De Rolando Barral se pudieran resaltar muchísimos méritos. Pudiéramos empezar diciendo, por ejemplo, que se le conoce como el Johnny Carson latino (en alusión al afamado presentador norteamericano que fue el anfitrión de The Tonight Show durante 30 años). Podríamos, además, destacar que ha trascendido como el artífice del primer talk show en español de la televisión estadounidense, o que durante sus cuatro décadas de carrera artística tuvo apariciones y papeles en más de 70 telenovelas.
…pero primero vayamos a sus orígenes. Vio la luz en La Habana, en 1939. Rolando era descendiente de una familia con vínculos artísticos en la radio y la televisión. Su padre, Mario Barral, fue un destacado actor, guionista y director.
Con solo nueve años dio sus primeros pasos en lo que se convertiría luego en una exitosa carrera artística. Por ese entonces solo aparecía en un programa de radio en una estación local, pero antes de cumplir los veinte ya era coanfitrión de un espacio audiovisual en CMQ, una de las emisoras de radio y televisión más importantes de la época. Mi apellido es Valdez (1957), donde hacía de galán y compartía escenas con Raquel Revuelta, fue su primera telenovela en Cuba, y la última sería El alma encantada, adaptación de la obra del escritor francés Romain Rolland.
Del vínculo con su tierra natal poco más puede decirse. Salió de Cuba en 1962 y emigró a España, en un periplo que incluyó países como Panamá, Puerto Rico, República Dominicana, Venezuela y El Salvador. En estos territorios continuó su carrera actoral y tuvo participación en algunas obras.
En una entrevista que concedió al espacio A oscuras pero encendidos, de América TeVé, contó que en Puerto Rico hizo diecisiete telenovelas consecutivas, y luego dos más, para un total de diecinueve en territorio boricua. Entre las que más éxitos tuvieron allí: Tomiko (1972) y El hijo de Ángela María (1973). La primera estuvo inspirada en Madame Butterfly y la protagonizó junto a la actriz Angela Meyer. La segunda tuvo niveles de audiencia sin precedentes en la nación borinqueña.
Estas eran obras que se filmaban en vivo y, como ocurrió con gran parte de su trabajo por aquella época, no quedaron registros, pues no existía el videotape.
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Sobre El hijo de Ángela María, relató: “desde el punto de vista de producción, de realización, de actuación, de libreto (…) es la mejor telenovela que yo haya realizado y visto (…) Se emitía al aire y el margen de errores era mínimo, sin apuntador electrónico, sin teleprompter, las líneas eran aprendidas de memoria”.
En esa ocasión, el actor aludió a cómo había cambiado la forma de hacer televisión. “Hoy se graban y se editan y se pasan un día entero para grabar un capítulo, pero (…) por ejemplo, esa salía al aire a la 1 de la tarde, ensayábamos a las 11 de la mañana hasta las 12:30, luego había media hora para maquillarse y se emitía”.
Rolando, desde pequeño, había seguido bien de cerca la carrera de su padre, precursor del género con La novela en televisión, primer espacio de ese tipo en lengua castellana. Mario Barral había creado ese programa, que difundía, de manera habitual, historias creadas para este medio.
Años después, su hijo también haría historia. Para 1978 ya estaba instalado en Miami y se estrenaba como anfitrión del talk show televisivo El espectáculo de Rolando Barral, del Canal 23, antecesor de Univisión. Con esto marcó un hito: hasta el momento, en la televisión hispana de Estados Unidos, nadie había seguido el formato que ya existía en los canales en inglés de programas basados en entrevistas a invitados, donde el presentador utilizaba el humor y la sátira.
En abril de 1986 se internacionalizó la transmisión de Sábado Gigante y Rolando Barral fue el primer presentador de este para el público en EEUU, antes de que llegara el emblemático Don Francisco. Allí se mantuvo hasta 1988, cuando pasó a conducir Súper Sábado, donde estuvo cerca de cinco años. Luego se fue a Sábado en grande, en otra cadena. En este último se subió sobre los hombros de un equilibrista, en una cuerda floja a más de 50 pies de alto, en el coliseo Roberto Clemente (San Juan, Puerto Rico).
Luego estuvo en varios shows (Lunes y viernes con Barral, entre otros), hasta que en su extensa carrera artística apareció un bache. Fue detenido y multado por poseer y estar bajo los efectos de drogas. Era el año 1988 y, después de obtener la libertad condicional, dos meses más tarde volvió a los medios. De esta etapa son obras como las telenovelas venezolanas Paraíso (1989), La sombra de Piera (1989), Adorable Mónica (1990) y el programa TV con Barral.
Venezuela fue otro de los países donde dejó una huella importante, al aparecer en casi 20 novelas. Allí se le dio el apelativo de doble de Diego Arria, por su similitud física con el político de Caracas.
Actuación, animación y muchas otras facetas se intercalaban en la vida de este cubano, pero él mismo dijo: “yo soy actor, lo que me gusta es el teatro, el cine y la televisión”.
Trabajó hasta el fin de sus días. Era de esos profesionales de los que podía decirse que murió con las botas puestas. Una fatídica noche de 2002, mientras conducía el programa televisivo Fiesta a las siete menos cinco, sufrió un derrame cerebral que, si bien no le quitó la vida al instante, pocos días después, y luego de ser sometido a una operación para detener una hemorragia interna, su vida se apagó luego de un infarto.
La mañana siguiente de la detención de Rolandito Barral, supe por la radio y periódico
que se le encontró sustancia ilícita en su vestimenta, lo que se dió a conocer al público de habla hispana en USA, quedando Barral fuera del mercado de showbusines por un tiempo, lo que permitió a Kreutzberger instalarse en USA los Sábados por la tarde.
La controversia se formó al concluir la investigación, que la sustancia había sido implantada en la ropa de Barral la noche anterior por supuestos competidores.-