El Street food o comida callejera es una tendencia culinaria cada vez más en auge debido, principalmente, a la expansión de las grandes cadenas dedicadas a servir estos alimentos “rápidos”. Dentro de la gran variedad de productos, más allá de los típicos de cada región, destaca la hamburguesa.
La primera referencia de esta como alimento de comida rápida aparece en 1920 y ya en la década del 40 comienza a hablarse de Mc Donald´s y sus franquicias. En Cuba no hay Mc Donald´s, o al menos no en el territorio reconocido como legítimamente cubano –recordemos que dentro de la Base Naval de Guantánamo existe uno. Sin embargo, desde los años 30 del pasado siglo irrumpió “la frita” para coronarse como la reina de este tipo de alimentos.
Es considerada una creación genuinamente cubana, aunque con inspiración americana. Hubo un tiempo en el que podían verse carritos de fritas, que empleaban combustible de carbón y keroseno en cualquier esquina de La Habana. Algunos sitúan su origen se sitúa en la esquina de Zapata y A, en el barrio habanero del Vedado. Esta era la dirección de la casa de un gallego emprendedor, Sebastián Carro Seijido, quien vendía carbón hasta que, con la llegada del gas como combustible doméstico, cambió de negocio y creó, en los bajos de su casa, el primer puesto de fritas.
Allí vendía un entrepán: una masa de carne molida condimentada, más suave que la de una hamburguesa debido a que la composición incluía leche, acompañada con papitas fritas, mostaza y salsa de tomate, con pan redondo suave. De la ubicación original tuvo que desplazarse, por un decreto del entonces presidente Grau que prohibía la venta en los portales, hacia el Paseo Club, en Paseo y Zapata.
La invención del gallego no fue solo la combinación, sino que creó también un manual de trato con los clientes. Les otorgaba una gran importancia. Estudió el mercado e insistía en atraer a la clientela femenina para así llegar a toda la familia.
Otro de los méritos de Sebastián fue utilizar ingredientes frescos: nunca guardó el pan de un día para otro. En cuanto a la guarnición de papitas que otorgaba el punto crujiente, en ocasiones la sustituía por boniato. El truco estaba en que una vez cortados en juliana -tiras alargadas y muy finas-, se pasaba por una máquina trituradora que le daba consistencia de fideos y, luego, se freían. En cuanto a la particularidad del sabor, la clave estaba en una mezcla de manteca de latas de chorizo y pimentón dulce.
Los carritos donde se vendían las fritas quedaron para la historia. Tenían varias divisiones para almacenar cada una de las elaboraciones y, mediante la instalación de una hornilla y una bala de gas, se preparaban y cocinaban al momento de servir. Entre los puestos más famosos se hallaban los situados en la bodega La Guajira, (calle 24 y 25, Vedado); la de los Hermanos García, en Zapata entre Paseo y 2; la fonda León, en Diez de Octubre entre Estrada Palma y Luis Estévez, tenía en sus portales varios de estos; en 5ta avenida también hubo otros.
El negocio de Sebastián se expandió. Abrió “El Bulevar”, un establecimiento ubicado en la céntrica avenida 23 entre 2 y 4. En la calle Paseo, entre 3ra y 5ta, creó la cafetería “Sebastián” y tuvo planes inconclusos de llegar hasta la zona de Ayestarán.
Ciro Bianchi ubica su ocaso en marzo de 1968. “El eclipse de las fritas comenzó con la llamada «ofensiva revolucionaria» que terminó por eliminar los negocios particulares. Antes de 1959 tuvo entre las comidas rápidas una preeminencia mayor que los bollitos de carita y las majúas de los puestos de chinos, los perros calientes, las frituras de seso y bacalao, los chicharrones de viento y de pellejo, los tamales”.
Más adelante, en la década de los 70 y 80, se retomó o se intentó replicar estas elaboraciones, aunque no fue igual. Cierto es que se extraña una elaboración así por estos días en que, nuevamente, afloran los establecimientos de comida rápida en cualquier esquina.
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