‘El Duque’ Hernández, maestro del engaño

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Orlando Hernández durante su etapa con los Yankees. Foto tomada de hoylosangeles.com.

Todo en ‘el Duque’ era excesivamente marcial: el movimiento de la pierna izquierda, la sonrisa, los ángulos de salida. Sobre todo, la sacudida de la pierna izquierda, un ademán quizás tan exagerado como soberbio. Podría haber sido este gesto, si lo vemos de la siguiente forma, el punto culminante de cierto esplendor noventero (entiéndase que hablamos de béisbol): en la primera mitad de aquellos años, no hubo probablemente en Cuba una composición más hermosa que el wind-up del ‘Duque’.

Aquella maniobra de Orlando Hernández era una expresión precisa: levantaba la rodilla y ubicaba el hombro izquierdo en dirección al home plate. Según se ha dicho, lo aprendió a los dieciocho años. Cuando lo suspendieron luego en Cuba, dijo a Sports Illustrated, comenzó a elevar aún más la rodilla y consiguió una mayor amplitud con la slider. Retocó su postura en el aislamiento: la historia común del Período Especial.

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Hay en YouTube un video donde, sin que le preguntasen por ello, José Modesto Darcourt confiesa sobre las dinámicas de la brillantez. Selectiva del ’87, partido entre Ciudad de La Habana y Serranos; el mismo juego en que Vargas y Darcourt discutirán cuando vino a batear Kindelán con hombres en posición anotadora. Responde Darcourt acerca de si trabajó con la recta a varios bateadores de fuerza: “a Pacheco lo he engañado varias veces con una slider que le tiro hacia los pies, y se lo tiré, pero muy pocas veces; nada más para que perdiera la noción de lo que era la recta que yo le iba a lanzar”.

Algunos pitchers de esa etapa eran demasiado lúcidos. Tenía que ver, tal vez, con procedimientos empíricos y/o arriesgados. Ahí radicaba el esplendor: una slider no era efectiva de acuerdo al movimiento, sino según el rival. Eran tiempos en los que el contrario era lo más significativo. Pudiera esto parecer demasiado obvio o trivial, pero existía, entonces, un irreprochable concepto de la rivalidad: el otro equipo era, cuando menos, más trascendental que otras cuestiones subjetivas o ególatras. Prevalecía una interpretación casta del compromiso.

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En medio de ese contexto, en diez años (1986-1996), ‘el Duque’ gana 126 juegos y pierde 47. Es el mejor promedio de victorias y derrotas en la historia del béisbol cubano (.728). Estuvo en el equipo que se llevó la medalla de oro en las olimpiadas de Barcelona. En septiembre de 1995, su hermano Liván abandona el equipo nacional en México. Se sospecha que pronto Orlando podría seguir el mismo camino. En marzo de 1996, frente al televisor, recibe la noticia de que no estará en los Juegos Olímpicos de Atlanta. Se cree que también Germán Mesa desertará. Después, a ambos los relacionarán con un agente de peloteros. ‘El Duque’ es suspendido de por vida. A Germán lo separan dos años. ‘El Duque’ jugará en el infield en una liga los fines de semana y trabajará como fisioterapeuta en el Hospital Psiquiátrico.

Osmany Lorenzo, un amigo, lo prepara todo para el fin de semana de la navidad de 1997. Se marchan en una embarcación, Orlando y Noris Bosch –su novia–, Lorenzo, Alberto Hernández –receptor– y otras personas entre las cuales está Juan Carlos Romero, el hombre que conducirá la barca. ‘El Duque’ dejará dos hijas en Cuba. Después de varias horas, llegan a Cayo Anguila, territorio de Bahamas. La comida escaseaba: lata de carne rusa, azúcar… No llega a buscarlos quien debería. Tras tres días, son rescatados por autoridades norteamericanas y entregados a la policía del archipiélago caribeño. El agente Joe Cubas les consigue un traslado hacia Costa Rica. En seis meses, ‘el Duque’ habrá acordado un contrato con los Yankees: 6,6 millones de dólares por cuatro años, con un bono de un millón por la firma. En una de sus primeras entrevistas, no hablará de la travesía. “Lo está guardando para la película”, dirá el traductor Leo Astacio. El rol del ‘Duque’ iba a ser para Cuba Gooding Jr y el de Joe Cubas sería interpretado por Antonio Banderas. No sabemos qué pasó luego con el filme.

