Si hubiera que escoger cuál es la canción cubana más conocida por todos alrededor del mundo, casi nadie dudaría en señalar a la Guantanamera de Joseíto Fernández como esa suerte de himno que, casi a la par del de Bayamo, representa a la mayor de las Antillas en cualquier parte.
Popularizada a nivel internacional por la versión que hiciera en 1963 el estadounidense Pete Seeger para su banda, The Weavers, más adelante serían los muchachos de The Sandpipers los “culpables” de que este tema comenzara a tener una connotación completamente diferente a la de sus orígenes soneros.
Resulta que el hit, versionado por aquel trío inglés de folk rock en 1966, se “pegó” con fuerza en las listas de éxitos de ese año, casualmente el mismo en que la selección de Inglaterra ganó su único Mundial de fútbol.
Según refleja un texto de BBC, en 1967 ya las hinchadas de las islas británicas solían usar el ritmo del tema cubano para cantar así en los estadios: “one [nombre del futbolista], there is (there’s) only one [nombre del futbolista]” (Un [fulano] hay solo un [fulano]) como una manera de dar ánimo o celebrar las habilidades sobre la cancha de cierto jugador.
Sin embargo, la melodía de aquella “guajira guantanamera” no quedó sembrada solamente en el imaginario popular de dicha nación, sino que eventualmente se fue colando, balompié mediante, en otros idiomas y culturas que llegaron a asumirla rápidamente como una vía para canalizar sus emociones en los partidos.
Durante la Copa Mundial Mundial de Alemania 2006 se volvió tendencia un cántico similar de los fans italianos, quienes coreaban así cuando jugaba la azurra: “un capitano, c’e solo un capitano. Un Cannavaro, c’e solo un Cannavaro” (Un capitán, sólo hay un capitán. Un Cannavaro, solo hay un Cannavaro).
Por ejemplo, en España, cuando el Real Madrid ganó una de sus más recientes Champions League, los parciales merengues adaptaron la canción para gritar: “reyes de Europa, somos los reyes de Europa”.
Por la misma línea que el ejemplo anterior, existen variantes en alemán, danés o finlandés, todas enfocadas en ensalzar a los suyos. Pero hay mucho más… y no siempre en plan “amigable”.
También en la nación ibérica es normal cantarle al referí aquello de: “no estoy de acuerdo. Árbitro, no estoy de acuerdo”, cuando hay una decisión polémica, e incluso ir más allá y cantar: “qué malo eres, árbitro qué malo eres”, aunque es normal que les digan igualmente “…qué bueno eres…” en señal de sarcasmo.
En el Reino Unido, las hinchadas se dedican mutuamente el “sing when you’re winning. You only sing when you’re winning” (Cantas cuando vas ganando. Tú solo cantas cuando vas ganando) y al técnico que le va mal, da igual si es del propio equipo o del rival, le toca aguantar el “sacked in the morning, you’re getting sacked in the morning» (Despedido en la mañana, serás despedido en la mañana).
De vuelta en el país de la bota, los del sur (Nápoles, Bari o Palermo), o sea, los “pobres”, para “meterse” con los “ricos” del norte (Milán, Turín o Florencia), corean: «solo la nebbia, c’avete solo la nebbia» (Sólo niebla, sólo hay niebla).
De acuerdo con el catedrático de la Universidad de Middlesex, Richard Osborne, experto en música que fue entrevistado por la BBC, la clave para que la Guantanamera haya llegado a ser una de las favoritas de los futboleros radica en que es una canción con una excelente melodía que resulta bastante popular, y además, desde el punto de vista formal, cuenta con frases menores de diez palabras que funcionan como pasto fértil para la creatividad de los ultras.
Una canción para cualquier ocasión
Este legendario tema sonó por primera vez en la década del 30 del siglo pasado, cuando Joseíto Fernández, por entonces un total desconocido, trabajaba en el programa El suceso del día, de la emisora CMQ.
El esquema de esta guajira-son, escrita en compases de dos por cuatro y cuya rima es A-B-A-B o A-B-B-A con versos de ocho sílabas, era ideal para la improvisación, de forma que en su métrica cabía tanto una noticia como una dedicatoria o un poema.
Al respecto, el propio autor declaró en una oportunidad: “es una melodía que admite versos de cualquier tipo; compuestos en cuartetas o décimas, y lo mismo felicitábamos a la muchacha de Villa Clara, que pedíamos clemencia para un trabajador cesante (…)”.
Pese a ello, cuando Seeger hizo su versión, le sumó a la letra varias estrofas pertenecientes a los Versos sencillos de José Martí, una idea que se le había ocurrido en principio al músico cubano-español José Orbón. Aquello molestó a Fernández, quien reclamó y años después, en 1971, llegó a un acuerdo con el norteamericano para evitar entuertos más grandes.
Una autoría controvertida
Aunque en 1942 Joseíto registró la Guantanamera como una obra suya, luego de su muerte hubo enredos alrededor de esa cuestión, sobre todo porque varias fuentes refieren que el músico nunca fue consistente en torno a la fecha exacta de la creación de esta pieza.
Luego de la muerte de Fernández, en 1993 un tresero guantanamero, de nombre Herminio “El Diablo” García Wilson, dijo que era él quien realmente había compuesto los cuatro compases iniciales del tema.
La demanda tuvo lugar y se celebró un juicio en la provincia del extremo oriental. Allí, García Wilson contó que un día de 1929 tocó en la casa sita en Carlos Manuel No. 664, entre Paseo y Narciso López, sitio en donde aconteció la siguiente anécdota:
“(…) a las ocho y veinte de la noche, ya estábamos todos, me puse a calentar los dedos en el tres, y en esos precisos momentos, pasa una muchacha y Joaquín Ramírez [después rectifica que fue Pipi Corona] le dice algo como un piropo, aunque en aquellos años no era muy usual decirle eso a las mujeres en la calle […], ella respondió con palabras groseras y él le dijo: ‘¿y qué se habrá creído la guajira guantanamera esta?’. Precisamente de esa forma nació la famosa Guajira Guantanamera, y fue Pipi Corona el primero en cantarla allí mismo en la esquina y luego entramos en la fiestecita en casa de Toto Bosch, en donde fue interpretada por su hija al piano (Zoila) […] Esa es la verdadera historia de la Guajira Guantanamera”.
Entonces “El Diablo” dijo que la canción sonó en La Habana gracias al cuarteto que formaban Pipi Corona, Joaquín García, Juan Limonta y Rigoberto Hechavarria, quienes vinieron a una gira en la capital en los años 30 y tenían aquel número en su repertorio.
Muchos se preguntaron en aquel momento por qué el tresero no registró su autoría, a lo cuál contestó que, cuando fue a hacerlo, le dijeron que la melodía debía contar con al menos 16 compases, así que los cuatro que él tenía no eran suficientes como para colocarla a su nombre.
Al final, el tribunal falló a favor de Joseíto Fernández, pues la realidad es que las pruebas presentadas eran escasas, más allá de algunos testimonios que confirmaron lo que decía García Wilson.
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