«Los Anillos de Poder», un regreso a la Tierra Media con mejorías notables

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En 2022, la serie Los Anillos de Poder (LAdP) fue uno de los estrenos del año cuando llegó Amazon Prime Video con la etiqueta de funcionar como precuela a dos de las principales obras de John Ronald Reuel Tolkien —El señor de los anillos (ESdlA) y El hobbit—, y también de ser la producción televisiva más cara de la historia, con un coste promedio de 58 millones de dólares por cada uno de sus ocho episodios.

Par de ciclos más tarde, y luego de una temporada inicial que recibió críticas certeras y merecidos elogios, el show ha regresado al streaming con la intención de desplegar más y mejor su enorme potencial, y continuar con la apuesta del magnate Jeff Bezos por crear un producto capaz de emular el éxito de Juego de tronos (HBO, 2011-2019).

Lo primero que debería tener en cuenta quien se disponga a ver LadP, es que esta que se nos presenta aquí no es exactamente la misma Tierra Media que nos mostró Peter Jackson en las trilogías cinematográficas de EsdlA (2001-2003) y El hobbit (2012-2014). Lo más obvio es que estamos frente a una historia ambientada en la Segunda Edad del Sol, o sea, miles de años antes de las obras mencionadas previamente, con lo cual asistimos a un mundo cuyos habitantes y conflictos son diferentes a los que conocimos en la llamada Guerra del Anillo, ubicada casi al final de la Tercera Edad.

Por otra parte, sucede que J.D. Payne y Patrick McKay, creadores de la serie, contaron solamente con los derechos plenos de EsdlA y sus apéndices, pero no con los permisos para usar libremente dos piezas centrales de Tolkien como El Silmarillion y los Cuentos inconclusos, las cuales sirven solamente como trasfondo, con prohibiciones expresas de no tocar lo que ahí se cuenta.

No obstante, la dupla de guionistas intenta evadir esos enormes impedimentos y armar una trama canónica —licencias creativas aparte— que nos cuente algunos hechos cruciales de una era en donde confluyen la creación de los Anillos de Poder y el ascenso de Sauron, el Señor Oscuro; además del ocaso y la caída de los reinos de Númenor (humanos) y Khazad-dûm (enanos), y la alianza definitiva entre elfos y hombres para derrotar a las fuerzas de Mordor.

En comparación con las adaptaciones más recientes de la obra de Tolkien, LAdP es una propuesta más práctica y algo más desangelada de lo que cualquiera esperaría. Carente de ese sentido de la épica que nos transmitió Jackson en sus dos trilogías, este material nos ofrece versiones un tanto alternativas de viejos conocidos como Galadriel (Morfydd Clark), Elrond (Robert Aramayo) e incluso Sauron (Charlie Vickers), además de que nos trae a otros personajes clásicos del legendarium tolkieniano, hasta ahora inéditos en pantalla, como son los casos de Elendil (Lloyd Owen), Gil-Galad (Benjamin Walker), Isildur (Max Baldry), Círdan (Ben Daniels), Durin IV (Owain Arthur), Celebrimbor (Charles Edwards), Tar-Míriel (Cynthia Addai-Robinson) o Ar-Pharazôn (Trystan Gravelle).

Luego de ver los primeros tres episodios de esta segunda tanda, es justo decir que, narrativamente, todo fluye mejor que en la temporada debut. El primer capítulo es de los mejores que hemos visto hasta ahora en la serie y, aunque los dos siguientes bajan algo la parada, también se aprecia ese halo de misterio e intrigas que buscan crear los showrunners con la intención de acercarse a la estela de George R. R. Martin, sin perder de vista que no están en Poniente, sino en la Tierra Media.

Una de las principales críticas realizadas anteriormente a este audiovisual, orientadas hacia el desarrollo de personajes, ha sido enmendada parcialmente por los escritores, quienes buscaron explotar los diálogos y las escenas en donde aprendemos más de sus pasado y, por tanto, de las motivaciones que los llevan a actuar de una u otra forma.

Aunque ha sido señalado ya en esta segunda parte, también aplaudimos la vuelta que se le ha dado a los orcos como una raza de elfos corruptos que, en este punto de la historia, aún conserva restos de humanidad y vive con el temor de volver a estar bajo el yugo de un nuevo Señor Oscuro, tras la caída de Morgoth y el tentativo ascenso de Sauron en su lugar.

Otro de los méritos de esta continuación es la trama de Sauron, quien ahora, disfrazado con la bondadosa piel de Annatar, empieza a desarrollar su plan de dominación sobre las diferentes razas bajo las propias narices de los elfos. Charlie Vickers se roba los aplausos en cada escena, con su interpretación maquiavélica y contenida de un villano destinado a ser el gran Enemigo de todo el Bien que existe al este de Valinor.

Igualmente, las historias paralelas del Istari caído (Daniel Weyman) junto a la pelosa Nori (Markella Kavenagh); la crisis que se vive en Moria, las traquimañas por el trono de Númenor, junto a las tribulaciones individuales de Isildur, Galadriel, Elrond, Arondir (Ismael Cruz Córdova) o Adar (Sam Hazeldine), complementan parcialmente una trama principal que promete desencadenar un enfrentamiento colosal entre la luz y la oscuridad, además de dejarnos mucha tela para las siguientes temporadas.

Si bien el ritmo y el tono continúan siendo dos de los fallos que aún no presentan soluciones permanentes, se percibe una mejora bastante notable con respecto a lo visto en la primera tanda. Por otra parte, el aspecto visual sigue como una de las principales fortalezas de esta propuesta que no solo usa imágenes generadas por computadora, sino también efectos prácticos, maquillaje y se precia de unos diseños de producción y vestuario que hacen palidecer a cualquier otra superproducción.

A falta de que lleguen los restantes cinco episodios de esta segunda temporada, programados para los siguientes jueves hasta el 3 de octubre, da la impresión de que los creadores de LAdP han escuchado a sus fans y pulido su propuesta en las aristas que más ásperas se vieron hace dos años, en el momento de su estreno. Pese a ello, queda aún mucho por ver hasta el episodio 16 de la serie, momento en el cual sí podríamos hacer una valoración más completa del recorrido. Hasta entonces, tendremos fe en que el legado de los Tolkien seguirá vivo y honrado como merece.

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