La reciente llegada de Regreso al corazón a las pantallas de la televisión nacional ha despertado un debate necesario sobre el rumbo del dramatizado cubano contemporáneo. Esta nueva telenovela, apenas estrenada, se encuentra en el centro de una conversación que trasciende la simple crítica televisiva para adentrarse en cuestiones más profundas sobre identidad cultural, recursos creativos y expectativas del público.
Según una indagación nuestra en redes sociales, una de las preocupaciones más recurrentes entre los televidentes es la percepción de que Regreso al corazón adopta códigos estéticos y narrativos que parecen alejarse de la tradición nuestra. La opulencia visual de las locaciones y la estructura narrativa han generado comparaciones con producciones mexicanas, planteando una pregunta fundamental: ¿hasta qué punto es válido que la TV cubana se aferre de forma tan acérrima a fórmulas foráneas?
Esta inquietud refleja una tensión más amplia en el panorama audiovisual de nuestra nación. Con la riqueza de historias propias que ofrece la realidad que vivimos cada día, surge la interrogante sobre por qué recurrir a esquemas que, aunque probadamente exitosos en otros contextos, pueden resultar ajenos a la sensibilidad local. La búsqueda de universalidad en el entretenimiento no debería implicar necesariamente el abandono de la especificidad cultural que ha caracterizado históricamente a la dramaturgia cubana.
El contraste con Sábados de gloria, la telenovela precedente, resulta inevitable. Esa producción demostró que, utilizando recursos similares y manteniéndose dentro del género telenovelesco, es posible crear un producto aceptable que conecte mejor con la audiencia.
Su éxito no radicó en la grandiosidad de sus escenarios, sino en las tramas y en la capacidad de sus realizadores para colocar personajes creíbles y situaciones que resonaran con la experiencia cubana. Esta comparación pone de manifiesto que la calidad en televisión no depende exclusivamente de los recursos materiales disponibles, sino de la visión creativa y la coherencia artística del proyecto.
Uno de los aspectos que más podríamos señalar, en relación con Regreso al corazón, es la dirección de actores, elemento fundamental que no debería depender de limitaciones presupuestarias o circunstancias externas. La actuación para la pequeña pantalla requiere un enfoque específico que difiere tanto del teatro como del cine, y la falta de organicidad en las interpretaciones puede comprometer seriamente la credibilidad de cualquier obra.
Las actuaciones que resultan excesivamente teatrales o artificiales crean una barrera entre la historia y el espectador, impidiendo esa conexión emocional, esencial en el género telenovelesco. Una dirección actoral efectiva debe lograr que los histriones encuentren el tono adecuado para cada situación, creando un conjunto armónico que sostenga la verosimilitud de la pieza.
Sin embargo, sería injusto no reconocer los aciertos evidentes de la producción, entre ellos la música de Waldo Mendoza y la dirección de fotografía. Particularmente eso último demuestra que el equipo técnico posee las competencias necesarias para crear un producto visualmente atractivo, que sirva como base sobre la cual construir una propuesta más sólida en términos narrativos y actorales. Destacable también ha sido la actuación de Enrique Bueno en el rol protagónico, pero no podemos decir lo mismo acerca de otros miembros del reparto.
Es fundamental reconocer que una telenovela recién estrenada todavía necesita tiempo para «madurar» su argumento y encontrar el ritmo narrativo. Los primeros capítulos de cualquier producción seriada enfrentan el desafío de establecer personajes, situaciones y dinámicas que posteriormente se desarrollarán con mayor profundidad.
Aún tiene la oportunidad de convertirse en una propuesta sólida y memorable. Para lograrlo, según nuestra más humilde opinión, debería construir una narración que conecte genuinamente con la sensibilidad y las expectativas del público cubano; además, clave igualmente rumbo a dicho fin es el hecho de superar los lugares comunes para ofrecer un producto que, sin abandonar los códigos del género, aporte algo genuino y valioso.
Respecto de lo anterior, es válido agregar que el melodrama no tiene por qué estar reñido con la inteligencia narrativa, los diálogos sofisticados o el tratamiento profundo de temas relevantes. La telenovela puede ser simultáneamente entretenida y significativa, popular y artísticamente digna.
La TV cubana necesita materiales que honren tanto la tradición dramática nacional como las expectativas de una audiencia cada vez más exigente. El equilibrio entre identidad cultural y calidad técnica no es imposible de lograr, pero requiere un compromiso genuino.
👉Si quieres recibir en tu WhatsApp los artículos que publicamos habitualmente sobre temas cubanos o la actualidad de personalidades dentro y fuera del país, únete a nuestro grupo:
👉(Pincha aquí para unirte)
0 Comentarios