
Hay personajes que marcan épocas y actores que trascienden a sus personajes. Alberto Pujol, conocido cariñosamente como Albertico, pertenece a ambas categorías. Su Octavio Sánchez Guzmán, «Tavo», en la teleserie Su propia guerra, es probablemente el personaje más completo de un dramatizado policial estrenado en Cuba. Sin embargo, la vida real ha llevado a este artista por caminos tan dramáticos como los de sus personajes.
«Llegó a mí por una casualidad muy grande», confesó a El Estornudo sobre el papel que lo catapultó a la fama. El rol, que originalmente estaba destinado a Mario Balmaseda, terminó en sus manos por un giro del destino. «Decidimos ponerle Tavo en honor a Octavio Cortázar, director de la primera película que había hecho yo, Guardafronteras«, reveló sobre el origen del nombre que lo acompañaría durante años.
Su historia con la actuación comenzó mucho antes, a los ocho años, aunque la adolescencia trajo sus propias inseguridades. «Actuar me daba pena… eso de irme el fin de semana y que me reconocieran en la escuela por el papel de El sastrecillo valiente no me gustaba mucho», compartió con Diario de Cuba. Curiosamente, su decisión de estudiar actuación en la ENA tuvo un motivo poco convencional: «no se impartía matemáticas. Eso marcó mi decisión», confesó entre risas.
El 2011 significó un punto de inflexión en su vida cuando decidió salir definitivamente de Cuba. Su camino lo llevó primero a Colombia, donde construyó una carrera importante, pero la inestabilidad política del país y la salud de su padre lo impulsaron a buscar nuevos horizontes, declaró en febrero de este año en el podcast Destino Tolk.
Miami se convirtió en su siguiente destino en 2015, una ciudad que, según sus propias palabras, «es muy cercana porque está repleta de cubanos, pero no es Cuba». Asentarse allí no fue nada sencillo. «Cuando yo me monté en el avión con mi familia para venir para acá, yo sabía que aquí en Miami no había nada que hacer desde el punto de vista actoral», contó.
Los primeros años en Estados Unidos pusieron a prueba su resilencia. Trabajó en seguridad, en cocinas de restaurantes, tuvo un programa en redes sociales e incluso apareció en Telemundo disfrazado de Santa Claus, una anécdota que ahora cuenta con humor. «Hemos vivido en una burbuja… todo lo que hemos hecho en Cuba pudo haber sido maravilloso… pero lo cierto es que eso nada más se vio allí», reflexionó sobre el choque con la realidad.
A pesar de los momentos «muy complejos, muy difíciles», Pujol nunca perdió el apoyo de su familia. Aunque algunos medios sugirieron que casi vivió en la calle, él aclara: «Lo que pasó fue que en un momento determinado… los astros se pusieron de acuerdo», explicando una situación temporal que superó gracias al apoyo de sus seres queridos.
Hoy, Albertico Pujol ha encontrado su lugar en la escena artística de Miami. Triunfa con la exitosa puesta en escena de Los pájaros tirándole a la escopeta, que por estos días cumple con sus últimas funciones; ha dirigido la serie humorística Los escachaos y hace unos años presentó la obra teatral Huevos rotos.
Pero su mayor orgullo no está en los escenarios. «Tengo el premio más grande del mundo, que mis hijas, mi nieta y mi otra hija, están bien, están estudiando. Mi hija más pequeña estudia en una tremenda universidad», declaró con emoción en Destino Tolk.
El futuro podría deparar nuevas sorpresas para este versátil artista. «Creo que mi final va a ser pintando, porque es ahí donde me encuentro mucho más libre», confesó, sugiriendo que su capacidad de reinvención, que también lo ha llevado a la composición musical, está lejos de agotarse.
La historia de Albertico Pujol es la de cómo un actor puede trascender a su papel más icónico y reinventarse en nuevas tierras sin perder su esencia. Como él mismo dice sobre sus personajes: «no me parezco a ninguno; sin embargo, les he dado mi corazón y he tratado que sean míos o yo sea de ellos».
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