Ernesto Noris, oriundo del artemiseño pueblo de Guanajay y criado luego en el barrio El Henequén, de Mariel, por cosas de la vida terminó estableciéndose junto a su familia en San Agustín, localidad del municipio habanero de La Lisa. Captado rápidamente para la Escuela de Iniciación Deportiva (EIDE) Mártires de Barbados, de esos años iniciales recuerda con especial cariño a sus profesores José “Papito” Bravo y Carlos Alberto Louis, quienes lo descubrieron y le permitieron dar sus primeros pasos por el diamante.
Una vez en la capital, el muchacho nacido el 24 de noviembre de 1972, siguió avanzando en el deporte, hasta que fue seleccionado en 1988 para integrar el equipo nacional de la categoría juvenil y pasó a formar parte de la Escuela Superior de Perfeccionamiento Atlético (ESPA) Manuel Permuy, como antesala de su salto a la máxima categoría.
En 1990 integró la preselección capitalina rumbo a la XXX Serie Nacional. Allí, a pesar de su juventud, su rendimiento le hizo merecedor de una llamada para formar parte de Industriales. No obstante, en ese curso no tuvo posibilidades de salir al campo y debió esperar hasta la siguiente campaña para oficializar su presencia en los torneos domésticos.
“Mi debut con los Azules ocurrió en la temporada 1991-1992 (XXXI) contra los Metros y el primer jugador al que me enfrenté fue Rolando Verde, quien me bateó fly al jardín izquierdo. Ese día estuve sin recibir hit durante siete entradas, hasta que Jorge Milián me rompió la racha (sonríe). Más adelante le lancé a Henequeneros y Habana, por ese orden, pero la verdad es que mi primer partido lo tengo como un gran recuerdo”, contó a Cubalite este pelotero, conocido también por haber integrado el plantel brasileño que clasificó y disputó la tercera edición del Clásico Mundial de Béisbol.
Después de romper el hielo, Noris se fue haciendo de un puesto importante entre los relevistas de los Leones. Él, quien siempre se caracterizó por tener una buena curva y ser muy certero en sus envíos, vistió la franela azul durante diez campañas, desde la XXI (1991) hasta la XL (2001). Durante ese lapso, acumuló 28 victorias y 21 derrotas, 10 salvados, promedio de carreras limpias de 3.73, WHIP de 1.32, además de 364 ponches, 166 boletos y un average en contra de .265.
De su ciclo bajo la disciplina de los 12 veces monarcas de Cuba, Ernesto rememora:
“En esa época no era muy fácil lanzar en los equipos de la capital, pues hablo de una etapa de oro en el pitcheo, en la cual existían muchas estrellas. Había que estar muy bien, porque tenías a (René) Arocha, (Orlando) “El Duque” Hernández, Euclides (Rojas), (Lázaro) de la Torre, (Francisco) Despaigne, (Jorge) Fumero, Osnel Blas Bocourt, entre otros”, comentó cuando conversamos por vía digital.
Guarda muchísimos recuerdos felices de aquellos tiempos, pero también es incapaz de olvidar el agridulce 1996, cuando después de coronarse en la Serie Nacional no fue elegido para el plantel que viajaría a Países Bajos para participar en el torneo que se celebraba anualmente en ese territorio.
En dos ocasiones fue torneos en México a los que asistía el elenco campeón de la Serie Nacional. “Fueron muy buenos y tensos a la vez, porque siempre llegábamos como favoritos y la presión era grande en ese tiempo. No se quedaba casi nadie y cada vez que nosotros salíamos eran tres, eran cinco las bajas y uno era vigilado todo el tiempo, no podía relajar ni fuera del terreno, pero ganamos uno y perdimos otro y tuve bastante participación en las dos ediciones”, dijo en una ocasión sobre dichos certámenes.
Tras aquella decepción, posiblemente la primera de muchas que fueron llevándolo a cambiar sus objetivos, el lanzador derecho se mantuvo algunas temporadas más en el país, hasta que, al término de su décimo curso en la élite cubana, determinó que era hora de darle un giro a su vida.
