Adaptar una obra del guionista de cómics Mark Millar había sido, hasta ahora, una apuesta exitosa. Filmes como Kick Ass (2010 y 2013), Wanted (2008) o Kingsman (2014 y 2017), igual que la versión de Civil War (2016, pese a sus libertades) para el Universo Cinematográfico de Marvel, han resultado ser —generalmente— aciertos y, por ello, fue entendible el hype de los fans cuando supieron que Netflix adaptaría Jupiter’s Legacy, uno de sus más notables trabajos.
De las viñetas a la pantalla no siempre el tránsito es sencillo y efectivo. La “pendiente” del live action es resbaladiza, engañosa y con bastantes obstáculos ocultos, elementos que han llevado a la creación de pésimos productos, de esos que muchos elegimos olvidar por el bien de nuestra sanidad mental (Marvel’s Inhumans, por Dios).
En el caso de la serie en cuestión, cuyos ocho episodios fueron estrenados el 7 de mayo de este mismo año en la mayor plataforma de streaming del planeta, la verdad es que nos queda un sabor agridulce.
El argumento gira en torno a una especie de “familia de superhéroes” conocida como La Unión, liderada por Sheldon Sampson/The Utopian (Josh Duhamel) y sus compañeros, quienes obtuvieron sus poderes en la década del 30 del pasado siglo y, desde entonces, se dedicaron mayormente a proteger el mundo.
Hasta ahí, bastante normal, pero es solo a primera vista, pues bajo esa capa (nunca mejor dicho) “supermanesca”, tenemos varios dramas personales y caracteres extremadamente conflictuados que intentan, sobre todo, descifrar los grises en un mundo que siempre les ha sido presentado como blanco y negro.
El relato se mueve entre el presente y al pasado (reciente y distante), pues mientras seguimos a los jóvenes héroes que luchan por encontrar un espacio en un mundo dogmático en donde los valores de antaño parecen estar perdiendo sentido, por otro lado conocemos los orígenes del supergrupo en los tiempos de la Gran Depresión. Sin embargo, son precisamente el abuso de este recurso y la falta de una narrativa sencilla (no simple), hechos por los cuales uno puede terminarse perdiendo por el camino.
Existen demasiadas tramas a la vez y, aunque eso per se no es un elemento que podamos considerar como negativo, sí termina convertido en un freno para el desarrollo sólido y elegante del argumento. Lo menos gratificante es que la materia prima original en que se inspira el show sí ofrece la sustancia y solidez necesaria para construir una puesta en escena bastante atractiva, algo que no se logra (del todo) en esta adaptación de Netflix.
Luego está el tema de las escenas de acción, que son pocas, tirando a “una por episodio”. Eso sí, están bastante bien realizadas, con efectos especiales de una factura decente, pero no quitan que uno se pregunte si no vendría bien incluir más y, de paso, evitar diálogos que a la altura del tercer episodio empiezan a sonar repetitivos y cansinos.
En sentido general, el storytelling resulta muy débil. No hay giros de guion que nos sorprendan (en el trailer nos hacen spoiler de algo que sucede en el penúltimo episodio), los personajes no son interesantes y el apartado ideológico se percibe como demasiado simplificado, al punto de que por mucho que los escritores llenaron las escenas de “palabreo”, lo cierto es que su mensaje se quedó en algo así como: “vivimos en una época de división. Ya, era eso, sigan en lo que estaban”.
A nivel actoral, Duhamel, Leslie Bibb (Lady Liberty) y Ben Daniels (Brainwave), no están mal, pero las palmas se las llevan, fundamentalmente, Elena Kampouris (Chloe Sampson) e Ian Quinlan (Hutch), posiblemente la única dupla que realmente destaca por encima de sus colegas. El punto más bajo está en Andrew Horton, quien, entre la carencia de expresiones realistas y la manía de los escritores de “borrarlo” de algunos capítulos, pasa de ser protagonista a convertirse en uno más dentro del gran embrollo que se nos presenta.
En resumen: disímiles lugares comunes, desastrosa progresión dramática y escasez de momentos emocionantes —da igual de qué tipo sean—, garantizan que Jupiter’s Legacy sea una de las peores series del género y el enésimo fracaso de Netflix en su intento por llevar a millones de suscriptores un show con elementos fantástico-ficticios que resulte verdaderamente memorable.
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