1000 millones de dólares y 32 empresas vendidas: El imperio de un cubano desafía a Trump

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Mike Fernández. Foto tomada de El Nuevo Herald.

La historia de Miguel «Mike» B. Fernández es la de un niño cubano que perdió todo a los 12 años y se convirtió en un empresario multimillonario en Estados Unidos. Hoy, a los 73 años, este multimillonario ha decidido usar su fortuna para enfrentar públicamente a Donald Trump y a los políticos republicanos de Florida, en una batalla que considera fundamental para el futuro de su país adoptivo.

Nacido en Manzanillo, en el oriente de Cuba, la infancia de Fernández quedó marcada por la presencia militar de los años posteriores a la Revolución de 1959 que llevó a Fidel Castro al poder. Como relata a la BBC, tras confiscar el pequeño negocio de su padre, su familia debió trasladarse hacia México.

Allá sobrevivieron seis meses sin visado ni pasaporte con la ayuda de «muchos mexicanos y unas monjitas de un convento» hasta que lograron cruzar a Estados Unidos, experiencia que, asegura, le permite entender «exactamente cómo se siente la gente aquí indocumentada», según declaraciones recogidas por la BBC.

Fernández describe este período como transformador: «Mi país, este país, significa más para mí que para muchas personas nacidas aquí, porque vengo de un lugar que perdí», explica al diario español El País. «Le debo mucho a esta nación, y le daré todo lo que pueda para ayudarla a salir de este momento tan difícil».

Formación y servicio militar: los valores que forjaron al empresario

Pasó ocho años en Nueva York, donde estudió en un colegio de jesuitas y asimiló el lema de «vivir para otros», educación reforzada por sus padres, por entonces «poco ricos en capital, pero mucho en valores», como relata a la BBC.

El sentimiento de deuda con su país de acogida lo llevó a alistarse voluntariamente como paracaidista en el ejército de Estados Unidos, donde sirvió durante tres años y medio y combatió en la guerra de Vietnam. «Cuando yo llegué de Cuba nos daban dinero para estudiar a todos los cubanos que queríamos estudiar», recuerda en su entrevista con la BBC, contrastando esa generosidad con la de las políticas actuales.

El imperio empresarial: de Miami al éxito millonario

Tras dejar el ejército, se instaló en Miami, donde inició una pujante carrera empresarial en el sector de la salud. Su capacidad emprendedora no conoció límites: fundó y vendió más de 30 compañías antes de crear MBF Healthcare Partners, una firma de inversión privada que integra varios fondos por centenares de millones de dólares.

«He sido afortunado, en los negocios, de muchas maneras. He construido 32 empresas que han sido vendidas principalmente a compañías públicas, así que el dinero no es un problema para mí», explica a El País. Su patrimonio neto personal supera los 1 000 millones de dólares, según datos de la BBC.

Para Fernández, el éxito financiero siempre ha tenido un propósito mayor. «El dinero es para ayudar. No sabes la felicidad que yo he sentido ayudando a otras personas», declara a la BBC. Su filosofía filantrópica se refleja en sus cuantiosas donaciones para investigaciones sobre el cáncer, becas universitarias y defensa de los inmigrantes.

«Eso no me hace mejor persona, ni soy un líder, ni soy nadie. Soy un migrante con los pies bien firmes en el piso y me gastaré lo que tenga que gastarme para defender el futuro de mis hijos, mis nietos y del país», proclama en la misma entrevista.

La ruptura política: del republicanismo al activismo independiente

Durante años, Fernández apoyó a candidatos republicanos y, en menor medida, a demócratas que consideraba «buenas personas», llegando a donar más de 30 millones de dólares y ejerciendo como copresidente financiero de la campaña de reelección del gobernador Rick Scott en 2014, según informa la BBC.

Su ruptura con el Partido Republicano llegó en 2016, al rechazar la estrategia «del martillo y la crueldad» de Donald Trump, a quien considera un dirigente sin conocimiento histórico ni valores democráticos. «Ahora mismo, no creo en ninguno de los dos partidos», dice a El País, «así que siento que tengo que hablar solo por mí mismo, y tengo el capital para hacerlo».

La campaña de las vallas: cuando el silencio se rompe

En abril de 2024, comenzaron a aparecer en puntos estratégicos de Miami unas vallas publicitarias con mensajes como «Deportar inmigrantes es cruel», «Hagan algo» o «Aspirante a dictador», acompañando los rostros de Donald Trump, del secretario de Estado Marco Rubio y de los congresistas cubanoamericanos Mario Díaz-Balart, María Elvira Salazar y Carlos Giménez.

Su autoría se mantuvo en secreto durante algún tiempo, hasta que Fernández la reconoció públicamente tras recibir amenazas. Como relata a El País, hace unos meses encontró una bolsa con carne molida y una nota amenazante: «Sabemos que te gustan los perros». Más recientemente, un conductor desconocido lo bloqueó con su vehículo y le exigió agresivamente que dejara de opinar sobre política.

«En ese momento, decidí que no me dejaría intimidar», cuenta a El País. El empresario busca «despertar la conciencia» de los residentes de Miami ante lo que califica como una agenda migratoria «cruel» y «deshumanizante» del presidente.

Las consecuencias personales no han sido menores. «Lo que más me preocupa de todo son los amigos que no me hablan y la familia que me llama comunista. Soy lo opuesto de un comunista, soy capitalista, y creo que lo puedo demostrar de muchas maneras», reivindica a la BBC.

Recientemente retiró donaciones de 1 millón de dólares a la Florida International University (FIU) y 10 millones al Miami Dade College por excluir de sus programas de becas a inmigrantes sin papeles, según informa la BBC.

La batalla por el futuro: más allá de las vallas

Con el respaldo financiero asegurado hasta las elecciones de 2026, Fernández mantiene la presión sobre los tres congresistas señalados. «Si tengo que gastar 10, 20 o 30 millones de dólares en esta lucha, lo haré», asegura a El País.

«Yo no puedo pelear con Donald Trump en Washington, pero todos vemos lo que hacen los representantes que tenemos localmente, en el sur de la Florida, en Miami. ¿Podemos reemplazarlos?», se pregunta en su entrevista con la BBC.

Para Fernández, esta no es solo una batalla política, sino una defensa de los valores que hicieron grande a Estados Unidos. «Cuando yo llegué de Cuba nos daban dinero para estudiar a todos los cubanos que queríamos estudiar. Ahora los mandamos para campos de concentración que están fabricando cerca de diferentes estados. Ese no es el país que yo conozco», sentencia a la BBC.

La historia de Mike Fernández demuestra que el sueño americano sigue vivo, pero también que quienes lo han alcanzado tienen la responsabilidad de protegerlo para las futuras generaciones. Su legado trasciende el éxito empresarial: es el de un hombre que, habiendo perdido una patria, está dispuesto a todo por defender la que lo acogió.

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