Delso Aquino Baños, director de televisión, ha tenido bajo su mando dos programas audiovisuales de humorismo en Cuba, Pateando la lata y A otro con ese cuento, pero ha hecho mucho más.
Desde Cubalite concretamos esta entrevista, pendiente desde hacía algún tiempo, donde abordamos varias aristas de su vida y su trabajo.
“Desde niño siempre tuve que ver con el arte. Yo cantaba, casi desde que aprendí a hablar, y no había fiesta donde no me encaramara sobre una mesa, como si fuera una tarima, y me ponía a cantar. Lo mío no eran las canciones infantiles, era fanático a Armando Pico, un tenor de aquella época”.
Esta historia bien pudiera corresponderse con alguien a quien le viene, por herencia, una tradición artística, pero no es el caso. “No provenía de una familia que tuviera que ver con nada parecido a eso, en mi casa eran médicos. A lo mejor me venía de mi abuelo, quien siempre tuvo vocación de repentista; era un poeta, de ahí seguro saqué algo”.
Lo que sí está claro es que, desde muy niño, todos valoraron su talento. “Mis padres me pusieron a dar clases de guitarra, pero debo decir que tocaba más mal que bien, y hasta componía canciones, escribía poemas, cuentos, ficciones, pintaba; lo único que no hice fue bailar porque siempre fui «patón»”.
Años después, comenzaría una etapa de su vida que no está cerca de terminar. “Me compré una camarita Bell and Howell de 16 milímetros y empecé a hacer mis primeras películas en el barrio. A lo mejor nadie las entendía, y muy pocos pudieron verlas porque era muy difícil el revelado, quedaba con muy mala calidad”.
Si bien estos fueron sus primeros pasos, su debut en el mundo audiovisual “serio”, lo ubica en el Instituto Superior de Arte (ISA), donde ingresó en 1991, en la especialidad de dirección. “Ahí empecé a hacer algunos trabajos (El último tren en 1994, un mediometraje de ficción con la actuación de Adolfo Llauradó) y documentales. Algunos obtuvieron galardones, como Apagón (1995), que mereció el Premio Nacional Aquelarre, el de guion y mejor director del Festival de Cine y Video de Cubanacán, Festival Imago, entre otros”.
De su etapa universitaria resalta obras como el videoarte El Imberbe (1993), El mago y la bicicleta (1996), con las actuaciones de Eduardo del Llano y Osvaldo Doimeadiós, y “más que nada, documentales. Me gustaba mucho ese género”.
En su currículo destaca, entre los varios trabajos para cine, radio y televisión que realizó durante su etapa de estudiante, una adaptación para un audiolibro de tres horas con los Cuentos del Decamerón, de Giovanni Boccaccio.
Delso también recuerda un día que, en cierta medida, definió su vida, “Vilma Montesinos llamó a la televisión a los recién graduados de aquella época, que éramos Wendy Guerra, Boris Crespo, Sigfredo Ariel y yo. Nos preguntaron que quién de nosotros sabía hacer humor. Todos dijeron que yo, porque mis documentales, aunque eran críticos, siempre tenían su toque humorístico.
“Lo primero que hice fue un programa de telechistes que se llamaba Telesonrisas. Después empezó Pateando la lata, donde estuve por largo tiempo. Era un proyecto corto, pues se suponía que fuera para el verano del año 1995 y estuvo en pantalla hasta 2001”.
Así nos resume Aquino sus “primeros pasos en lo que es el mundo audiovisual del chiste”, que lo absorbió y ocupó todo su tiempo. Tuvo que dejar de lado otros proyectos “serios”.
“En el año 2001 empecé a proyectarme hacia otros géneros en la televisión. Hice varios unitarios dramatizados (Zoila, 2006; El pendiente, 2007), cuentos, teleplays y telefilmes (La luna en el agua, 2009; La caza del anticuario, 2009) que me abrieron el camino que yo había soñado.
“… pero la vida te vuelve a reencaminar. Mientras estaba en esos avatares, surgió la posibilidad de hacer un programa en República Dominicana que se llamaba Casimente aquí. Allí me conocían por Pateando la lata y entonces empecé otra vez con los telechistes. Ese humorístico con frecuencia semanal estuvo cerca de dos años y cuando terminó me pidieron en Cuba que retomara la segunda parte de Pateando la lata, pero no sé por qué razón me dijeron que no debía llamarse igual. Entonces, dije: «¿qué no es Pateando la lata?, a otro con ese cuento» y así nació este proyecto que ya tiene algunos años”.
