Según los mitos occidentales, los cambiaformas son las criaturas que dejan detrás las hadas o trols cuando secuestran un bebé humano. Muchas son las historias en donde una familia se vio con un pequeño monstruito entre manos luego de que su vástago fuera raptado por criaturas sobrenaturales.
En torno a este fenómeno gira la trama de amor, terror y realismo mágico que es The Changeling, serie de Apple TV+ cuya primera temporada de ocho episodios, escrita por Kelly Marcel, adapta parcialmente la novela homónima del estadounidense Victor Lavalle.
Los protagonistas son Apollo (Lakeith Stanfield) y Emma (Clark Backo), dos jóvenes adultos, quienes, tras conocerse brevemente, establecen una conexión especial que los lleva a juntarse y pensar una vida juntos.
Entre los deseos regalados a ella por una mujer extraña en Brasil, y los traumas de él, vinculados a su padre, ambos se las arreglan para construir una relación que parece ideal. Después de convertirse en padres, Emma empieza a notar cosas raras con su bebé y termina perdiendo el juicio hasta el punto de cometer un acto atroz contra su propia familia.
Luego del punto de quiebre, el relato cambia de ritmo y de tono y se transforma en una suerte de investigación, mediante la cual Apollo intentará buscar a mujer desaparecida y, de paso, darle sentido al desastre que es su vida.
Esta suerte de cuento de hadas macabro nos lleva a recorrer un Nueva York diferente al que imaginamos. A partir de una premisa muy interesante, puesta en práctica a partir de un episodio inicial algo confuso pero prometedor, uno siente que está ante una historia que lo atrapará con intensidad.
Además, llama la atención el hecho de que el show cuente con un narrador en off, que nos va acompañando en el recorrido. Más curioso aún es que esta voz misteriosa sea la del mismo autor del libro, quien aquí actúa como una especie de deidad omnisciente, capaz de mostrarnos a discreción los detalles de su propio texto.
Sin embargo, cuando vamos avanzando hasta la mitad de esta tanda de capítulos, notamos que el argumento se muestra mucho más disperso de lo que lo que parecía en principio. No es que la estructura no-lineal sea un problema per se, pero aquí la constante inserción de flashbacks un tanto inconexos (y hasta repetitivos), junto con la falta de claridad en el tono, hacen que lo contado divague innecesariamente y se vuelva cansino, que no necesariamente aburrido.
Si algo destaca de esta propuesta es su leitmotiv: las complejidades de la paternidad, un tema que constantemente es minimizado y “rebajado” en todo tipo de producciones. Aquí, asuntos como la licencia de maternidad, el desapego emocional, las noches sin dormir y los miedos naturales de cualquier padre o madre primerizos, son abordados de maneras mucho más realistas y con matices que suelen ser pasados por alto en otras creaciones, más preocupadas por los finales felices que por exponer algo con sustancia.
También hay que reconocer la forma en que el guion expande la historia literaria, dándole un mayor trasfondo a los personajes principales y también a otro fundamental como es Lillian Kagwa (Adina Porter), la madre de Apollo.
Las actuaciones son correctas en todos los casos, aunque tampoco podemos decir que resulten dignas de alabanzas exageradas. Stanfield y Backo hacen lo suyo y se roban buena parte del show, mientras que Malcolm Barret también saca en cada una de sus escenas un provecho enorme a su Patrice, el colega vendedor de libros del protagonista.
Cinematográficamente, es válido defender el trabajo de los realizadores y la dirección de fotografía. Sus trabajos nos presentan un mundo oscuro, de ensueño y pesadilla a partes iguales, pero siempre marcado por una paleta en donde alternan con mucha coherencia los neones y los colores sobrios.
El principal pecado de The Changeling es que su creadora, la señora Marcel, parece haber pensado más en estirar el show para ver si le daba para otra temporada, que en desarrollar un argumento sólido y, sobre todo, más coherente en su forma de decir. En tiempos en que la cancelación ha dejado de ser un fantasma para convertirse en una parca adicta al trabajo, un error de este tipo puede significar el adiós de una continuación.
Sí es cierto que a pesar de sus defectos la serie atrapa y entretiene, pero no pasa de ser la enésima propuesta que “pudo haber sido muy (muy) buena si…”. Simplista y directa en exceso, The Changeling pierde la esencia de la novela de Lavalle y de sí misma durante el proceso. Hoy, a falta de que salgan al aire los restantes cuatro episodios de esta primera parte, no le vendría mal un cuarto deseo, a ver si en su probable regreso nos ofrece algo mejor.
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