José Martí escribió sobre todos, o casi todos los temas, y sobre su vida también se han abordado varias aristas, incluso las más íntimas. Sin embargo, hay un hecho escasamente reseñado y tiene que ver con el intento de envenenamiento que sufrió y, más insólito todavía, cómo fue capaz de perdonar a su atacante y convencerlo para que se uniera a la causa independentista.
Para el año 1892, la salud del Apóstol se deterioraba: había sido diagnosticado con afecciones oculares (conjuntivitis), una úlcera encima del tobillo, bronco laringitis y sarcoidosis. A finales de ese mismo año, cuando se encontraba en Tampa, le dieron a beber vino de Mariani (bebida energética) envenado con ácido.
Sus funciones allá eran las de recolectar dinero y activar la participación de los clubes. Junto a Martí iban José Dolores Poyo y otros patriotas cubanos.
En este viaje, además de las personas habituales que lo acogían (Paulina y Ruperto Pedroso), Martí tuvo como ayudantes personales a dos cubanos que estuvieron involucrados en el intento de asesinato. De uno de ellos –blanco— se desconoce la historia, el otro —mulato—, Valentín Castro Córdova, consiguió el perdón del Maestro y pasó de envenenador a patriota.
De la bebida que le ofrecieron estos dos, Martí solo había tomado un trago. Esto le bastó para sentir un raro sabor. De inmediato, avisó al doctor cubano Miguel Barbarrosa. Por recomendación de este, vomitó, y luego se le practicó un lavado de estómago.
Este fatídico suceso, aunque tuvo un rápido enfrentamiento, le dejó secuelas. En carta escrita por Martí a Serafín Sánchez, le confiesa “… mi estómago no soporta aun alimento, después de un mes…”.
Cuando solo habían pasado dos días de los hechos, Castro Córdova acude a visitar a un Martí todavía convaleciente, quien lo recibe y le dedica un tiempo para intercambiar ideas. Al conocer que todo había sido iniciativa del gobierno español, logra sumarlo a la causa independista. Córdova llegó a terminar la guerra con grados de Comandante y, más adelante, durante la República, fue capitán del Ejército Nacional.
¿Cómo conocemos esta historia hoy? La primera referencia a esta anécdota llegó en 1933, en el libro Martí, el Apóstol, escrito por Jorge Mañach. La historia habría sido narrada por Paulina a Gonzalo de Quesada y Aróstegui.
Parte del desconocimiento en cuanto a este tema es debido al propio Martí. No quiso que se divulgara ni se le diera tanto protagonismo a esta historia, según ha trascendido.
Por esta época, Pepe era una figura de interés para espías secretos norteamericanos y españoles. De acuerdo con la web del diario Juventud Rebelde, ya había sido alertado de ello, pero en muchas ocasiones confió en quien no debía.
Aporto: Uno de los dos implicados en el intento fue descubierto por los compañeros de Martí quienes querían ajustarle cuentas. Martí pidió hablar a solas con el hombre en una de las habitaciones de la casa.
El hombre salió de allí con los ojos aguados. Para sorpresa de todos Martí insistió en que no se divulgara el incidente ni el nombre de la persona. Enfáticamente aseguró: “Ese será uno de los que habrán de disparar en Cuba los primeros tiros”.
Lo profetizado se cumplió. Valentín Castro Córdova, se incorporó al Ejército Libertador y terminó la guerra con los grados de Comandante.
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Conocí de ese suceso una vez que fui a Ybor City en Tampa y lo leí en una tarja de bronce que esta en el lugar donde ocurrió