Wil Campa en 23 y M, señoras y señores, un espectáculo imperdible. Presenta un “disco variado”. Un amigo suyo, arreglista del álbum en cuestión, dice que Wil domina todos los géneros. Wil dice que prefiere el son y que “van a escuchar un gran disco”.
Un día llegué a pensar que Campa era director de Palmas y cañas, coordinador de las transmisiones de béisbol (al menos de los espacios entre un inning y otro), patrocinador del “Lucasnómetro” y de “lo más pegao” de Piso 6. Ha desfilado por cuanto programa musical exista en la televisión cubana (no podría resultar extraño verlo en Un palco en la ópera). Una celebridad que no necesitaba del visto bueno de la carpeta de música nacional en el paquete semanal.
Ahora estrenó un tema con el siguiente estribillo:
Dos y dos son cuatro,
cuatro y dos son seis.
Si me das una propina
yo lo hago mejor que bien.
Este, bajo la misma sonoridad de siempre cuando toca algo que tenga relación con la timba: tumbaos ordinarios, sin ninguna floritura (no es que esto sea obligado, pero se agradece) en los metales, ni en el bajo, ni en la voz. No me atrevería a explicar, teóricamente, cómo o por qué la música de Campa ha llegado hasta donde lo ha hecho; tampoco, por otro lado, conozco a algún seguidor de Campa.
Su vida artística resumida: desde Las Martinas, en Pinar del Río (sobre su pueblo, una vez dijo: “de ahí solo es famoso un pelotero, José Ariel Contreras, y ahora yo, que estoy luchando”), hasta la orquesta de Maraca, los más importantes escenarios de Cuba y otros internacionales, el debut como solista con su agrupación La Gran Unión… Luego, Wil entrará, de cierta forma (no me pregunten), en ese turbio mecanismo de oferta y demanda de famosos que propone la TV.
Pudiera parecer esta una historia ficticia sobre la superación personal, pero ahí está Wilfredo, sentado junto a Edith Massola, hablando del éxito sin hablar del éxito: como si cada frase suya fuera un post en Facebook con la foto de Paulo Coelho.
PD: Si quieres leer las entradas anteriores, puedes hacerlo aquí.
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