El cuadrangular es, sin dudas, el batazo más espectacular del béisbol, y más todavía, si es conectado a la hora buena, cuando significa empate, ventaja o victoria definitiva. Hoy quería traerles una selección con algunos de los más trascendentales de la pelota cubana en el último medio siglo. Sabemos que faltarán varios, pero todos los apasionados del deporte nacional tenemos un top… Este es el mío.
Marquetti y la bomba nuclear del Latinoamericano (1986)
Si hay dos equipos que juegan a muerte en las Series Nacionales, esos son Industriales y Pinar del Río. En 1986, cuando el campeonato se decidía por promedio de ganados y perdidos, ambos conjuntos definieron al monarca en un choque que bien pudiera emular con un séptimo juego de play off.
Después de moverse varias veces el marcador, a la altura del inning doce todavía hay paridad en la pizarra del Latinoamericano. Los vueltabajeros tienen en la lomita a su mejor hombre, el derecho Rogelio García, dueño de un tenedor infernal. Del otro lado, al bate, está el veterano Agustín Marquetti. Con 40 años y ese mismo número en la espalda, ha venido con el objetivo de empujar a Javier Méndez, a la espera en primera un “cohete” que le haga acercarse al home.
A falta de un out para el cierre de la entrada, el gran slugger zurdo despeja la mente y deja pasar el primer envío. No sucede igual con el segundo lanzamiento, un tenedor que se queda alto, al cual Marquetti castiga y, halando “para su mano”, hace desaparecer entre el mar de gente que grita con locura en el jardín derecho del estadio. Atrás han quedado nada menos que 13 años sin títulos para la nave azul.
La “oportunidad” se llama Lourdes Gurriel (1988)
Posiblemente el Campeonato del Mundo de béisbol que más se ha quedado en la memoria colectiva de los cubanos es el que se realizó en Italia en 1988. Aquella vez Cuba volvió a enfrentarse al que los expertos califican como el elenco estadounidense más fuerte de todos aquellos universitarios que se midieron a Cuba, en el cual estaban figuras como Tino Martínez, Jim Abbot y Robin Ventura, quienes luego se convertirían en estrellas ligamayoristas.
El choque decisivo tuvo al lanzador zurdo Abbot -quien había nacido sin su mano derecha- como dominador de la tropa antillana, pero en la octava entrada todo cambió. Cuenta una anécdota que Luis Giraldo Casanova salió a batear y le dijo a Lourdes Gurriel: “no sé lo que vas a hacer, pero yo me voy a embasar”. Acto seguido, el estelar jardinero pinareño tomó un boleto y luego el espirituano conectaría un enorme cuadrangular que borró la diferencia de dos carreras que tenían los norteños. Ya en extra innings Lázaro Vargas pegaría un doble de oro que impulsó a Juan Padilla hasta la goma, para dejar al campo a la fuerte novena rival.
¡Bótala Linares… bótala mil veces! (1999)
El torneo del béisbol de los Juegos Panamericanos de Winnipeg no había sido un buen certamen para el Cuba. Tras caer frente a Estados Unidos y Canadá, algunos de los dirigidos por Alfonso Urquiola fueron señalados por una parte de la afición que exigía mejor rendimiento. Uno de los “acusados” de aquel momento fue Omar “El Niño” Linares, el mismo tercera base que antes había regalado tantas sonrisas a la pelota cubana.
Se jugaban las semifinales ante los propios locales, que hasta ese momento parecían el equipo más difícil de todos, y los nuestros iban debajo por dos en el octavo inning. Con dos corredores en base le llegó el turno a Linares, quien le daría una lección a todos sus críticos, al batear la bola más allá de los límites y poner a Cuba rumbo a la discusión de un nuevo título continental. De ese día nos quedará para siempre la narración de Roberto Pacheco, cuya emoción nos tocó a todos la fibra.
