidad histórica por el arco de triunfo, el “parentesco” entre ambas resulta bastante lejano.
Virtudes aparte, que tampoco le sobran en demasía, lo que sucede con Hunters es un problema de tono y de excesiva superficialidad.
Lo primero se percibe a partir de que se trata el holocausto de una manera bastante superficial y apenas se aprovecha el tirón emocional y dramático que un fenómeno tan desgarrador podría aportarle a la serie. Visto en perspectiva, un material de similar calado como es The Strain, más allá de vampiros y otros elementos afines, saca muchísimo más partido al tema mediante el personaje de Abraham Setrakian y su historia previa.
En este mismo sentido está el mensaje que nos manda la serie, el cual queda resumido cuando Meyer le dice a Johan algo así como: “El Talmud dice que vivir bien es la mejor venganza, pero yo digo que la mejor venganza es la venganza”. ¿En serio?
Se entiende que esta gente ha perdido cosas y ha sufrido lo indecible por culpa de los fascistas, pero cualquiera pensaría que, aunque los nazis nos despierten los peores instintos, la sed de sangre en su contra puede no ser la forma más coherente de corresponder ante sus atrocidades.
Luego tenemos el asunto de la escasa profundidad que tiene el relato. Aquí los malos son malísimos y los buenos… pues la mayor parte del tiempo, también. Los matices de cada personaje están ausentes casi todo el tiempo, lo cual hace que, salvo contados ejemplos, todo sea un poco blanco y negro. En otro caso, uno pasaría por alto algo así, pero es imperdonable el hecho de que no se aprovechen mejor los asideros del relato y sus caracteres para mover las “fichas” de forma más inteligente.
Asestados los “palos” pertinentes, es justo reconocer que Hunters es un producto armado decentemente y con el encanto suficiente como para engancharnos y hacernos pasar un buen rato frente a la pantalla. Nos gustaría haber disfrutado de un producto más acabado y menos caótico, pero lo que nos llegó está lejos de ser un desastre. Además, no todos los días vemos en televisión a Al Pacino y ya con eso muchos estarán convencidos de dedicarle su tiempo a esta entrega de Amazon Prime Video.
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