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El 9 de febrero, ‘el Duque’ lanza en Costa Rica ante scouts de 20 organizaciones de MLB. Esto es lo que dijo, en su momento, Lin Garrett, uno de ellos: “Muchos dijeron que no les gustaba. Dijeron que no podía tirar duro y no estaban seguros de la edad que tenía, pero había más de este muchacho. Estaba obligando a que los bateadores conectaran roletazos al torpedero. El velocímetro no te va a contar su historia”. Esa noche, Garrett, cazatalentos de los Yankees, llamó a Mark Newman, vicepresidente de desarrollo de jugadores del club y le dijo: “no me importa si tiene 28 o 32 o lo que sea”.

Setenta y cuatro ponches en 51 y un tercio de innings en las Menores. Lo del ‘Duque’ eran los comandos y la colocación de esos comandos, sobre todo en las zonas verticales, a las afueras; una slider prominente y rectas con velocidades variables. Todos esos factores redondeaban el engaño, que empezaba, de cierta forma, con el wind-up más pulcro de todos. Llegó, en algunas ocasiones, a tener problemas contra bateadores zurdos. “Si los tiburones no me molestaron, nada que pase en un terreno de béisbol lo hará”, dirá luego.

La rotación de aquellos Yankees de 1998 es la que sigue: David Cone, David Wells, Andy Pettitte, Hideki Irabu y Hernández. De abril a agosto acumulan 60 triunfos y 20 derrotas.

Debuta en la Gran Carpa ante los Devil Rays, el 3 de junio. Siete entradas en el Bronx. Cinco hits. Una limpia. Dos bases por bolas. Siete ponches. Doce ganados y cuatro perdidos tendrá al finalizar la temporada regular. Siempre fueron sublimes aquellos terceros strikes del ‘Duque’. Probablemente nunca volvamos a ver ceremonias similares.

En la Serie de Campeonato, ante los Indios, colgará siete ceros definitivos en la pizarra del Jacobs Field. Luego repetirá algo parecido ante los Padres en la Serie Mundial. Fue cuarto en la votación al Novato del Año.

Después se reunirá en Nueva York con su madre y sus dos hijas.

Su campaña más ganadora será la siguiente (17-9; 157 K). No regresaría al mismo nivel en el 2000 (12-13) y luego vendrían temporadas bastante aceptables en el aspecto individual. Durante sus años en los Yankees, consiguió tres anillos de Serie Mundial (1998, 1999 y 2000).

Ante las lesiones, decidieron no mantenerlo en la nómina y llegó a los White Sox, elenco con el que también ganaría el Campeonato en 2005. Aquel año, en el tercer juego de la Divisional ante Boston, Hernández vino a relevar con las bases llenas sin outs y dominó con dos flies a Varitek y Graffanino y luego ponchó al difícil Johnny Damon. Señaló hacia algún lugar: “¡Te lo dije!”.

Luego tendría un discreto paso por Diamondbacks y Mets.

En toda su actuación en playoffs finalizaría con 9-3 y 2.55 de ERA. Ganó sus ocho primeros partidos en postemporadas.

Lanzó, también, algunas entradas con los Bravos de Margarita en la liga profesional venezolana.

Quiso volver a Las Mayores en 2012 con los Nationals.

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Joe Torre, el manager de los Yankees, dijo en alguna ocasión que nunca lo escuchó quejarse, excepto por el tráfico.

Una vez, Hernández dijo que había soñado que era presidente.

Consiguió, quizás, su engaño más inaudito a los 40 años en el Shea Stadium: el pitcher rival se demoró unos segundos y ‘el Duque’ se robó segunda. Fue esa la primera base robada en su carrera. Fue, además, la primera vez que engañó a alguien sin levantar la rodilla izquierda y colocar el hombro en dirección al home plate.

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Estadísticas durante su etapa en Cuba:
Foto tomada de Swing Completo.
Números durante su paso por la MLB:
Captura de pantalla de Baseball Reference.
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Un comentario

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  1. Como lanzador un fuera de serie, para mi gusto un poco sobredimensionado respecto a otros grandes que habitaron su época, Rolando Arrojo por ejemplo. Como persona no le conozco, pero cada vez que leo un planteamiento suyo cierro los ojos y casi vomito. Su ultima perla es decir sentirse contento por el fin del contrato MLB – Cuba… no lo soporto! Y al hermano ni hablar, ese es un delincuente común.

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