Muñoz y el espía cargabates (1980)
Japón acogió el Mundial de 1980 y la final fue entre cubanos y el conjunto de casa. El Tokío Dome estaba lleno a reventar, aunque con el paso de las entradas el público se impacientaba ante la ausencia de anotaciones. Ante tal situación, se imponía hacer algo.
Curiosamente, por aquellos años no se permitía tener cargabates en el equipo, motivo por el cual esa noche le tocó a Agustín Marquetti desempeñar esa función. Cuando Antonio Muñoz vino por tercera vez a consumir su turno, el capitalino, que había estado analizando durante todo el juego al lanzador nipón, le puso bajo aviso: “el tipo abre siempre con recta”. Como no podía ser de otra forma, la consecuencia fue uno de los batazos más descomunales que se han pegado por el right field del Tokio Dome. Sirvió para inclinar la balanza a favor de Cuba, que terminó venciendo 1-0 y se quedó con la corona.
Pestano “liquida” a Matanzas (2013)
Villa Clara no ganaba un campeonato desde 1995 y el dolor se podía notar en la afición. Tras perder tres veces contra Industriales en la definición del título (2003, 2004 y 2010), los Naranjas llegaban a una nueva final con las ganas de recuperar la gloria de su pasado reciente.
El rival de turno era el “renacido” Matanzas de Víctor Mesa, director que antes no había podido llevar a los Azucareros al oro y que ahora con los Cocodrilos parecía más cerca que nunca. Sin embargo, la tropa de Ramón Moré no estaba dispuesta a dejar escapar otra oportunidad de coronarse y el capitán Ariel Pestano lo dejó claro con un decisivo cuadrangular con bases llenas que significó un impulso fundamental para que los centrales se hicieran con su cuarta victoria y escalaran una vez más a lo más alto del béisbol nacional.
Linares y el «hat-trick» de Atlanta (1996)
De nuevo Japón y Cuba definían un título importante. Esta vez eran los Juegos Olímpicos del Centenario, que se efectuaron sorpresivamente en la norteamericana ciudad de Atlanta, capital del estado de Georgia. Ese día de la final, los cubanos batearon a placer en el Fulton County Stadium —cancha que hasta ese año fue la casa de los Atlanta Braves—, y vencieron 13-9 a los asiáticos, apoyados en parte por una tripleta de jonrones de Omar Linares, quien se dio el lujo de sacar una pelota por cada uno de los jardines, hazaña que hasta la fecha nadie más ha logrado siquiera “arañar”.
¿Por dentro o por fuera? (2007)
El playoff de la Serie XLVI tuvo al clásico nacional de nuevo en acción. Santiago e Industriales reeditaron la final pasada, que habían dominado los Azules en seis juegos. Esta vez también la definición llegó a la altura del sexto partido, gracias a un polémico batazo que hasta nuestros días cuesta dar validez.
El susodicho jonrón lo dio José Julio Ruiz, inicialista indómito, quien bateó para su mano una pelota que, a ciencia cierta, no se sabe si pasó por dentro o por fuera de la varilla del jardín derecho del estado Guillermón Moncada. Lo cierto es que aunque después sucedieron otras cosas en el partido, los hombres de Antonio Pacheco terminaron llevándose el primero de dos títulos consecutivos y el segundo de los tres que conseguiría el “Capitán de capitanes” al frente de las Avispas.
Pacheco y el último clavo del ataúd pinareño (2001)
A finales del XX e inicios del siglo XXI, en Cuba había un solo equipo a nivel nacional. Era la llamada “Aplanadora” santiaguera, integrada por grandes peloteros como Orestes Kindelán, Norge Luis Vera, Ormari Romero, Gabriel Pierre o Rey Isaac, la cual consiguió tres campeonatos al hilo entre 1999 y 2001, para así marcar una dinastía en la historia reciente del pasatiempo nacional.
