El “falso nueve” es, generalmente, un tipo que fue desnaturalizado porque otro de mayor jerarquía lo necesitó de esa forma. Es esta una columna en la que leerás sobre las desfiguraciones que supone el fútbol. Quizás leas en ella todo lo contrario: nunca se sabe dónde acabará un “falso nueve”.
El Balón de Oro de France Football siempre ofrecerá un deleite para el merchandising de algunas demostraciones que no llevan a ninguna parte, como aquellas donde se usa la tercera persona –o la segunda– del singular de “merecer” y otras conjugaciones de verbos piadosos, que no son más que índices obvios de la otra rentabilidad de estos premios. Más allá de afianzar el valor de marca de los aspirantes, los resignifican: los posibles ganadores, por un momento, dejan de ser futbolistas y se convierten en temas, tendencias o en objetos viables para la compasión y su condición exacerbada y viral.
Messi, en las palabras tras su séptimo Balón de Oro, ofreció tres líneas panegíricas a Lewandowski. Le dijo que el año pasado todo el mundo estaba de acuerdo en que el polaco era el ganador. Mencionó, además, que creía que France Football debería darle el Balón de Oro que mereció. “Ojalá puedas tenerlo en tu casa porque fuiste justo ganador. No se pudo hacer por el tema de la pandemia, pero creo que tenés que tenerlo en tu casa vos también”, cerró. Aplausos para Messi. A nivel de relaciones públicas, en este caso, lo suyo es muy lúcido: pega un portazo olímpico ante el desacierto de la revista con el polaco en 2020 y, a la vez, queda en una posición honorable, a partir de frases que pudieran recibirse como mismo se asimilan las condolencias, con ese desamparo que dejan las tragedias súbitas.
La suerte de pésame del argentino acabó –era de esperarse– en millones de timelines, aquellos artefactos supraemocionales que les restan demasiado valor a situaciones socialmente menos estimulantes. Aunque se quiera ver distinto, Messi ha arremetido de forma más o menos cordial contra la revista, pero la embestida –si así pudiera llamársele– tiene grandes posibilidades de quedar en nada, debido a la estructura de altruismos que la soporta y a la sobredimensión de sensibilidades que favorecen las mecánicas del espacio público: pocas cosas hay tan virales como esas sintaxis de empatía que interpretamos como si, en el fondo, fueran únicamente eso: gramáticas condicionadas por la compasión.
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