“Después de tener varios años con buena actuación, sentí que no tenía perspectivas de ir a un equipo nacional y por ese tiempo recibí la invitación de un amigo para venir a Brasil. No lo pensé mucho, fundamentalmente porque sabía lo que sucedía con estelares que quedaban en el olvido luego de retirarse y no quería eso para mí. Pienso que tenía posibilidades de mejorar mi vida en el deporte fuera de Cuba y fue eso lo que intenté hacer”.
Una vez allá, Noris probó suerte en presentaciones para organizaciones de Grandes Ligas y, según él, aunque llamó la atención de los Medias Rojas de Boston y los Marlins de la Florida, por temas de visado nunca pudo concretar contrato con ninguna franquicia del mejor béisbol del mundo.
A continuación, se desempeñó como entrenador y luego jugador de la selección nacional brasileña, con la cual asistió —cumpliendo diferentes roles— al torneo preolímpico de 2006, realizado en La Habana, y también a los Juegos Panamericanos de Río de Janeiro 2007 y la Copa de las Américas de 2008, entre otros eventos.
En 2012 llegó su gran momento, cuando viajó a Panamá para participar en la justa clasificatoria de América rumbo al Clásico Mundial del 2013. Allí se llevó la sonrisa en el primer choque ante los istmeños (3-2), con solo un par de lanzamientos. Posteriormente, consiguieron superar (7-1) a Colombia en semifinales y por el título volvieron a dominar a los locales, esta vez por la mínima (1-0), resultado que les dio el pasaje a la gran cita beisbolera. Sobre aquella experiencia, nos contó:
“Eso es lo máximo que puede tener un atleta: el ser ser reconocido en un país que no te vio nacer, en donde, además, todos te apoyan y esperan cosas buenas de ti. Fue algo que realmente no tuvo precio y en el proceso hice muchas amistades que llegaron a convertirse prácticamente en hermanos. También fue grandioso estar a las órdenes del estelar ex jugador de MLB, Barry Larkin, quien nos dio confianza y nos llevó a creer que sí se podía llegar a cumplir el objetivo”.
El destino quiso que su segunda aparición en el Clásico Mundial fuera contra la escuadra cubana. Aquel día, a sus 40 años, Ernesto entró en la quinta entrada para relevar a André Rienzo. En ese momento, se encontró un marcador desfavorable (1-0), dos outs en la pizarra y un corredor, Erisbel Arruebarrena, en segunda. Su primer rival desde el plato fue Alexei Bell, quien le esperó el slider y conectó hit por la pradera izquierda para empujar al “grillo”. Luego, el santiaguero se robó la segunda almohadilla y, acto seguido, Yulieski Gurriel fue dominado en línea al patrullero derecho. Concluyó el inning y también la actuación de Noris, quien fue sustituido al comienzo del sexto por Gabriel Asakura.
“Yo le había lanzado a Japón (derrota 5-3) horas antes de jugar contra Cuba y no pensé que fuera a ser el primer relevista en ese momento (sonríe), pero no me preocupé por eso, pues estaba haciendo mi trabajo y tenía tranquilidad. Entré a lanzar frente a dos grandes como Bell y el Yuli, pero en general estuve bien.
“Después del juego, en esos días mantuve bastante contacto con mis compatriotas, pues estábamos en el mismo hotel y siempre nos veíamos. Recuerdo que también había varios jugadores y entrenadores de mi época y eso me ayudó a sentirme más a gusto entre ellos”.
Ernesto no vería más acción en aquel torneo, en donde Brasil cayó cerradamente también en su último encuentro ante China (1-0). No obstante, el premio ya había llegado para él.
Hoy, tras una década consiguiendo títulos como manager y jugador en varios planteles de ese país sudamericano, el otrora lanzador de las novenas azules trabaja en el equipo de béisbol Nikkey Clube de Marília. Además de su rol profesional, las mayores alegrías que puede tener están en sus hijos, quienes también han abrazado la pasión por los diamantes.
“Tengo tres y todos juegan béisbol, de una forma u otra, pues los dos varones están en eso y la hembra se dedica al softbol. El mayor, de 17 años, está entrenando fuerte para ver si tiene una oportunidad de firmar con algún equipo de MLB. De momento, se ve muy bien, tiene talento y espero que se le dé algo bueno”, cuenta con orgullo.
P.D: Sobre el hijo mayor de Noris publicamos este texto hace casi dos años:
Hijo de ex lanzador de Industriales representa a Brasil en Campeonato Panamericano de béisbol
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