El último de aquellos tres títulos llegó, entre otras razones, gracias a las muñecas de Antonio Pacheco. Con ventaja frente a Pinar del Río en el último juego de la serie, Santiago necesitaba un par de carreras más para acomodarse en el marcador y gritar una nueva victoria. Para ello llegó del banco Antonio Pacheco, quien se encontraba aquejado de sacrolumbalgia. Sin embargo, eso no frenó al estelar segunda base, quien pudo conectar con un lanzamiento de Pedro Luis Lazo y sacó la pelota por la banda contraria para traer cuatro anotaciones al home plate.
Medina, el héroe de Edmonton (1981)
Aunque la Copa Intercontinental de Edmonton ’81 se perdió, todavía queda en el recuerdo aquel swing espectacular de Pedro Medina para empatar el partido. Aquel día, el cátcher habanero no fue regular; su lugar lo ocupó el villaclareño Alberto Martínez. Aunque se dijo que Medina tenía problemas estomacales, años después él mismo lo desmintió, señalando que su suplencia fue una decisión exclusivamente técnica. De cualquier manera, cuando la cosa se puso fea, fue llamado y respondió.
En tres y dos, en la novena entrada, Medina la puso a volar para igualar el marcador, una alegría que duró poco, pues en la siguiente entrada Pedro Jova capturó un roletazo por tercera, pero no tiró a home pensando que era foul y, como consecuencia, los norteamericanos anotaron la carrera necesaria para dejar al campo a los cubanos.
Marquetti y los dos jonrones de Managua (1972)
Dicen que después de botarla de foul en un turno al bate, lo que viene luego es un ponche seguro. Pero parece que Agustín Marquetti no sabía eso. En 1972, Nicaragua fue sede del Mundial, y otra vez el jonronero oriundo de Alquízar se vistió de grande.
Noveno inning. Cuba pierde una por cero. Félix Isasi abre dando jit y luego se roba la segunda. Tras llegar a la intermedia, el propio Isasi se da cuenta de su error: “Ah, carajo, ahora los americanos seguro le dan la base a Marquetti”, piensa y se tortura. Pero los norteños deciden pitchearle al “40” y cometen una pifia aún mayor. Al primer lanzamiento, Agustín la saca de foul, y todos comienzan a dar por hecho que no hay solución. Sólo dos envíos más tarde, el enorme moreno la “endereza” y deja de piedra al mismo que antes se imaginó que lo tenía dominado.
Alejo O’Reilly deja al campo a Taipei (1984)
Se decide el Mundial del ’84, pero la lluvia de La Habana no quiere que el juego entre Cuba y Taipei de China se termine. Ya avanzado el encuentro, las precipitaciones obligan a detenerlo y no se reanuda hasta altas horas de la madrugada. Como es costumbre, los antillanos van debajo. Han convertido las remontadas en un recurso manido.
Primero, Gurriel, como siempre, la desaparece y empata. Luego, cuando los relojes marcan cerca de las cuatro horas de la madrugada, Alejo O’Reilly se pone el traje de héroe y conecta una pelota que va a parar hasta casi la tercera fila de asientos. Pocos lo recuerdan, pero en ese torneo el propio O’Reilly implantó una curiosa (y aún intacta) marca, al batear ocho jits consecutivos.
Cheíto vence a Pinar del Río (1978)
Es 1978 y por primera vez la Serie Selectiva se decide con un playoff. Ese año terminan empatados en ganados y perdidos los “trabucos” de Las Villas y Pinar del Río. Se completan dos juegos en el Capitán San Luis y dos en el Augusto César Sandino y todo sigue con empate. El último y decisivo choque se pacta en terreno neutral: el Latino.
Ese día, con el estadio del Cerro lleno de vueltabajeros y villareños, Pedro José Rodríguez lo decidió todo con un memorable swing de cuatro esquinas que puso la pizarra 3-2 y fue determinante para liquidar a los poderosos “vegueros”. Casanova provocaría el último out luego de un rolling a tercera base.
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