Al hablar con Aquino es inevitable caer en las comparaciones entre dos programas que han calado en la población cubana. Como director y guionista de ambos, y con absoluto dominio del tema, nos dice: “lo que pasó en Pateando la lata no se podía repetir en A otro con ese cuento, no solo a nivel de programa, que ha tratado de mejorar algunas inmadureces; hablo de mi vida como profesional. He mantenido ese espacio, pero mientras he podido emprender proyectos de otra índole, incluso documentales.
“El humor es un reto siempre y uno muy serio, no todo el mundo lo entiende. No por gusto dicen que es más difícil hacer reír que hacer llorar. Eso es real. El humor es muy serio y así nos lo hemos tomado nosotros siempre. En la medida en que nos lo tomemos más serio, será mejor, aunque hagamos un programa de risas.
“El chiste es la célula del humor y en el programa lo llevamos al audiovisual, algo muy complicado de hacer por el nivel de síntesis que hay que tener. Presentamos una historia corta donde existe un nacimiento, un desarrollo y un desenlace en un pequeño espacio de tiempo y los personajes transmiten todo eso con sus vivencias. Cada rol humorístico tiene esa cualidad que es lo que lo hace serio y, a la misma vez, complicado, por eso lo respeto tanto.
“La diferencia entre Pateando la lata y A otro con ese cuento está en nosotros mismos, en la experiencia que hemos ido ganando durante los años al hacer este tipo de trabajo, que ha pulido el mecanismo de comunicación entre el telechiste y el público. Los contenidos, sobre todo el tema de género, se ha trabajado con más seriedad, con más cuidado. Desde el punto de vista formal, no ha habido tantos cambios de uno a otro: sigue siendo un espacio de humor fragmentado. En la retroalimentación también ha cambiado: hoy, con internet, existe la posibilidad de la comunicación directa y espontánea con los espectadores”.
A otro con ese cuento llega en las tardes de domingo a los hogares cubanos, al filo de las 6:30 pm. Esto no cesó ni en los momentos más difíciles de la pandemia. Sobre esa etapa, nos contó su director: “ha sido un reto para nosotros seguir trabajando en condiciones de aislamiento. Hemos tenido que hacer los chistes a distancia y enviarlos, dirigiéndolos incluso a través del teléfono; los actores están en un lugar y yo en otro. Eso es bastante complicado, pero hubo un momento en que fue imprescindible hacerlo, eran tiempos en los que no podíamos tener ningún tipo de intercambio físico y gracias a las redes logramos establecer una nueva forma de hacer televisión: a veces intentando que el espectador se dé cuenta y otras que no.
“Ha habido chistes o escenas que hemos hecho por teléfono o videollamada y el público recibe el chiste a través de ese mismo código, pero hay escenas que hacemos con planos y contraplanos, con los actores en diferentes lugares, porque todos los chistes no pueden reelaborarse como videollamadas o llamadas por teléfono. En esos casos, hemos tenido un gran trabajo de edición detrás, pues han sido grabados con cámaras diferentes: cada uno graba con su celular y no todos tienen la misma calidad, pero al final, más bien que mal, hemos logrado saltar esa barrera y seguirlo haciendo cada vez mejor”.
Esa misma pandemia que lo ha obligado a reinventarse, puso en pausa algunos planes de los cuales habla, con plena confianza, sin el temor a que no se den. “En estos momentos me encuentro tratando de encaminar tres proyectos: Por ahí, con guion de Amílcar Salatti; 3 en 1, un teleplay escrito por mí, y El perro de la cruz, cuento con un guion que ya está presentado. Espero que se lleven todos a feliz término. También estamos haciendo un documental, Mi primer amor, con Patricio Wood, que va a estar muy interesante y, por último, está mi proyecto más viejo y más nuevo, Bohemio Natural, la película de Polo Montañez”.
Todos los esperamos con ansias, mientras repetimos cada domingo: “Pónchalo, Aquino”.
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