Cada vez que Netflix anuncia una nueva serie producida en el norte de Europa, varios críticos y espectadores enfilan su atención hacia allá con la expectativa de descubrir una nueva joya de la pantalla chica. Cuando Equinox fue subida en pleno a la plataforma de streaming más poderosa de todas, las audiencias volvieron a contener el aliento y se lanzaron apresuradamente a ver de qué se trataba aquello.
Surgida a partir del podcast Equinox 1985, de la danesa Tea Lindeburg, también guionista, esta obra entra dentro de la corriente de relatos —generalmente— policiacos denominada como noir nórdico, en la cual se incluyen piezas tan reconocibles como Wallander, Millenium, The Bridge (Broen/Bron) o The Killing.
La trama gira en torno a Astrid, una treintañera que en su temprana adolescencia sufrió la pérdida de su hermana mayor, Ida, quien desapareció misteriosamente junto a varios compañeros de instituto el día de su graduación en 1999. Como consecuencia de ese terrible suceso, la chica creció sumergida en el caos emocional que marcó a su comunidad y se convirtió en mujer atormentada por la inexistencia de un cierre a esa parte de su pasado.
Una noche, mientras trabaja en su programa de radio habitual, la protagonista recibe una llamada que la devuelve a su trauma, pues alguien del otro lado de la línea le ha dicho que su hermana y los demás jóvenes pueden estar vivos en algún sitio. A partir de ahí, comenzará una minuciosa y lacerante carrera para ir descubriendo cada detalle relacionado con el evento inconcluso que convirtió su vida familiar en un desastre.
La propuesta, como todas las de este subgénero nacido en la fría Escandinavia, contiene sus buenas dosis de investigación, dramas con visos de culto, suspense, y también flashbacks a granel y algunos toques fantásticos; esto último forma parte de ingredientes que se agregan a la mezcla para para darle un matiz más a tono con shows que últimamente han causado sensación.
Sin embargo, y coincidencias aparte, no deberíamos cometer el error de evaluar a Equinox en base a cualquier programa que le haya precedido. Aunque a ratos sí es cierto que nos recuerda a la alemana Dark o a la estadounidense Stranger Things, los directores Søren Balle y Mads Matthiesen le dieron una identidad tan bien definida que permite salvarla de las inevitables comparaciones.
El diseño de los ambientes, en un primer lugar, está perfectamente cuidado, debido al sentido práctico y la dirección de arte que convierten cada escenario de 2019 y 1999 en lugares que respiran realismo. Los grises, la lluvia, la niebla y la apariencia opaca de los personajes sirven para simbolizar las profundas marcas que cargan actualmente, mientras que en la etapa precedente se muestra una paleta más animada, lo cual demuestra cómo han cambiado para ellos las cosas.
Lo otro es el asunto de la banda sonora, algo que, al más puro estilo nórdico, está construido de forma mínima y dosificado sabiamente a lo largo de momentos muy justificados dentro del metraje. Igual que la escala de colores, la música involuciona desde los hits noventeros hasta los largos silencios del presente, otra señal de la degradación que se percibe en cada uno de los personajes.
La historia explora temas como la pérdida y las fases del luto, a la vez que intenta explicar las consecuencias del daño psicológico y emocional provocado por las obsesiones inalcanzables.
Algo negativo que debemos señalar es que, a pesar de que todas las actuaciones son estelares, la mayoría de personajes están escritos de forma muy básica. Solo Astrid, la protagónica, se nota plenamente desarrollada.
Interpretada por la serbia Danica Curcic en su versión adulta y por la danesa Viola Martinsen durante su infancia tardía, Astrid cuenta con una riqueza y humanidad a la que no se acerca el resto del elenco. Si por un lado Curcic proporciona una organicidad brutal (¡por Dios, esos silencios!), su contraparte adolescente está igual a un nivel altísimo, de forma que entre ambas deben cargan con casi todo el peso dramatúrgico de la obra.
Por otro lado, a nivel de guion, Equinox está rozando los estándares de este tipo de dramas. Es un rompecabezas construido con cuidado y que se nos revela de forma sutil. Eso sí, la poca profundidad que muestra en ciertos aspectos hace que cueste cerrar algunos arcos argumentales y digerir varias reflexiones en torno a la sociedad actual.
Sin embargo, es obvio que la serie tiene un enorme potencial para ser mejor de lo que demuestra en esta temporada debut. Si finalmente es renovada para una continuación, esperamos ver más desarrollo de subtramas, caracteres, y en general de este interesante universo que aquí se nos presenta, elementos que podrían mejorar lo que hemos visto en estos seis episodios iniciales.
No obstante, la propuesta hace honores al scandi-noir y se atreve a agregar lo paranormal con la coherencia suficiente para no caer en facilismos ni “agujeros negros” narrativos, lo cual es más de lo que podemos decir respecto de las últimas propuestas de Netflix. Resumen: televisión bien hecha que vale la pena mirar.
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