La vida de Eduardo “Tiburón” Morales Orozco puede dividirse en dos episodios fundamentales, cada uno de ellos totalmente opuesto al otro. De cualquier manera, tuvo siempre un problema para escoger cuál de los dos prefería.
El primer elemento dual en la biografía de este hombre es su lugar de nacimiento. Resulta que vio la luz el 17 de octubre de 1935 en la localidad de Francisco Guayabal, por entonces perteneciente a Camagüey, pero luego sería “trasladada” a Las Tunas y acabaría con el nombre de Amancio Rodríguez.
Dueño de esa “doble nacionalidad”, Eduardo fue desde pequeño un dotado para la actividad física. Pronto se destacó como promesa beisbolera de la zona, y años después llegó a integrar la selección de Granjeros, principal equipo de la provincia agramontina.
“En los años en que comienzo a sentirme hombre hecho y derecho ya jugaba “centerfil” en Francisco Guayabal, en la provincia de Camagüey. Cuando triunfa la Revolución estaba en la Liga Azucarera pero con la Revolución comienza el béisbol socialista, el béisbol de aficionado, y empecé con la selección Orientales que dirigía Natilla Jiménez; los Mineros, de Roberto Ledo; con los Granjeros… Bueno, estuve jugando varios años en las series nacionales», declaró en una entrevista.
Cuando vestía la camiseta de ese último elenco, sucedió un hecho sumamente interesante, que es precisamente el motivo por el que hemos decidido traer su figura a colación. Pero primero hay que dar un poco de contexto.
El 15 de marzo de 1964, el derecho Owen Blandino había logrado conectar el primer jonrón dentro del terreno en la historia de nuestras Series Nacionales de Béisbol (SNB). Era un hito para los torneos locales, sobre todo porque el protagonista fue ese brillante jugador espirituano, rebautizado por la afición como El Gallo de Cabaiguán.
Aunque Blandino fue el pionero en ese tipo de cuadrangulares, poco después el futuro cantante de Son 14 logró convertirse en el primer bateador zurdo en sumar uno de esos a su palmarés.
El notable hecho tuvo lugar en el estadio Latinoamericano, el 2 de abril de ese mismo año. En aquella jornada, el siniestro camagüeyano/tunero dio la vuelta al cuadro luego de pegarle a una bola lanzada por Isidro Borrego, pitcher matancero. Lo curioso es que ese fue solo uno de los dos bambinazos que pegó en todo su paso por las SNB.
Pese a su amor por el deporte, a “Tiburón” le costaba decidirse entre esa y su otra pasión. A la par de jugar como jardinero y primera base de la tropa camagüeyana, por aquellos años el muchacho también adoraba cantar. Por ahí hay quienes cuentan que lo mismo dejaba embarcado un partido para subirse a la tarima, que se olvidaba de una actuación con tal de ponerse los spikes.
Tal intermitencia, y también el hecho de que no le sobrara demasiado el talento, hicieron que su paso por el principal torneo beisbolero del archipiélago cubano fuera bastante discreto. Algunos de sus números a lo largo de siete series: promedio ofensivo de .237, como resultado de sus 98 imparables en 414 turnos oficiales. En su hoja de servicios también pueden contarse 79 carreras producidas (40 anotadas y 39 impulsadas), 10 dobletes, un par de triples, 51 boletos, 9 bases robadas y un “anémico” slugging de .285. Interesante resulta saber que solo sumó un fly de sacrificio y cero toques de bola exitosos a la hora de avanzar a un compañero.
Visto lo visto, no quedan dudas de que el lugar del “escualo” no estaba sobre el diamante. Por suerte para él, dio con el señor Adalberto Álvarez, y como cantante principal de la agrupación Son 14 se convirtió, eventualmente, en una de las voces fundamentales del son en la Mayor de las Antillas y a nivel internacional.
Hizo famosos temas como “A Bayamo en coche” y “Calle Enramadas”, siempre con su sabor guajiro y las características improvisaciones que levantan de su asiento, igual que si diera un jonrón, al público que sea.
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¿Tiburón Morales murió?