He redoblado esfuerzos: llevo siete días mirándome el ombligo. En tiempos para no salir de la casa, creerse el centro del mundo es una actitud sensata, humilde, incluso. Igual, al día de hoy, el séptimo desde que no salgo a la calle, mi ombligo es lo más perfecto y aseado de mi cuerpo. Hace un mes que no me corto el pelo ni la barba; no me echo desodorante porque igual, no voy a salir, y en momentos de estrés, olerme el sobaco es algo que me calma; me da cierta paz contaminada que me hace olvidar durante algunos segundos la posible contaminación que me espera de la puerta hacia fuera. Hace 4 días que no boto la basura, los mismos desde la última vez que me lavé la cabeza. No quiero arriesgarme ahora al beso de la gripe.
Desde los 11 años soy hipocondríaco. Lo supe cuando operaron de apendicitis a un amigo y a los pocos días comencé con un cuadro clínico idéntico, por el que padecí durante cinco meses, hasta que enfermé de otra cosa, y así… Llevo 16 años de convalecencia mental y he aprendido a vivir con ello. Apenas. En los últimos días me he sentido enfermo varias veces. Lo sé porque es habitual: mi mente recibe la alerta y la deja rodar por el cuerpo. Me sudan las manos, se acelera el pulso y la sangre se me estanca en la cabeza, que palpita y se tensa como un músculo. Entonces sé que no estoy enfermo porque estoy enfermo. Tomo un té, me calmo un poco y comienzo a sudar. Es una rutina que detesto.
Ya lo he dicho: llevo siete días contados sin salir de la casa y no hay otro lugar ahora mismo en donde prefiera estar. Preferiría, claro, no pensar en Muerte en Venecia ni en Diario del año de la peste ni en el maldito Contagio de Soderbergh cuando me meto en la ducha y dejo escurrir el agua para que se lleve toda la basura que me sobra. Pero no funciona.
Veo The Night Manager y pienso.
Como galletas dulces, y pienso.
Tengo sexo y pienso.
Me huelo los sobacos, y pienso…
Ahora mismo no sé si es más peligroso salir a la calle o quedarme en mi cabeza. Pero, sospecho, lo sabré en breve: ayer vino el pollo a la bodega, y me toca buscarlo a mí.
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